Firmes en su norte europeo discurren el canto, la guitarra y la vida de Brian Chambouleyron. Va de suyo al refrendarlo a través del nombre de su nuevo disco: Volare, palabra con que se popularizó “Nel blu dipinto du blu”, hit de Doménico Modugno. “Efectivamente, sigo en la huella, pero esta vez más que nunca con una propuesta en francés e italiano”, abre el diálogo ante Página/12, con la idea de amasar conceptos alineados con su flamante trabajo, el sexto desde que inició su periplo solista a principios de siglo. “Volare implica un regreso a mi formato tradicional, de síntesis: voz y guitarra. Incluso más extremo, porque ni siquiera hay algún agregado de otra guitarra,  de un coro o de una pequeña percusión, nada. Es un disco grabado en caliente y prácticamente en una sola sesión”, explica el juglar nacido en Francia y vivido en la Argentina, que presentará el disco vía streaming este sábado 21 a las 21 desde Pista Urbana. “Lo del coronavirus es una situación absolutamente inesperada que me ha obligado a cambiar todos mis planes. Recién estoy yéndome a Europa, creo, en mayo”.

-Al menos pudiste grabar el disco en el estudio Artesuono de Italia y también hacer varios shows antes de los cierres  por el coronavirus. ¿Cómo fueron ambas experiencias?

-Tuve suerte, sí. El disco fue grabado prácticamente en una sola sesión, en caliente, casi sin retoques. Sólo me quedó "La Bohemme", por lo que tuve que regresar una tarde de París especialmente a grabarlo. Una locura. Pero la calidad, el profesionalismo y el buen sentido común rindieron buenos frutos. Los temas estaban muy bien aceitados, producto de varios meses de tocarlos durante la gira.

-¿Y la gira? ¿Jugaste de local o de visitante?

-(Risas) Me siento muy cómodo en Europa. Parezco ser un artista exótico que viene con un repertorio predecible, pero siempre termino sorprendiendo cuando interpreto canciones "locales". Inclusive algunas muy emblemáticas que ni los mismos franceses o italianos se animan a versionar. De este modo tengo la doble sensación de ser visitante y local. Soy mi propia nación e invito al público a que pasen la frontera.

Al momento de pensarle un nombre a su nueva criatura, Chambouleyron estaba entre varios hasta, dada una circunstancia azarosa, ancló en Volare. “Apareció de casualidad cuando tuve que terminar el master en Italia y vi que, inadvertidamente, el técnico lo ponía en un archivo como Volare. Esto me resonó. Después, empecé a sopesarlo y a encontrarle el sentido del viaje, del tránsito, de la libertad”, detalla el cantor, desde otra arista por la que entrarle a este trabajo poblado por trece piezas de acervos italianos y franceses, dos amores inevitables para el juglar. Dos referencias, además, bien conjugadas en “Violino Tzigano”, de Cesare Andrea Bixio. “Es un tango cantado en francés e italiano, algo que me resume. Con este tema me pasó algo muy curioso: una vez lo canté en Italia y !zas! en el estribillo todo el público comenzó a cantarlo en su idioma. Pasó que el tango se había compuesto originalmente en italiano y posteriormente lo habían traducido al francés… Doblete ideal”.

-¿Qué puente traza este disco con Mare Nostrum, el anterior de tu cosecha, y dónde aparecen las diferencias entre ambos?

-Por ahí a partir de "Azzurro", tema de Paolo Conte, encontramos algún eslabón con el disco anterior, donde parece que suena una banda swinguera. Lo mismo con "L'Orage", de Brassens. En el resto, hay un gran protagonismo vocal, un acercamiento al micrófono que resalta los matices y un sonido muy cercano, como visto al microscopio. Un modo de cantar de alta exposición, de alta intensidad, quiero decir. Cuando el canto se pierde un poco en medio de una banda sonando, empiezan a pesar también otras cosas, como la contundencia del sonido, el swing, el groove, los contrapuntos melódicos.

-Siempre te encargaste de poner en valor el criollismo en tus músicas. ¿En qué aspectos interviene éste en lo europeo, desde lo estético?

-Normalmente siento que no hay diferencias entre cantar un tango o un tema de Léo Ferré. Me da la impresión de que pertenecemos al mismo universo de canción occidental sigloveintera, por llamarla de algún modo. Yo soy también bastante elástico, y salto con todo gusto y descaro de un estilo al otro. De todos modos, es cierto que muchas personas han sentido y escuchado en mi disco un sustrato tanguero. Esto es, una manera de cantar este repertorio que recuerda mucho al chansonnier, al torcan porteño.

-Un tipo amigo de tus intenciones parece ser Henri Salvador. De su creación hacés "Dans mon Ile", "Maladie d'Amour" y "Syracuse". ¿Por qué la centralidad en él?

-Porque me resulta de esos eslabones musicales bien importantes. Alguien nacido en el Caribe, que porta la sensualidad rítmica y melódica de la cuna, y que luego se cruza con el rigor y la profundidad poética de los cancionistas franceses. Además era un gran artista performer, un gran histrión. Un tipo muy completo y por ahí no tan reconocido.