En medio del aislamiento social preventivo y obligatorio, comedores comunitarios y merenderos se organizan en los barrios más postergados de la ciudad para que el alimento no falte en los hogares, frente a una pandemia que exige cuidados colectivos. El trabajo informal, el desempleo y la falta de asistencia a los sectores populares durante los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri "arrastra" necesidades en las barriadas más alejadas de los bulevares. La cuarentena repercutió en muchas familias que viven al día, por lo que cobra importancia el trabajo de quienes asisten contra el hambre, que en su gran mayoría son mujeres. En los espacios consultados por este diario, que se sostienen con diferentes partidas y colaboraciones, se cambiaron rutinas y se extremaron las medidas de higiene y de contacto para no dejar de cocinar.

En el Centro Comunitario San Cayetano, en Ludueña, ocho mujeres se calzaron guantes y barbijos para hacer y repartir 600 raciones de albóndigas con puré, el viernes pasado. Alcanzaron a 280 familias numerosas, con raciones que fueron a buscar sobre todo madres, en grupos de a diez y distanciadas un metro y medio una de otra. "Todos los días se suma gente que viene a pedir. Tiene que ver con lo que se viene arrastrando desde aquellos días en los que se fueron perdiendo fuentes de trabajo", graficó Mirta Barrios, una de las cocineras. "Acá la gente no sale de sus casas por la cuarentena y los changarines no pueden salir a trabajar", agregó. Al analizar la situación general, valoró "el trabajo que está haciendo el gobierno nacional"; y destacó la labor conjunta entre municipio, Ministerio de Desarrollo Social provincial, concejales, y sectores de la Iglesia, porque "todos tenemos que juntarnos para salir de esto".  

Un día antes, el jueves, Hucha hizo fideos con carne picada, en su casa de Villa Banana, y pudo repartir 300 raciones, con dos yogures cada una. Según relató, el fin de semana se quedaron sin carne y sin bandejitas descartables para servir la comida, por lo que acepta donaciones. "Hay gente que por estos días no puede salir a cirujear, a hacer la changa, entonces hay necesidades. Nosotros no salimos a ningún lado, nos donaron barbijos y guantes así que con eso estuvimos entregando la comida", dijo la mujer.

Victoria Clerici, del Movimiento de Trabajadores Excluidos, aseguró que en toda la ciudad siguen funcionando ocho comedores comunitarios y merenderos de la organización, con aportes de Nación; mientras que algunos también reciben mercadería de la provincia y dinero de la Municipalidad, que por estos días se destina a los elementos de higiene y seguridad, en el marco de la pandemia de coronavirus. Desde esos espacios llega un plato de comida a unas 1.500 personas de Vía Honda, barrio Industrial, Moderno, La Vincha, La Cariñosa y Villa Banana. "Después de la etapa macrista quedaron muchas necesidades en las familias", aseguró. También destacó que la mayoría de las personas que ponen el cuerpo son mujeres. 

En el comedor Los Conejitos -emplazado en Fisherton-, ocho cocineras trabajan en turnos de a tres. El viernes por la mañana prepararon el desayuno y lo entregaron bajo la llovizna. También hacen la cena para asistir a familias de los barrios Emaús, 7 de Septiembre, La Bombacha y Stella Maris. Carolina -quien tomó la posta del comedor que fundó su madre- indicó que llegó el dato del refuerzo anunciado la semana pasada por la provincia, y están a la espera. Por estos días, también están recibiendo donaciones para sumar a los productos secos, y pueden ser contactadas por Facebook.

En tanto, en el centro comunitario La Morena, Rosa no pudo cocinar en los últimos días de este mes, por lo que espera ayuda y donaciones. Las personas interesadas podrán contactarse por el Facebook o dirigirse a Comando 602 al 4300. 

Desde la Liga de las Organizaciones Sociales del Gran Rosario, que nuclea unas 15 copas de leche y comedores barriales, distribuidos en 12 barrios, señalaron que "en los últimos tiempos llegaron demandas en lo que tiene que ver con alimentos. Hay muchas compañeras y compañeros que no tienen acceso a la comida diaria. En Rosario hay 112 barrios populares en los que viven unas 35 mil familias. Los movimientos sociales y el Estado tenemos que ver cómo hacer para que el alimento llegue a todos los comedores y merenderos. Ahí necesitamos colaboración para que ni miembros de organizaciones, ni quienes están en estos lugares, rompan la cuarentena. El obstáculo es la logística y distribución", señaló Facundo Peralta, miembro de Causa y de la Liga. Al mismo tiempo dijo que con los recursos económicos estatales que se destinan, suele haber complicaciones con "personas que no están bancarizadas"; pero cuando pueden cobrar, "compran mercadería en lugares donde estamos viendo aumentos, y eso hace que ese dinero no alcance por los vivos que hacen plata con una situación de emergencia y necesidad". En los barrios también se cruzan las condiciones habitacionales escasas a la hora de cumplir la cuarentena, que "se respeta en base a las posibilidades de cada uno. Es muy diferente la realidad en los barrios", aseguró.