Sabemos que estamos encerradxs y no tenemos alternativa. Esta sería una instancia recomendable para escribir y para hacer teatro pero las salas están cerradas porque, como le hubiera gustado a Antonin Artaud, son canales de la peste. Espacios de contagio.

Marianella Morena escribió un texto que parece salir del dolor de la cuarentena, de esa imposición de estar con nosotras mismas, no importa si compartimos la casa con otras personas o estamos solas. El aislamiento obligatorio nos somete a una conciencia permanente de nuestra presencia y las distintas mujeres que encarnan los textos de "Teatro en casa " hacen de esta condición una pequeña escena.

La dramaturga uruguaya pensó un formato que se aparta del teatro filmado. Aquí lo que se intenta capturar es una experiencia que se pregunta cómo es hacer teatro sin el encuentro de los cuerpos. Estas conductas de cuarentena toman el concepto teatral para llevarlo a un dispositivo que evoca un procedimiento y una esencia. El texto es el mismo y puede apreciarse en el trabajo de cinco actrices y una bailarina. Con el correr de los días se irán sumando a Instagram las versiones de nuevas artistas. De este modo la excepcionalidad de cada función (que es irrealizable dentro del soporte de video donde la reproducción reemplaza a la lógica de la repetición) se compensa en la variedad de actrices, como si tuviéramos la ilusión de volver a una escena que sucede cada noche.

La cámara se instala fija y las actrices, abandonadas de toda acción, caen en el conflicto que les ofrece la permanencia en los límites insalvables de sus casas.

Noelia Campo está debajo de una mesa ratona, pegada a una alfombra rosa y en ella el encierro se hace más brutal. Su tomo es calmo porque la actuación aquí funciona por contraste. Si vemos una versión tras otra construimos un relato en la tensión de cada decisión interpretativa. La conexión opera como una posibilidad de montaje para lxs espectadorxs. ”Hoy desapareció el otro, el que estaba enfrente mío” dice el texto de Morena y esx otrx que desapareció integradx al drama también es el público.

El monologo se hace ineludible. En Lucía Trentini el impulso es más feroz. Ella está en la ducha, doblemente encerrada, pegada a la mampara del baño. “A solas conmigo, me he cansado de mi”. No estábamos preparadas para detenernos, reconoce Morena. La proximidad de la cámara ayuda a ver al cuerpo como un territorio, como totalidad. Marianella Morena revela una de las frases más precisas, que describe despiadadamente lo que nos pasa: “Todos sabemos que allá afuera hay un mundo pero no podemos usarlo. Ahora el mundo somos nosotros”.

Hiroko Kariya está adentro del placard, rodeada de ropa colorida, le pican las manos de tanto alcohol en gel. Mané Pérez lava los platos y la vemos detrás de la ventana como si la espiáramos. Su casa es como un exterior y se agarra de la ventana, como si fueran barrotes. Hay una energía crítica en las palabras de Morena. “Este Apocalipsis del que somos protagonistas” pero al escuchar ese parlamento entendemos que no podemos ser protagonistas si nos echaron de la escena social. Si el afuera está vacío. “Esta soledad impuesta” dice Pérez. Su actuación se vale de la cámara como partenaire, algo similar ocurría con Trentini donde en el vínculo con el lente se juega una mirada que implica aludir a un espectador como si compartiera el mismo espacio.

Lavarse las manos puede ser una coreografía para Rosina Gil, ya que hay que dedicarle tanto tiempo y aprender una técnica que lleva a establecer un afecto un tanto erótico con los objetos, como si fueran ese otro al que no podemos tocar. Es beckettiana esta realidad que le da dimensión a esos momentos que en una vida acelerada son casi invisibles.

"Teatro en casa" puede verse en IG teatro_en_casa y en youtube.