Dentro de la marea que nuevamente atravesó las calles de la ciudad de Buenos Aires, en el marco del Paro Internacional Feminista por el Día de la Mujer, hubo mujeres de todas las generaciones. Abuelas, hijas y nietas, adolescentes organizadas políticamente, ancianas que recién se insertan en el feminismo o mujeres con larga historia militante se movilizaron en una nueva jornada de lucha. 

Graciela tiene 75 años, Isabel 38 y Jazmín 17. Son abuela, hija y nieta y llegaron a la movilización desde Vicente López. “Es la segunda marcha a la que vengo después del pañuelazo de febrero; me trajeron ellas que me convencieron de muchas cosas”, asegura Graciela mientras señala a las mujeres de su familia. Jazmín sonríe y dice que “no es que la convencimos, pero sí pasa que en nuestra generación está todo mucho más claro, entonces hablamos con ella de muchas cosas con más naturalidad que en su generación”. En este sentido, Isabel cuenta que antes su madre no tenía una postura clara sobre la interrupción voluntaria del embarazo: “No es que estaba en contra pero prefería no hablar de la cuestión, cuando el tema se empezó a meter más en agenda pasó que sentimos que teníamos que hablarlo”.

“Me hicieron entender que es un tema de salud pública y que no se puede morir ninguna mujer por eso, más allá de cualquier creencia”, confirma Graciela, que debajo del pañuelo verde atado al cuello no deja de mostrar su rosario. “Hay algunas cosas de las que todavía no podemos convencerla”, se ríe Jazmín, “todavía quiere que me case y esas cosas, pero vamos de a poco”. La adolescente milita en el centro de estudiantes de su escuela secundaria y, entre otras cosas, reclama que se haga efectiva la implementación de la Educación Sexual Integral: “desde que entré al jardín hasta hoy nunca me hablaron de cuestiones sexuales en el colegio, somos los chicos y chicas las que tenemos que informarnos por nuestra cuenta y eso no está bien". 

Por su parte, Isabel comenta que "ver militar a las chicas hoy en día es especial, yo milité toda mi vida, en diferentes lugares, y aunque una siempre trataba de insertar las cuestiones de género en las discusiones se hacía difícil; desde hace unos años eso empezó a cambiar, hoy nadie se puede hacer el distraído con nuestros reclamos o dejarlos pasar, en ningún partido ni organización política".

Sobre Avenida de Mayo, sentadas en el cordón de la vereda y alejadas de la multitud, un grupo de cinco chicas conversa sobre la movilización para sacar sus necesarias conclusiones. Tienen entre 15 y 17 años y todas ellas realizan algún tipo de militancia política, ya sea en centros de estudiantes, partidos políticos u organizaciones barriales. "Ya ni me acuerdo a cuantas marchas vine", responde una de ellas consultada por su historial de movilizaciones, "empecé hace como dos o tres años y siempre traté de no faltar a ninguna". Romina, de 17 años, se saca el pañuelo verde del cuello para atárselo en la muñeca y concluye que "todas las marchas son increíbles, pero las de este año tienen un gusto especial porque estamos seguras de que vamos a lograr que se legalice el aborto".