Gerardo Gandini contaba que había descubierto el tango al sorprenderse silbando uno mientra caminaba por una callecita romana. Pablo Aslan estudiaba música en California y uno de sus maestros, el contrabajista Charlie Haden, llevó un invitado a su clase, Dino Saluzzi. Ellos tocaron juntos y esa fue su epifanía personal. “Fue una especie de flechazo” cuenta este músico que actualmente vive en Nueva York y que está en Buenos Aires para dos proyectos de alto vuelo. Uno de ellos es la participación, junto a la Sinfónica Nacional, en la obra Ñandú, de Emilio Solla, que se estrenó anoche en el CCK. Y el otro es el ciclo de relecturas de la obra de Pugliese que está desarrollando en la Usina del Arte, donde se presentará hoy a las 20 y que se completará el próximo viernes 24 a las 20.30.

“Hay algo muy poderoso en la música de Pugliese”, dice Aslan, uno de cuyos trabajos discográficos anteriores fue la reconstrucción del quinteto que Piazzolla formó en Nuena York en 1959, un grupo maldito –y maldecido por el propio bandoneonista– y sin embargo sumamente interesante y, si se tiene en ecuenta la época en que fue concebido, absolutamente original. “Cuando Adrián Iaies –actual director artístico de la Usina– me convocó entendí que no quería un trabajo de reproducción sino de apropiación. Y eso realmente me interesaba. En parte porque me permitía investigar en aspectos del estilo de Pugliese que me interesan muchísimo y, diría que especialmente, porque estaba con los músicos adecuados para hacer que eso fuera estimulante, creativo e interesante”. Uno de los cómplices necesarios, en este caso, es Emilio Solla. “El hecho de que coincidiéramos en Buenos Aires me permitió pensar que era posible un abordaje a esa música, porque Emilio, como yo, trabaja con los músicos. No se trata de llegar con la partitura y decir ‘es esto’ sino de ir creando con cada uuno de los intérpretes, de incorporar lo que ellos tienen como propio e, incluso, sus dudas y sus preguntas.”

Otro de los partícipes ireemplazables en este Songbook Pugliese, es el Pollo Raffo quien, en esta ocasión, se hace cargo, con los teclados, de lo que en la orquesta de Pugliese era la fila de bandoneones. “No es literal, desde ya”, aclara Aslán. “No se trata de una obra de museo sino de rescatar su vitalidad. El sonido de la orquesta de Pugliese, y sus temas, tanto en sus arreglos como en los de Emilio Balcarce o Julián Plaza, o, en otro sentido, sus acentos, sus desplazamientos rítmicos, sus silencios y sus suspensos, son nuestro punto de partida.” En el violín está, por su parte, otro de los grandes músicos argentinos del momento, el violinista Ramiro Gallo. El grupo se completa con Aslán en contrabajo (obviamente), Ramiro Gallo en vioalín; Juan “Pollo” Raffo en teclados; Emilio Solla en piano; Fernando Martínez en batería y Hernán Ambrogi en electrónica.