Desde Río de Janeiro

Al anochecer del domingo, eran palpables el malestar y la preocupación entre los militares que rodean al ultraderechista Jair Bolsonaro en el palacio presidencial en Brasilia.

El malestar se debió a la clara adhesión del presidente a una manifestación que reunió a unas trescientas personas para pedir “intervención militar con Bolsonaro ya”, “cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal", “fuera Maia” (en referencia al presidente de la Cámara de Diputados, el derechista Rodrigo Maia), y otras medidas similares.

Se trató de una iniciativa cuidadosamente calculada por Bolsonaro, con el intuito explícito de avanzar terreno en su enfrentamiento con los poderes Legislativo y Judicial y, en última instancia, con la misma Constitución vigente desde 1988.

Luego de examinar cuidadosamente el recorrido de una caravana de automóviles que desfilaban por Brasilia exigiendo el fin inmediato de las medidas preconizadas por la Organización Mundial de Salud y adoptadas por gobernadores provinciales y alcaldes de todo el país, Bolsonaro eligió el momento exacto de unirse a los manifestantes: la entrada del Cuartel General del Ejército, donde se concentra el poder uniformado de Brasil.

Caravanas similares fueron vistas en varias capitales provinciales e importantes ciudades del país, teniendo siempre como destino la representación regional máxima del Ejército.

La consigna: suspensión inmediata de meditas preventivas contra el coronavirus, salida de gobernadores y alcaldes, urgente intervención militar, cierre del Congreso, expurgo (como mínimo) de los “comunistas y socialistas” incrustados en la Corte Suprema de justicia.

Al hablar al grupo de manifestantes, Bolsonaro lanzó una frase tan enigmática como significativa: “¡No queremos negociar nada! Queremos una acción por Brasil!”.

No aclaró con quién negociar, ni cual acción sería urgente. En la secuencia de su breve pronunciamiento, resaltó que “el poder está con el pueblo”, y que será ese pueblo quien determine el camino a seguir. Se supone que por “pueblo” se refiriese al puñado de fanáticos que tenía por delante. Los sondeos de opinión muestran que el 70 por ciento de los brasileños defienden las medidas restrictivas como arma fundamental de combate a la pandemia.

Al haber elegido exactamente la entrada del Cuartel General del Ejército para unirse de manera inequívoca a los convocantes de un golpe de Estado, el ultraderechista creó tensión.

Al principio de la noche, se pudo confirmar que altos mandos hicieron llegar, en diálogos a veces tensos, su malestar a los uniformados que ocupan despachos en el palacio presidencial.

La conducta errática del presidente inquieta cada vez más al país.

Ahora, luego del cambio de titular del ministerio de la Salud, Bolsonaro anunció que impondrá al nuevo ministro, Nelson Teich, quien es más un empresario del negocio de salud que exactamente un médico, al menos un par de militares (se rumorea que un almirante y un general) en puestos claves de la cartera.

Esa escalada abrupta de la militarización de su gobierno, profundamente agravada apor su adhesión a un movimiento callejero que preconiza un golpe, inquietó de manera sensible al medio político y, principalmente, a las Fuerzas Armadas.

Se da por descartado, entre dirigentes y analistas políticos, que el ultraderechista logre el indispensable respaldo de las Fuerzas Armadas para una ruptura constitucional.

Y, a la vez, entre los uniformados preocupa la escalada veloz del presidente en intentar esa dirección, por exponerlos a una aventura condenada al fracaso. Mejor dicho: condenada parcialmente.

Porque se rumorea con fuerza creciente que mucho más viable que un golpe encabezado por el capitán reformado Jair Bolsonaro con pleno respaldo de la caserna, sería un golpe destinado a devolverlo al rol de teniente mediocre e indisciplinado.

Se espera, para los próximos días, más iniciativas del ultraderechista contra las instituciones.

Y se da por descartado que exactamente por esa conducta su aislamiento será mucho mayor y profundo que el aislamiento social determinado por gobernadores que él tanto critica.