En menos de quince años el paraíso estará alojado en “la nube” digital. Tal es la premisa de Upload (dispuesta en Amazon Prime Video desde el último viernes) que incursiona en una versión futurista y artificial del más allá como un servicio al costo. Y las opciones son infinitas: uno puede mantener contacto con el mundo vivo mientras socializa con otros muertos, tener la forma de un avatar a gusto, vagar en un hotel con desayuno incluido, recibir consejos de un perro labrador y hasta despedir flatulencias con buen aroma. La entrega creada por Greg Daniels consta de ocho episodios de media hora y, según el propio realizador, se inscribe en el marco de series que indagan sobre la existencia tras la mortalidad. Dicho de otro modo, es una comedia que profundiza en una versión app de la eternidad y la letra chica del contrato.

“Los mejores días de tu vida pueden suceder cuando ésta termine”, promete una publicidad de Lake View, la residencia digital a la que va a parar Nathan Brown (Robbie Amell). El desarrollador de aplicaciones acaba allá arriba sin haberlo pensado demasiado y bastante influenciado por una novia frívola (Allegra Edwards). El entorno y las amenities son propias de un folleto de hotel victoriano, con vistas naturales a lagos, bosques de árboles falsos, botones que no le quitan la vista y la calma de calefacción a leña. “Estoy viviendo la vida soñada de mi abuela”, resume el protagonista que cuenta con una concierge espiritual y asistente llamada Nora Anthony (Andy Allo). El trabajo de la empleada de la firma Horizen, un “ángel” paradójicamente en la jerga de la empresa, es que el huésped se sienta satisfecho pero su interés, episodio tras episodio, irá creciendo. Al fin y al cabo, Upload tiene tanto de sátira liviana como de esas comedias románticas donde la dupla a quererse tiene sus imposibilidades. En este caso, que una respire y la otra haya estirado la pata. Ella una chica con obsesiones “retro” como las películas de Adam Sandler y él un despreocupado y carilindo veinteañero que fallece cuando no había llegado siquiera a sus treinta años producto de un accidente de autos (un vehículo autónomo para peor). O mejor dicho, una persona real con otra compuesta por 0 y 1 subidos a un banco de datos.

Del lado de los vivos, hay impresoras 3D de comida, los teléfonos son holográficos y los humanos están bastante convencidos de la propuesta de la vida eterna artificial. ¿Otro detalle de ese 2033? Oprah Winfrey habría sido presidenta de los Estados Unidos. Instantáneas de tiempos venideros en los que el capitalismo llega a cooptar hasta lo supraterrenal. Es un mensaje ciertamente retorcido y oscuro, no solo los muertos siguen consumiendo en estos resorts para occisos, sino que se los trata de manera preferencial en tanto puedan pagar esos beneficios. Pero la entrega se siente cómoda en sus chistes sobre la tecnología esclavizante, o en las fallas del sistema que de a ratos se cuelga y luce su cara infernal con popups publicitarias. Por otro lado, aunque Upload deslice una crítica al corporativismo (Disney y Facebook son algunos de los propietarios de otros paraísos digitales) y la compra compulsiva, sus bromas por momentos se sienten suavizadas por el marco general.

Según Daniels, el mensaje de un edén clasista de Upoad representa las injusticias del mundo actual. No menos cierto es que muchos de los planteos, contextos y gadgets ficcionales de la serie ya se vieron en otras entregas recientes. Toda su armazón es similar al episodio “San Junipero” de Black Mirror. Mientras que la “biblia pop” ya fue planteada en Miracle Workers, Devs, Forever y The Good Place. Ésta última concebida por Michael Schur, antiguo colaborador de Daniels en las reverenciadas Parks & Recreations y The Office. “Estuve trabajando en el proyecto por un largo tiempo así que me sentí perturbado cuando aparecieron programas con una tónica similar. Pero es todo como un nuevo género ahora”, dijo el realizador, quien descree que su versión del futuro sea distópica o utópica. “Es mediotópica”, sintetizó.