En un momento como el actual, donde vivimos un aislamiento social preventivo por la pandemia del coronavirus, no existe un manual que diga cómo podemos hacer las cosas mejor desde casa o representando a la escuela. En nuestro hogar estamos todo el día y es donde pensamos y repensamos cómo estar con nuestros hijos, niños y jóvenes o a distancia de nuestros padres y abuelos, o con nuestro trabajo, cumpliendo al mismo tiempo la misión de cuidar y sostener a los otros y a nosotros mismos.

Y como docentes en representación de la escuela preparamos trabajos y más trabajos aun conociendo lo mínimo sobre las TIC, teniendo que aislar el contenido emocional que estamos sobrellevando para cumplir con las demandas de ser eficientes

Afortunadamente podemos comunicarnos por muchos medios que internet posibilita para sobrellevar lo importante: el cuidado de la vida que subliminalmente transporta emociones como el amor, el miedo, el odio, la vergüenza, la angustia, la ansiedad, y las oscilaciones entre estar bien y estar un poco mal.

Somos los adultos cuidadores (principalmente padres y docentes) los responsables en este momento de lograr un cierto equilibrio entre los afectos, los deseos, las teorías implícitas de los actores sociales y lo que hacemos. Nuestra misión es amortiguar la crueldad que anidamos en algún lugar recóndito, así como la de algunos actores sociales que desde sus pensamientos, hechos y dichos poco contribuyen, aunque se trate de procesos no conscientes o involuntarios

Lo primero sería entonces protegernos del estrés que pueden generar la sobreabundancia de información y de recomendaciones. Sugerimos atenerse a lo que los órganos autorizados de gobierno transmitan y adecuar la información a la lógica infantil y juvenil.

Recordemos que el niño pequeño precisa un poco de magia para concebir las salidas de una situación y que evolutivamente teme la muerte de los seres queridos. El niño cuasi púber necesita de una lógica concreta que incluya la emocionalidad en el amplio arco que va desde el amor al odio, pasando por el miedo, la vergüenza, la furia. En cuanto a los adolescentes viven en barra en general y su pensamiento omnipotente tipo “a mí no me va a pasar” los pone en riesgo.

Con las características evolutivas no podemos pelear, pero sí hacer uso de las mismas para trabajar en este momento con ellos. Espadas y lugares encantados pueden inspirar cuentos para que los niños escuchen, participen e inventen otros. Y a los púberes y jóvenes pedirles que plasmen en videos, dibujos, historietas y otras formas artísticas, lo que sienten y piensan en estos momentos y que lo hagan con aquellos que están a distancia, pero son sus amigos de internet en los juegos, sobre todo.

En las condiciones actuales los cuidadores adultos estamos todos fragilizados, pero tenemos la posibilidad de revalorizar el espacio familiar y reencontrarnos con nuestra fuerza interior, intuición y creatividad para contenernosa nosotros y a nuestros familiares.

Tener presente que “no estamos de vacaciones”, no vamos presencialmente a la escuela y la escuela viene a nosotros de la mano del material que preparan las docentes.

También protegernos de nosotros mismos respecto a las exigencias de construir lecciones ejemplares para enviar vía internet o como padres cumplir con las mismas de manera agobiante. En general las tareas no incluyen recoger la emocionalidad del momento. Por tanto, recordemos que hay una emocionalidad circulando en todos y en la sociedad y que se necesita hablarla, en las tareas que se diseñen para los alumnos tanto como en casa. Lo que sentimos es importante y también es un contenido curricular.

No olvidar mostrar que hay maneras de defendernos y triunfar porque sin esta comunicación esperanzadora nuestro aislamiento puede significar una mayor angustia. Toda forma de representación sea dibujo, juego, palabra, video, imitación o símbolo acerca de lo que se ha entendido de la información recibida y el aporte de cómo la sociedad puede defenderse, es el comienzo de un camino donde el cuidado de la vida tiene un sentido para el futuro

No estamos ante una oportunidad de mejorar los hábitos de estudio de los hijos o los de lectura, es una emergencia mundial y no podemos esperar comportamientos de niños jóvenes y adultos como si nada pasara

Entonces qué podemos hacer:

Cosas para que la familia viva el día a día en un espacio emocional y reflexivo donde el grupo y cada uno pueda permanecer lo más estable posible.

Acuerdos para que la convivencia sea amena, respetada y no se transforme en un padecimiento.

Dejar que los chicos se aburran.

Dejar pasar pequeñeces que en otro momento nos harían enojar.

No ponernos sobre exigentes ni abandonarnos/los.

No olvidar hablar de lo que sentimos y representarlo de alguna manera.

Tener presente que esto va a pasar y cuando pase, algo debimos de haber aprendido: a cuidar nuestra salud, a que el otro existe. Que me estoy cuidando por mí, pero también por el otro.

Capitalizar el tiempo para el reencuentro en familia donde podemos mirarnos, escucharnos y aprender.

Isabel Mansione es miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Con la colaboración de ElianeMarcellino (Sociedad Psicoanalítica de Rio II) y Cristina Curiel (Sociedad Psicoanalítica de México).