El nudo materno empieza con un parto y termina con un viaje en avión. Dos ritos de pasaje, dos tránsitos particulares que Jane Lazarre, su autora, eligió para enmarcar este texto autobiográfico sobre su experiencia como madre. Un libro que tuvo su primer edición en 1976, cuando toda la cuestión alrededor de la mujer y la maternidad no formaba parte de la agenda ni siquiera del feminismo, mucho menos de la psicología, la sociología, o la antropología contemporáneas. Muchas cosas han cambiado desde entonces hasta ahora, no sólo en el plano social, sino también en el de la literatura sobre el tema. Por eso enfrentarse con El nudo materno es de algún modo hacerlo con un clásico: sus palabras reverberan en los años transcurridos, tienen el peso de ser precursoras, a la vez que no hablan solo de una coyuntura particular que necesita ser revisada, sino de un espectro mucho más amplio, que llega hasta nuestros días en toda su complejidad. La editorial española Las afueras fue la primera en traducirlo al español. El libro que circula en Argentina fue impreso acá, por lo que se encuentra disponible en librerías a precios locales.

Hay que saber que Lazarre es una novelista y ensayista estadounidense, autora de libros fundamentales de la escritura memorialística, como el que tenemos entre manos y Beyond the Whiteness of Whiteness: Memoir of a White Mother of Black Sons (1995) centrado en las fricciones identitarias y raciales en los Estados Unidos. A lo largo de los últimos cuarenta años, su trabajo se ha repartido entre la docencia en prestigiosas instituciones como la Universidad de Yale o el City College de Nueva York y columnas para diarios y revistas. Pero mucho antes de todas estas derivas está El nudo materno: la primera piedra, donde planteó sus ideas centrales, y que con el correr del tiempo se convirtió en un clásico del feminismo.

Combinación de ensayo y ficción, este libro da cuenta con todo detalle, del estado físico y mental de una mujer que acaba de convertirse en madre. Su marido es un hombre de color, por lo que el hijo de ambos es también el resultado de una unión política, un matrimonio interracial que encuentra muchas veces las puertas cerradas tanto de la comunidad blanca como de la negra. Mientras se suceden las movilizaciones por la liberación de dos miembros de Black Panther, ella piensa en su propia lucha. El relato tiene la intimidad de un diario, pero uno hecho a partir de notas del momento y elaborado después. Una escritura que con los pies hundidos en el barro de la crianza, logra levantar cabeza para ver el proceso más largo, y todas las sutiles etapas – y capas-- que forman parte de él.

La autora se presenta desde un comienzo como parte de las feministas de fines de los sesenta. Describe con humor y precisión los hábitos – hasta de vestuario—y conceptos del grupo para la Liberación de la mujer con el que se reunía semanalmente. En su horizonte estaba la búsqueda de la igualdad y la persecución de “un futuro andrógino”. Intentaban a la vez que modificarse a si mismas y tener una visión comunitaria de sus luchas, compartirlo todo con los hombres. Su compañero va aceptando sus ideas, pero todo este camino se choca con el abismo que se le presenta cuando queda embarazada. Un nuevo sentido de dependencia aparece –a su hijo primero, pero también a su marido, para compartir con él las tareas de cuidado— que no era comprendido por su grupo. Aun así ella se sigue considerando feminista, pero asume que no puede compartir sus problemas con nadie.

Este libro entonces, es el resultado de sus malestares y pensamientos más viscerales vividos en esa soledad y ese extrañamiento. El nudo materno es el monólogo interior de la protagonista, entre el desafío cotidiano de la maternidad, sus rutinas alienantes, y las expectativas sociales y culturales que pesan sobre su propia vida. “Me había convencido de que era la única madre del mundo que odiaba al niño al que amaba con una intensidad enorme”, escribe. Varias voces se confunden y operan como un coro continuo dentro de su mente: la de su madre fallecida cuando la autora era una niña, la de otras iguales que ella que aceptan de mejor grado lo que les toca, la de las académicas antihijos con las que se empieza a cruzar en la universidad, la de su pareja, otros hombres, hasta la de su propio padre.

Lo que la atormenta, desde el parto en adelante, es el mito de “la buena madre”, que no puede cumplir, pero tampoco derribar. Incluso después de parir, sigue creyendo eso que en el texto no duda en calificar de falacia. Será necesario que pase el tiempo, que su hijo deje algunos espacios vacíos para que entre el oxígeno y el ciclo del amor recomience. Con ese aire también poder pensar y buscar estrategias esta vez compartidas con otras mujeres, comunitarias, para criar pero también para volver a estudiar y volver a escribir.

“Escribía para no perder la pista del camino de mi vida, por así decirlo. (…) La única manera de combatir esos síntomas y encontrar la paz era ponerme a escribir en mi cuaderno de notas.”, anota al principio de su periplo. Luego escribir también va a ser un problema, e incluso a traerle más frustración. Frente a toda la exigencia que implicaba criar un bebé en soledad, la escritura pasa a ser una utopía inalcanzable. Aun así, el tiempo va a permitirle reordenar prioridades y encontrar ese hueco. “Vivir sin escribir ni dejar constancia de las cosas siempre me ha resultado desconcertante, Nunca acabo de creer que he entendido algo hasta que no lo describo una y otra vez con todo detalle. (…) meses o años más tarde releo lo que escrito y me digo tranquilamente ‘aja, esto es lo que pasó. Entonces comprendo cómo me sentía en aquel momento.’”

Y esto es lo que pasó. Lazarre desentraña su propia experiencia pura y dura, abre el juego de su ambivalencia y autoconocimiento, para que puedan servirle a otras. Hoy, que contamos con una biblioteca entera sobre el tema --en la que se puede encontrar poesía, narrativa y ensayo--, su libro tiene el valor de haber abierto ese camino paralelo: una senda viva que puede bifurcarse indefinidamente y encontrar otros puntos desde donde, lejos de la opresión, pensar y vivir la maternidad.