Se puede creer que es un designio de Dios, se puede decir que fue un animal exótico o se puede culpar a un mercado a miles de kilómetros. Y también se pueden buscar las causas de las pandemias. Investigadores de distintos países realizan una vinculación directa entre los virus que azotan a los humanos y la mano del hombre que arrasa territorios, cría animales de forma industrial e inhumana, y la crisis climática global. La dimensión ambiental de los virus hace apuntar a las causas para que no se repita.

“Destruir la naturaleza desata nuevas enfermedades infecciosas”, señala el doctor en biología y especialista en cambio climático Alex Richter-Boix, de España. Escribió un extenso y detallado artículo el que hace un repaso de la malaria, el zika, dengue y chikungunya. “Virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar a los humanos. O bien directamente de un animal salvaje a los humanos”, explica.

Richter-Boix es uno de los responsables del proyecto Mosquito-Alert, un proyecto de ciencia ciudadana creada para investigar los mosquitos vectores de zika, dengue y chikungunya, destaca la preocupación científica porque de la “degradación de los bosques puedan surgir futuras enfermedades como el SARS, el ébola o el Covid-19, todas ellas han emergido a partir de animales salvajes”. Y recuerda que los mosquitos no son los únicos que transmiten patógenos desde la naturaleza a las poblaciones humanas: “Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que en un momento dado pueden saltar a los humanos. La dinámica de transmisión puede cambiar en cuanto alteramos sus hábitats naturales”.

“Es la destrucción humana de la biodiversidad la que crea las condiciones para que los nuevos virus y las enfermedades emerjan. La deforestación, la abertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades que están implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias”, afirma Richter-Boix.

Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC, organización de referencia en todo lo relacionado a tecnologías y agro, y cuestiona el “perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas” mientras los Estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, pero tampoco actúan sobre las causas.

Le parece cínico culpar a los animales, en este caso el murciélagos, o al consumo en mercados asiáticos. Y apunta: “La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más del setenta por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos”. Explicó que el factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y la expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.

En un artículo titulado “los hacendados de la pandemia” en el sitio Desinformémonos, Ribeiro cuestiona que la propagación de ciertos virus no se apunte al modelo agroindustrial y sus grandes empresas. Está convencida de que si no se apunta a esas causas, luego sobrevendrá otra pandemia y más muertes. También llama la atención el silencio sobre los ganadores de esos desastres, entre ellas las multinacionales farmacéuticas.

Matías Mastrangelo es doctor en biología e investigador del Conicet. Escribió junto a la investigadora María Guillermina Ruiz un artículo donde enumera y desarrolla cinco formas en las que el ser humano transforma el ambiente y crea pandemias: tráfico de fauna, destrucción de ecosistemas naturales, extinción de especies silvestres, cambio climático global y urbanización-globalización.

“El tráfico de fauna a escala global aumentó los contactos entre animales silvestres y poblaciones humanas, que de otra manera nunca hubieran ocurrido. Cada animal lleva en su organismo una diversidad de virus a los que hospeda desde hace mucho tiempo. Durante esa convivencia milenaria han desarrollado inmunidad contra esos virus. Ese equilibrio se rompe cuando un virus se transmite a otra especie con la que no convivió nunca, encontrando así un hospedador que no ha desarrollado inmunidad contra él”, explican.

Respecto a la extinción de especies silvestres, producto en gran parte de la destrucción de hábitats, señalan que se simplificaron las cadenas alimentarias y redujeron las relaciones entre especies que naturalmente controlan el tamaño de las poblaciones animales. “La ausencia de predadores naturales de especies que se han adaptado a vivir en ecosistemas transformados permite que sus poblaciones crezcan sin control, aumentando su frecuencia de contacto con personas y con ello la probabilidad de transmitirles patógenos”, afirman.

El cambio climático, producto de la destrucción de ecosistemas y del uso de combustibles fósiles, aumentó la temperatura del planeta y provoca que especies tropicales encuentren un hábitat apropiado en regiones templadas. “Especies de insectos típicamente tropicales que son vectores de enfermedades infecciosas, como los mosquitos, han ampliado su distribución hacia zonas templadas y han propagado enfermedades como el dengue, el zika o la malaria a zonas donde nunca antes habían llegado”, grafican.

La concentración de habitantes en megaciudades y la gran movilidad entre continentes facilitan el contagio de manera muy rápida. Los autores resaltan que los cinco factores que puntualizan demuestra que las formas de producir y consumir son grandes responsables de la pandemia, por sus impactos sobre el ambiente, de la cual depende la salud humana. Remarca que la salud del planeta y de los humanos es una sola. Y plantean algunas acciones para cambiar el presente: la agroecología (producción de alimentos sanos, sin transgénicos ni agrotóxicos), reducir viajes, evitar el consumismo y “elegir gobernantes que prioricen el ambiente”, entre otros aspectos.