“El no tenía belleza ni hermosura. Fue rechazado y despreciado por todos. Soportó dolores y sufrimientos terribles. Nos rehusamos a mirarlo a los ojos, a escuchar sus palabras. Sin embargo, eran nuestros pecados los que él cargaba. Y nuestras enfermedades las tomó para sí. Él acepto sufrir en nuestro lugar, pagando por nuestros errores. Fuimos redimidos por el castigo que él recibió, por las heridas que le fueron infringidas. Estábamos condenados. Pero él asumió toda la culpa. No se justificó ni abrió su boca, así como un cordero que se queda mudo cuando es llevado al sacrificio. Por nuestras transgresiones él fue asesinado”. La voz en off, cavernosa, marcó el comienzo de Jesús, la flamante telenovela basada en escrituras bíblicas que estrenó esta semana Telefe (lunes a viernes a las 22). La ficción brasileña, que se enmarca dentro del proceso evangelizador por otros medios, encontró en la incertidumbre solitaria que impuso la pandemia una audiencia de TV abierta ávida de creer en algo. El rating así lo marca: es el programa más visto de la pantalla chica argentina desde su estreno.

Desde hace tiempo la televisión le quitó al templo el monopolio de la evangelización. Los pastores electrónicos hicieron escuela desde los horarios marginales y sembraron el terreno para que el mensaje se difunda desde el género más masivo y popular de la pantalla: la telenovela convertida en difusora de creencias religiosas. Esa es la veta que desde hace tiempo desarrolló la Iglesia Universal del Reino De Dios (IURD), que desde Brasil pasó del imperativo “pare de sufrir” a la dramaturgia eclesiástica televisiva. Primero lo hizo en la tierra que hoy (des)maneja Jair Bolsonaro, produciendo historias bíblicas seriadas o noveladas programadas en RecordTV, que amenazaron a la poderosa Globo TV. Y luego hizo pie en diversos lugares del mundo, donde sus impecables producciones televisivas se dedican a cosechar audiencias masivas con sus tramas que -a contramano de lo que pasa en la calle- refuerzan los aspectos de la sociedad patriarcal más rancia. Moisés y los 10 mandamientos fue la primera en hacer lo suyo en Argentina, allá por 2016, también en Telefe.

Jesus es la nueva telenovela producida y desarrollada desde la concepción neopentecostal de la Iglesia Universal del Reino De Dios (IURD), fundada en 1977 por Edir Macedo en Río de Janeiro. La organización religiosa se convirtió en un poder social, político y mediático cada vez más extendido en Brasil, a partir de su imperio comunicacional y de la fundación de su propio partido, el PRB (Partido Republicano Brasileño). Su ascendencia en la población brasileña es tan grande -religión y medios, mediante- que el PRB logró que en 2016 Marcelo Crivella (sobrino de Macedo) fuera elegido alcalde de Río de Janeiro. No es casualidad que Macedo haya puesto a disposición de la campaña de Bolsonaro (cuyo segundo nombre es, justamente, “Messías”) todo su armado religioso, mediático y político. El discurso fundacional de la campaña de Bolsonaro, casi presentándose como un enviado de Dios que venía a sacar a Brasil del oscurantismo al que lo había llevado el PT, encontró en la IURD a una aliada fundamental.

Al igual que otras ficciones de la IURD, Jesús es una super producción de enorme factura técnica. Filmada entre Marruecos y Brasil, la telenovela cuenta con grandes paisajes y una hermosa fotografía, además de un vestuario de época impecable. La trama recrea libremente la historia de Jesús, desde el anuncio de la llegada del hijo de Dios hasta la posterior orden de arresto y condena a muerte por parte del rey Herodes. En estos primeros capítulos se pudo ver la llegada del “salvador”, mostrando a la región de Judea envuelta en un clima de tensión, ante los rebeldes que buscan alzarse contra la violencia de Herodes y de los enviados de Roma. A punto de casarse, María y José se llevan buena parte del relato, sobre todo ante la revelación a María de que es “la” elegida para concebir al niño Jesús. Lo que vendrá es conocido: Jesús es criado como un niño común hasta que con el paso del tiempo pone en marcha su “misión” en la Tierra, llevando sus enseñanzas y su paz por los pueblos hasta su crucifixión.

En su primera semana de emisión en Argentina, Jesús replicó el éxito que obtuvo en 2018, cuando se estrenó en Brasil: fue el programa más visto de cada día. El lunes, en su debut, la ficción de 139 capítulos (que Telefé hará estirar lo más que pueda) fue la más elegida por los argentinos con 12,4 puntos de rating. El martes no sólo mantuvo su audiencia sino que la mejoró: promedió 14 puntos. El crecimiento de televidentes/fieles no se frenó el miércoles, cuando alcanzó su máximo pico, con una marca de 15,1 puntos. Los 13,7 puntos que midió el jueves, sin embargo, no la quitaron de lo más alto. Ni su historia conocida universalmente, ni su concepción social medieval, ni tampoco su doblaje, parecen ser un problema a los ojos de los televidentes argentinos. Tal vez justamente porque buena parte de la audiencia de la TV abierta argentina supera los 40 años y se siente más interpelada por este tipo de productos -que abordan la religión y la fe desde personajes históricos- que otros más transgresores en términos culturales. La pregunta, en todo caso, es qué hubiera pasado si en medio del aislamiento social preventivo y obligatorio no hubiese sido Jesús sino una ficción argentina la que se estrenara. ¿Habría cosechado la misma audiencia?

La traslación televisiva del relato bíblico asume en Jesús la estructura propia de una telenovela. Más allá del mito fundacional, que asume en los primero episodios exagerada grandilocuencia, la ficción tiene todo para atrapar a una audiencia dispuesta a embarcarse en una historia que la distraiga de la Covid-19 y la transporte a otros mundos. En la trama de Jesús hay amor y acción, hay traición y puja de poder, hay odio y lealtad, envidia e idealismo, venganza y conspiración, crueldad y compasión... Todo interpretado por actores que parecen salidos más de un book de modelaje del siglo XXI que del tipo de vida propio de la Edad Antigua. En la historia también el bien y el mal -a trazo grueso y siempre aleccionador- disputan su propio juego. El atractivo dramático de ese combo es ineludible para los amantes del género.

Claro que nadie puede negar lo que se esconde detrás de este moderno recurso evangelizador. Los sosbreimpresos de los pasajes bíblicos en los que se basan las escenas son los hilos visibles de su propósito. Las novelas producidas por la IURD parecen haber encontrado la fórmula ideal para atraer a amas de casa y adultos mayores, para quienes la religión sigue siendo un elemento constitutivo de sus vidas. En ese terreno de la audiencia, Jesús cumple con creces el doble fin de emocionar, a la vez que de lograr que los espectadores amen al bueno y odien al malo, sin dudas ni término medio. Y que fijen mediante las telenovelas que el sacrificio en el mundo terrenal les garantizará una mejor vida en el más allá. Palabra de Dios.