Fernanda Raverta (así suelen llamarla todes) releva a Alejandro Vanoli como titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). El pedido de renuncia a Vanoli sorprendió en el Agora; no tanto en Palacio, entre la primera fila del Gobierno. La designación de Raverta tampoco figuró en los rápidos pronósticos deportivos que mediaron entre la noche de ayer y el mediodía de hoy cuando se anunció el nombramiento, ilustrado mediante la pertinente foto junto al presidente Alberto Fernández.

Tal como aparece en la imagen, Raverta es una dirigente joven, que lleva la sonrisa puesta. Convicciones arraigadas, que expresa con un estilo coloquial, sin estridencia. Militante de HIJOS, con un recorrido tan intenso cuan coherente en democracia. Es marplatense, ex diputada nacional. En octubre disputó la intendencia de su ciudad, tradicionalmente adversa al peronismo, una de los dos más pobladas de la provincia. Perdió por escasa diferencia con el macrista Guillermo Montenegro.

Los traductores de pertenencias resaltarán con razón que militó en la Cámpora, que tiene “línea directa” con el diputado Máximo Kirchner desde hace años, buena onda y afecto compartido con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El gobernador Axel Kicillof la designó ministra de Desarrollo Comunitario hace poco más de cuatro meses, lo que prueba cuánto la valora.

Todo esto asumido, es claro que el motivo de su llegada es la gestión antes que el espacio interno al que perteneció o pertenece. La necesidad de mover a la mayor velocidad posible --impuesta por la pandemia y la crisis económica-- la poderosa maquinaria de la ANSES.

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Fue sugestiva la coreo del primer cambio importante resuelto por el presidente. El Jefe de Gabinete Santiago Cafiero se encargó de comunicarla a Vanoli y a los medios. El mensaje fue “le pedí la renuncia”, dicho en primera persona del singular. Un modo de realzar el rol del ministro Jefe aunque el Ejecutivo es unipersonal, lo ejerce el presidente y no caben dudas acerca de que él tomó la decisión.

Cafiero usó dentro del Gabinete y con los periodistas el vocativo “Alejandro” para aludir a Vanoli, para denotar cercanía. Pero no se privó de señalar las carencias del funcionario saliente aún en los registros más formales.

En conversaciones con sus compañeres de labor y con comunicadores “Santi” apuntó a “numerosas fallas” de Vanoli.

Célebre la iniciática: la jornada del 3 de abril aquella cuando multitudes de jubilados y beneficiarios de programas sociales formaron interminables colas para cobrar sus haberes. Mala praxis que los indujo a arriesgar su salud para juntarse con la plata que necesitaban. Trascendió entonces la bronca de “Alberto”, que repartió entre Vanoli y el titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce. En ese momento, se ignoraban las proporciones del deslinde de responsabilidades que quizá tampoco esté saldado hoy en día.

Desde la Casa Rosada también se le recriminan a Vanoli:

Errores de cálculo al proyectar el Ingreso familiar Extraordinario (IFE): imaginó que serían 3.700.000 beneficiarios y rondan los 8 millones-

Demoras en el cronograma de pagos de ese beneficio.

Lentitud para desplazar funcionarios macristas y ocupar cargos en directorio de empresas privadas de las que el Estado es socio minoritario: Techint, Telecom.

Una gestión “distante” con poca atención a “lo territorial”. Problema, se aduce, cuestionado por gobernadores e intendentes.

“Alejandro –redondeaban en Jefatura de Gabinete—tal vez no tiene el perfil adecuado para el cargo. Es un cuadro más volcado al aspecto financiero”. Algo parecido a una autocrítica, que se añade a los reproches por los manejos de Vanoli.

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Imposible exagerar la importancia de la ANSES, la magnitud de sus competencias y la cantidad de acciones aceleradas impuestas por la crisis. El IFE, concebido e implementado en semanas da un ejemplo… para nada el único.

A un ritmo vertiginoso, creando sobre la marcha un programa jamás ensayado, las discusiones entre funcionarios son lógicas, inevitables, hasta necesarias. Las decisiones se adoptan de volea, algunos resquemores pueden quedar. Vanoli tuvo diferencias con integrantes del equipo económico y de otros ministerios respecto del IFE,

Según se comenta en quinchos oficialistas, el Gobierno discutía ahora si prorrogar su vigencia por un mes más. Vanoli, comentan, estaba entre los menos convencidos. Debate nada virtual porque se supuso que el gasto social pertinente rondaría los 40.000 millones de pesos y lo cuasi duplicó. Pero la funcionalidad de la transferencia de ingresos es tan innegable como acuciante.

Pronto se sabrá qué se define al respecto. “Tenemos que acelerar otros pagos” explican, se atribulan y prometen en Balcarce 50.

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Todo cambio expresa una revisión y un recálculo. Se gestiona a un compás jamás visto, carece de sentido ponerlo en cuestión.

El Gobierno interpreta que la ANSES tiene que gestionar a mayor velocidad, con mayor cercanía a “la gente”, en contacto fluido con los ejecutivos provinciales y municipales.

La ANSES, una agencia fortalecida técnica y operativamente durante el kirchnerismo, fue crucial para ampliar el piso de protección social de los argentinos. Ahora, en medio de una crisis inédita, ese rol debe ser multiplicado. Decirlo es sencillo, concretarlo un colosal desafío para Raverta. Directamente proporcional a las necesidades crecientes de millones de argentinos de un abanico social que se amplifica día tras día.

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