El tenis argentino es una cuna interminable de sueños que suele ofrecer buenos jugadores en distintas épocas, incluso más allá de las barreras territoriales y económicas. Pero todo aquí cuesta el doble: si es difícil ser profesional en cualquier parte del mundo, en la Argentina resulta aún más complicado. Por ese mismo camino transita hoy Nicolás Eli, la promesa del tenis nacional que, con apenas 15 años, carga con un raquetero que rebalsa de ilusión.

Los gastos que requiere la construcción de un jugador de tenis son muy elevados. Y mucho más duro resulta para la familia Eli. Roberto y Gisela, los padres del chico nacido el 3 de marzo de 2005 en Cañuelas, pelean a diario para sortear las dificultades monetarias en un ambiente caro y complejo. Ambos tienen doble trabajo y dejan la vida para que su hijo pueda hacer lo que le gusta. Roberto, que atajó en la primera de Cañuelas en la década del ’90, realiza tareas de mantenimiento en un country que limita con La Dolfina y genera un extra con la venta de pizzas y empanadas. Gisela, por su parte, trabaja en atención al público en un club de padel y también hace limpieza en una concesionaria de autos.

El Demonio, como lo llaman en el entorno del tenis por su manera de pegarle a la pelota, es uno de los mayores proyectos nacionales. En 2017 fue número uno del país en la categoría sub 12 y salió 4° en el Junior Orange Bowl, en Miami. Al año siguiente lideró el ranking local en sub 14, ganó el Dub Bowl International en Dubrovnik, Croacia, y resultó 5° en el Mundial en Prostejov, República Checa. Y en 2019 llegó a octavos de final en Les Petit As, en Tarbes, Francia, el torneo más valioso de sub 14. Hoy es uno de los siete jugadores clase 2005 que ocupan un lugar entre los 500 mejores del ranking junior ITF (sub 18): es el 424° del mundo.

Ninguno de todos esos logros hubiera sido posible sin la colaboración de afuera. Los primeros viajes se solventaron con la organización de torneos de tenis y fútbol 5, además del aporte de los vecinos de Cañuelas en los comercios de la zona. Después apareció otro tipo de ayuda. “Siempre tuvimos apoyo de la Municipalidad, aunque debimos demostrar que Nico era alguien a quien acompañar. Eso fue cuando viajó por primera vez al Sudamericano con Argentina en 2017 y salió campeón. Ese título me sirvió para demostrarles que debían ayudarlo para llegar al Orange Bowl. Fuimos y se abrieron otras puertas. Ahí consiguió contratos de indumentaria y raquetas, y todavía era Sub 12”, relata Andrés Chalcoff, entrenador de Nico desde los siete años.

Una derecha picante es una de las virtudes del juego de Nicolás Eli.

En aquel Orange Bowl se produjo el primer interés por parte de StarWing, una agencia de representación con sede en Londres que trabaja con varios jugadores del circuito. El Demonio ganaba partidos en una cancha lejana del complejo en Miami y el croata Tomislav Poljak, que hoy es su manager, conversó con Chalcoff y le hizo saber la intención de apostar por él. “Aquella vez mi respuesta, después de hablar con los padres, fue un no. Nos parecía que era chico y no necesitaba tener una agencia detrás. Un año y medio después, cuando hubo necesidad de estar más tiempo en el exterior, nos convencimos de que se tenía que sumar, sobre todo porque era una empresa seria”. Además de apoyar a Nico en su desarrollo, StarWing es dueña del ATP 250 de Umag, Croacia, y posee los derechos de imagen de tenistas top como Wawrinka, Monfils, Edmund, Khachanov y Sinner.

“Lo que más me gusta del tenis es competir, pero en general me gusta todo: jugar, viajar, conocer otros lugares. Y lo que no me gusta es perder. Soy muy competitivo, a cualquier cosa que juego quiero ganar”, se describe a sí mismo Nico. ¿A qué jugador suele observar?: “Siempre miro a Rafa (Nadal), pero no por el juego sino por la actitud y por todo lo que logró. Después no lo copio en nada. Yo hago mi juego, lo que a mí me gusta. Mi aspiración es ser profesional”. En ese sentido forma parte de un programa del Enard con vistas a Dakar 2022, los próximos Juegos Olímpicos de la Juventud, tras los cuales dará el salto al profesionalismo.

Por su estilo personal, el jugador surgido en el Cañuelas Fútbol Club escapa del típico arquetipo del tenista argentino. Si bien su superficie favorita es el polvo de ladrillo, tiene un juego que se desenvuelve muy bien en canchas rápidas: derecho, con revés a dos manos, agresivo y dueño de disparos tajantes, logra una buena palanca y tiene una técnica muy pulida. Además, más allá de sus cortos 15 años, es un jugador completo que sorprende por su presencia en la cancha. Apenas un dato basta para dimensionar su proyección: la famosa firma estadounidense cuyo logo es una pipa sólo tiene contrato de indumentaria con dos jugadores argentinos: Juan Martín Del Potro y Nico Eli.

Durante el Córdoba Open, fue sparring de casi todos los protagonistas del torneo.

En el último Córdoba Open, semanas antes del parate por el brote de coronavirus, Nico tuvo el mayor roce con jugadores profesionales en lo que va de su corta vida. Y vaya si lo aprovechó: se entrenó con más de 15 protagonistas y hasta se convirtió en el sparring franquicia con el que todos querían practicar. Chalcoff explica el valor real de aquella vivencia: “Lo más importante es la consistencia. Y no hablo de meter mil pelotas, sino del profesionalismo. De alguna manera sirve que Nico vea que tiene el nivel para estar ahí. Y esa experiencia en un ATP es lo que lo terminó de convencer de que esto es lo que ama”.

La mayor vivencia que Nico se llevó del torneo, según su propia valoración, fue haber entrenado con Diego Schwartzman, el mejor argentino del tour. “Ya había estado con varios jugadores y se ve que alguien le contó; Peque me llamó y me dio la oportunidad. El primer día estaba nervioso porque era él”. La soltura de sus golpes se ocupó aplacar sus nervios: se acomodó al peloteo, encontró sensaciones y, conforme las palabras de su entrenador, si estaba nervioso ni se notó.

En plena cuarentena, con el circuito junior también frenado al menos hasta julio, Nico trabaja desde su casa con la rutina física que recibieron todos los chicos de la academia de Cañuelas FC. Además sigue con sus clases de inglés y realiza tareas de tenis, como ver partidos o contar historias. Durante estos días se dedicó a leer, por ejemplo, “Rafa, mi historia”, la autobiografía de Rafael Nadal escrita por el propio jugador y el periodista británico John Carlin. En su entorno largó una risa cuando recordó que Nadal ganó su primer Roland Garros en junio de 2005, tres meses después de su nacimiento, y hoy todavía gana títulos de Grand Slam. También incorporó el yoga y la meditación todos los días y se distiende con la play, la consola que compró con la plata que ahorró por haber aprendido a encordar raquetas el año pasado.

Antes de la cuarentena obligatoria jugó un torneo en su club y deslumbró: en primera ronda derrotó a Gastón Corrales, un jugador de 20 años que hasta hace poco actuaba en Interclubes en Francia, y en octavos cayó tras cuatro horas de batalla con Iván Manfredi, de 19 años, que viene de iniciar su primera temporada como profesional. Todo rodaje suma para el largo camino que tiene por delante, claro, aunque los sueños que persigue son todavía más grandes.

Los inicios y los pies en la tierra

“Tuve mi primer contacto con el tenis en un frontón, con seis años. Me gustó y tomé clases particulares. Después aumenté mi nivel y conocí a Andy, que en un principio no me quería agarrar, pero el dueño del club habló con él y lo convenció”, describe Nicolás Eli, en palabras que ratifica su entrenador Andrés Chalcoff: “Yo trabajaba con chicos de 14 y 15 años; en ese momento me pareció que Nico me iba a frenar porque era el único de su edad. Pero cayó otro chico, lo pude acompañar y de entrada vi que tenía muchas ganas de jugar”.

Eli surgió del club Cañuelas.

Esas ganas fueron clave en el desarrollo. “Las dudas que yo tenía al principio se diluyeron al toque y dije ‘este chico va en serio’. Empezamos a laburar bien porque cuando terminaba la clase él se quedaba horas en el frontón. Los demás ya estaban con la merienda y Nico seguía; venía la mamá a las ocho de la noche y le pedía por favor que se subiera al auto. Pero él siempre quería cinco minutos más”, cuenta Chalcoff, líder de un equipo que se completa con el preparador físico Tomás Pastorino, el entrenador adjunto Salvador Hernández y el encargado del área formativa Lucas Rivero.

El coach, además, explica cuál es la clave para que su jugador mantenga los pies en la tierra: “Lo más importante, por empezar, es que siempre hay que volver a Cañuelas. Hoy estamos en constante necesidad de salir a buscar y saber dónde está lo mejor, pero el jugador debe estar cómodo con su entorno. Nico es un chico que disfruta mucho de su club, su familia, sus amigos, sus profes. Después le pasa como a todo adolescente: en algún punto se le suben los humos y enseguida le hacemos notar que todavía no hizo ni la mitad de lo que tiene que hacer en esta carrera”.

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