El modelo de enseñanza, en la mayoría de las carreras de Economía, es muy defectuoso. La utilización abusiva de manuales elaborados en los países centrales obtura el abordaje de las particulares problemáticas de los países periféricos. Por ejemplo, el principal desafío que enfrenta este tipo de economías es la restricción externa. Ese tema ni siquiera figura en el pie de página de esos libros de estudio.

A mediados del siglo pasado, Raúl Prebisch observaba con preocupación la escasa cantidad de economistas dedicados a “penetrar con criterio original en los fenómenos latinoamericanos”. El economista argentino sostenía que el problema no se resolvía enviando economistas a universidades norteamericanas y europeas, ya que “una de las fallas más conspicuas de las que adolece la teoría económica general, contemplada desde la periferia, es su falso sentido de universalidad”.

La tradicional política cambiaria recomendada por el Fondo es un buen ejemplo de ese “falso sentido de universalidad”. La libre movilidad de capitales con tipo de cambio flexible potenció los problemas del insustentable modelo económico macrista.

En una reciente nota de opinión publicada en el diario británico Financial Times, la búlgara Kristalina Georgieva admitió que "el esquema vigente está plantado en un pensamiento más convencional… este enfoque proporciona como se ajustan las economías avanzadas a las perturbaciones externas. Pero puede pasar por alto importantes características de los mercados emergentes que alteran la respuesta de sus economías a las conmociones externas y puede exigir una prescripción de política diferente”.

La teoría convencional afirma que una devaluación corrige el desequilibrio externo de manera virtuosa. La mejora de la competitividad cambiaria se traduciría en mayores exportaciones y caída de las importaciones. Sin embargo, las características estructurales de las economías periféricas obstaculizan la operación de ese “efecto precio”

Eso se debe a que la mayoría de las importaciones no resultan sustituibles –por lo menos en el corto plazo– porque se trata de bienes (de capital, insumos, combustibles) esenciales para sostener la marcha de la economía. A su vez, las exportaciones tampoco repuntan ante moderadas modificaciones del tipo de cambio. Por otra parte, el canal comercial es solamente uno de los componentes de la demanda agregada. Esa demanda está compuesta por la suma del consumo privado, la inversión, el gasto público y las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones).

En la investigación"El misterioso optimismo sobre la relación tipo de cambio y crecimiento", los economistas Fabián Amico y Alejandro Fiorito explican que “la sensibilidad del comercio exterior (exportaciones e importaciones) a las variaciones del TCR (tipo de cambio real) es muy pequeña. Sin embargo, el efecto inflacionario y regresivo sobre la distribución (caída del salario real) es mucho más poderoso y por ende el resultado global de la devaluación es claramente recesivo. Peor aún cuando el ajuste cambiario viene acompañado de una mayor ‘austeridad’ fiscal. La contracción del nivel de actividad económica, finalmente, produce una retracción global de la inversión, consolidando el efecto contractivo”.

El desequilibrio externo se “resuelve” de un modo muy diferente de lo previsto por la teoría convencional. Las importaciones de derrumban por la recesión económica y, de esa manera, se revierte el “rojo” de la balanza comercial. Eso fue lo que pasó el año pasado. Los números “cierran” con la gente afuera. 

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@diegorubinzal