“Let´s do some living after we die”. A los catorce o quince no sabía mucho de inglés ni de nada. Hoy tampoco. Confundía “after” con “before”, por lo cual cantaba aquel verso de “Wild Horses” con tanto énfasis como confusión: “Vivamos un poco antes de morir”. Me parecía una idea simple y bella. Más de una vez mis malos entendidos con el inglés me propiciaron buenos disparadores a la hora de hacer mis propias canciones. Si Frost decía que “poesía es lo que se pierde en la traducción”, encontré sin embargo algún indicio gracias a no entenderlo todo. Tendríamos catorce o quince años y Tomy ponía incesantemente ese tema cuando nos juntábamos en verano, un rato antes de salir a una quinta con amigos. Era en lo de Sacha, con quien aprendería mis primeros acordes y armaríamos una banda: su canción más celebrada se llamó “Baila Tomás” y con ella descubrí la rara sensación de ver a cientos de personas coreando algo escrito en un cuarto, frente a un retrato. Desde los catorce o quince yo escuchaba de todo: rap, blues, alternativo, jazz. Pero los Rolling Stones se adherirían a mi vida inseparablemente. Siempre pensé que si me quedaran cinco minutos de vida no pondría un tema de mis amados Dylan o The Beatles, si no los Stones. Posiblemente “Happy”. Si me quedaran cinco minutos de vida no querría ser genial sino jodidamente humano. Me gustaría ser Richards cantando: “Necesito un amor para mantenerme feliz”.

Bien: una noche estuve por morir. Básicamente sabía que si cerraba los ojos o me dormía, no estaría aquí al otro día. A veces no hay chance de confundir las palabras “antes” y “después”. Pero es solo una experiencia y no conviene sobredimensionarla, porque el resto de tu existencia cruzarás gente explicándote lo relativo de la vida y la muerte. Otra cosa importante es aprender que podés aguantar las lágrimas cuando te cosen la cabeza abierta y sentís el cuerpo helado, pero es imposible contenerlas cuando despertás al otro día en una cama horrenda y tu madre viene aterrada a abrazarte. También es difícil seguir siendo ateo acérrimo cuando alguien que te ama rezó por vos toda la noche a un Sagrado Corazón. Ese día --el mismo que Riquelme debutó en Boca-- Tomy falleció. Y según dicen, mi vida empezó de nuevo. Yo solo creo que siguió, pero partida. O --mejor dicho-- suturada.

Mi versión favorita de “Wild Horses” no es esa versión ATR del Stripped  (la que él escuchaba) ni la definitiva de Sticky Fingers . Es la de una extraña filmación que puede hallarse en Youtube. Trasnochados y agotados, los Stones están mezclando en el estudio. Por un lado se oye el audio crudo, donde la voz de Jagger suena tan saturada como emocional. Pero ese pequeño clip registra sin querer la esencia de la banda. Está Mick, dominante y magnético, consciente de esa cámara “intrusa”. Sonríe, se pone serio, gesticula y mueve las manos como una reina. Lo controla todo: su cuerpo, el aire y nuestra mirada. Luego está Keef, en la suya. Le importa absolutamente un bledo la cámara y el mundo. Tirado con sus botas de piel de cocodrilo y los ojos cerrados, tararea como con una mueca: “I have my freedom but I don´t have much time”. Tan relajado como lleno de ritmo, la música recorre su cuerpo. Se trata de un tema de folk, pero Keef no puede evitar el groove. Por último está Charlie Watts, el histórico sostén entre ambas estrellas. Ebrio o insomne, mira fijo a la cámara y hace el esfuerzo para no caerse. Lo mismo que cada noche, sosteniendo ese sonido vivo e inestable llamado Rolling Stones.

Tras el verano del ´97 volví al club. Mi brazo fracturado se había soldado solo. Yo había querido irme del hospital sin hacerme esa placa. Supe de entrada que no jugaría mucho tiempo más al básket y nada tenía que ver mi cuerpo, notablemente recuperado. Un par de décadas después, mi entrenador se cruzaría con uno de mis discos y me diría lo que casi nadie advirtió o quise decirme: “Tus canciones hablan de ese momento”. No del accidente, entiendo. Eso, ya dije, es mera anécdota. Pero es verdad que en cierto modo me la pasé escribiendo sobre la muerte. Hasta que me cansé. De mí y de ciertas respuestas.

Con Las Armas Bs.As. retomaría aquella pulsión stone, más allá del sonido. Mi trabajo me había lleva a una unidad penitenciaria y puedo decir que trabé buenas amistades. Supongo que desde entonces, más allá del nivel aparente o la “anécdota” de cada canción, todo se trató de lo contario a la muerte: el deseo. De libertad, sobre todo.

Ahora… no sé por qué carajo estoy hablando de esto. Siempre fui discreto y reticente al respecto. Hay gente que me conoce y ni lo sabe. Tampoco lo mencioné nunca en una entrevista. Para esta sección podría haber apelado a la melomanía de la que llegué a vivir unos años. Pero ahora estoy acá… ¡contándolo en un diario! ¡A “the Enemy”! Puede que después del patriarcado o la pandemia, los accidentes de tránsito sean la principal causa de muerte del mundo. Y que yo quiera transmitir cierta conciencia. No sé si me interesa con estas líneas ubicarme en el rol de víctima. O puede que simplemente nos estemos planteando nuevamente cosas esenciales como la diferencia entre comer o no, entre vivir o no. Y ahora tenemos tiempo pero no tenemos la libertad ¿Alguien la tiene? Quizá los caballos salvajes.

No sé por qué escribo esto ni nunca averigüé por suerte si se puede vivir un poco después de morir. Cuando pienso en Tomás- y en otros amigos que también vi irse- prefiero creer que supieron vivir antes de la hora final. Con pandemia, con la cabeza abierta de par en par o con todo el futuro por delante, no podemos hacer otra cosa: vivir un poco antes de morir. Antes es ahora. Después… ¿qué importa del después? ¿Y qué importa la letra original? La vida --como el arte quizá-- es un maravilloso malentendido.

Mister (Ramiro García Morete) es cantante y guitarrista de Las Armas Bs. As ., banda que acaba de editar Incógnito y cierra la trilogía iniciada por Vol.I”(2015) y El Camino No Elegido (2018). Como solista editó, entre otros, El Último Piano Blanco sobre la Tierra (2019), Mixtape (2018) y El Olor de la Sangre (2012). También formó parte de Miro y Su Fabulosa Orquesta de Juguete (Los caminos, La Humanidad) y La Colifa (Hola Mundo Cruel), entre otras grabaciones y demás aventuras que se perderán como lágrimas en la lluvia.