Autora de una obra mínima y perfecta, María Luisa Bombal es una de las las voces más importantes de la literatura chilena. Una voz secreta pero que llegó a los oídos correctos y dejó su influjo en las sombras, allí donde crecen las plantas más suaves y extrañas: allí nacieron y quedaron sus palabras, condensadas en dos novelas y un puñado de cuentos publicados entre Argentina, Chile y Estados Unidos, donde esta mujer hermosa y extravagante vivió. Una poeta de la prosa, dueña de una escritura precisa y enigmática, que hechiza desde la primera línea. Interlocutora privilegiada y amiga de Pablo Neruda y Jorge Luis Borges, su vida es también parte de esa obra. Impetuosa y cosmopolita, pero atada a las convenciones que una mujer de la alta burguesía podía permitirse en las primeras décadas del siglo XX. Atravesada por el rayo violento del amor, su sufrimiento quedó de algún modo tallado en sus dos novelas La última niebla y La amortajada, a veces adelantándose a los hechos, otras apropiándose de ellos para llevarlos aún más alto en la fantasía. No es posible leer a ninguna de las protagonistas de sus relatos y no pensar en ella, María Luisa Bombal, que fue capaz de mucho, ir con su cuerpo hacia lo prohibido y salir, si bien no ilesa, por lo menos viva.

Es esta la historia que cuenta María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, que acaba de salir por Ediciones Universidad Diego Portales de Chile. Escrito por Diego Zúñiga, joven narrador chileno que traza en este perfil un fino entramado que recorre los días de la narradora, apropiándose de sus motivos para unir los hilos sueltos de una vida misteriosa y triste, a la vez que poner en su lugar a una obra que merece ser revalorizada con urgencia. Un libro compacto y escrito con delicadeza que a la vez que narra y reflexiona, invita a leer a su protagonista de un modo nuevo, receptivo a sus contradicciones y cercano a las generaciones más jóvenes de las que el autor forma parte.

LOS AÑOS LOCOS

Bombal nació en Viña del Mar en 1910 y vivió en esa ciudad hasta que la muerte prematura de su padre –cuando ella tenía nueve años– hizo que su madre decidiera mudarse primero a la casa de un abuelo y luego, en 1923, a Paris. Su formación como lectora y como escritora va a tener lugar en esa ciudad. Paris era una fiesta y María Luisa lo capturó en seguida. Estudia en un colegio católico, toma clases de violín, se convierte en una lectora ejemplar y comienza a escribir poemas.

En las entrevistas que le hicieron siempre contó que su primer contacto con la literatura había sido a través de los cuentos que le leía su madre, de ascendencia del norte de Europa: cuentos fantásticos de los Hermanos Grimm y Hans Christian Andersen leídos en idioma original. Pero en Paris descubriría a los clásicos franceses del siglo XIX –Balzac, Flaubert, Sthendal– y conocería gente que sería clave en su futuro, como al escritor argentino Ricardo Güiraldes, que le dice que debe dedicarse a escribir. Y no sólo a él. En una escuela de teatro experimental fue compañera de Antonin Artaud. Eran los locos años veinte. Por eso, como escribe Diego Zúñiga: “Su literatura será heredera de las vanguardias históricas, una bomba que explotará en medio de aquellos retratos naturalistas a los que estaba acostumbrada la literatura latinoamericana y chilena”.

En 1931 vuelve a Chile obligada por su escandalizada madre, quien ya había retornado al país y se enteró de sus escarceos con las artes escénicas. Y es en Valparaíso, donde la deja el barco con el que cruzó el Atlántico, donde conoce a su gran amor, Eulogio Sánchez. En ese tiempo, a la vez que verse a escondidas con Eulogio y sufrir por su situación complicada –casado, pero separado de hecho– se vincula con otros escritores chilenos. Su familia se traslada a Santiago donde conoce a Pablo Neruda y a Marta Brunet a quienes ve en diversas tertulias. Conversan sobre sus lecturas parisinas de Verlaine, Mallarmé y Baudelaire, muy valoradas por los locales. Es conocida la elogiosa y sesgadamente machista opinión de Neruda sobre Bombal: “Es la única mujer con la cual se puede hablar seriamente de literatura.”

Entonces ocurre una escena fatídica. Eulogio comienza a alejarla, pero tratando de no ofenderla, la invita a cenar junto con una de sus hermanas a su casa. En medio de la comida María Luisa se levanta, va hasta uno de los cuartos, toma un arma y se dispara. El tiro le da en un hombro. Luego de esa noche, Eulogio desaparece. Ella está desesperada, siente que no tiene nada que hacer en Chile. Pablo Neruda y su mujer la invitan a Buenos Aires, donde el gran poeta fue nombrado cónsul. Se traslada a Buenos Aires y se instala en la casa de sus amigos, donde va a intentar reiniciar su vida, lejos de aquel amor trágico que la estaba volviendo loca. Le saldrá a medias.

DIARIO ARGENTINO

Pero en Buenos Aires comienza una nueva historia. “Aquí empieza, en estricto rigor rigor, la vida literaria de María Luisa Bombal: los años definitivos, casi siete años en lo que escribió toda su obra, cada palabra por la que hoy sigue siendo recordada y leída por generaciones de adolescentes que en la escuela les toca descubrir esos sueños y pesadillas que dejó registradas en La última niebla, La amortajada y ese cuento perfecto que es El árbol”, anota Zúñiga.

En la mesa de la cocina de Neruda escribe La última niebla. Un relato fascinante sobre una mujer que en un fundo alejado de la ciudad, en las horas largas que le deja su matrimonio letárgico, fantasea con un hombre al que vio una sola vez. La naturaleza la absorbe y en medio de pantanos y árboles tenebrosos evoca una y otra vez escenas que no volverá a vivir. Es un texto onírico, de un deslumbrante trabajo con el lenguaje y a la vez un retrato perfecto de la sensibilidad de una mujer aislada, sin un entorno social claro, metida hacia adentro y que solo escapa en sueños. En esta novela, según los estudiosos, está descrito el primer orgasmo narrado por una mujer en la literatura chilena. Nada menos.

El libro sale de imprenta en 1935 y es muy bien recibido por la crítica porteña. Algunos ejemplares cruzan la cordillera, circulan de mano en mano entre sus amigos y un puñado de críticos celebran el debut de la novelista. No solo los chilenos, sino también los argentinos que había empezado a frecuentar. Oliverio Girondo y Norah Lange, a quienes había encandilado con su conversación brillante y aguda. Aquí conocerá al que será su primer marido, el pintor Jorge Largo, con quién tendrá un matrimonio breve y fallido.

Y es también en la casa de Lange y Girondo donde conoce a José Bianco y Jorge Luis Borges, con los que será muy cercana en esos años porteños. Su amistad con Borges fue estrecha, se leían, paseaban, iban al cine, a escuchar tango. Esta amistad le permitió acercarse al grupo Sur, empezar a colaborar con algunos textos de crítica para la revista. Victoria Ocampo, la va a recibir en su editorial, donde publica su segundo libro La amortajada.

En una de sus tantas caminatas con el escritor le cuenta el argumento de un relato. Una mujer que ya muerta, en el ataúd donde la rodean sus familiares y amigos, hace un racconto de su vida. Un relato fantástico de una atmósfera oscura donde las voces de los deudos y de la propia amortajada se confunden. Borges duda de esa mezcla de registros, lo realista y lo surreal. Sin embargo Bombal decide escribirlo. Corrige, avanza, llega a una versión que empieza a circular entre sus amigos hasta que Victoria decide publicarla. Así comienza La amortajada: “Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas. A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no había logrado empañar. Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que Ella los veía. Porque ella veía, sentía.”

La novela se publica en 1938. En una elogiosa reseña que publica en Sur Borges recordará la conversación que habían tenido tiempo atrás y sus equivocadas sospechas. Y cierra diciendo una frase que se repetirá siempre en los textos sobre Bombal: “Libro de triste magia, deliberadamente suranée, libro de oculta organización eficaz, libro que no olvidará nuestra América.”

Las críticas y el entusiasmo que desata son unánimes. La amortajada es aun más complejo y extraño que el anterior. La precisión con que describe el limbo de una mujer entre la vida y la muerte no tenían precedentes. Sus desamores parecen tomados de materiales autobiográficos, pero introducidos con una maestría que sorprende. Bombal tiene 27 años y su lugar en la literatura está asegurado para siempre.

PUERTA CERRADA

María Luisa sigue en Buenos Aires, y sigue en vena. Termina cinco cuentos uno de ellos es el célebre El árbol, que se publicará en la revista Sur. Escribe reseñas, entre ellas una sobre Puerta cerrada de Luis Saslavsky que le valdrá la amistad con el director. Y luego, la escritura de un guión de cine para él: La casa del recuerdo que se estrena en 1940 y es un éxito. Se le abren las puertas del cine y algunos años después, en Estados Unidos, volverá a él. Pero ahora, con estos textos se clausuran sus años argentinos. Con lo que se pondrá punto final también prácticamente a toda su obra. Sobrevendrá un silencio literario, plagado de tristezas y tragedia.

En 1940 vuelve a Chile. Está en medio de un –nuevo– desengaño amoroso y al mismo tiempo de la escritura de María Griselda, el que va a ser su último cuento. Sus amigos temen por su salud mental, con razón. En ese momento se entera de que su gran amor Eulogio Sánchez volvió al país.

Hay una escena de la vida de María Luisa Bombal alrededor de la que todo lo demás gira en círculos. Es la historia que siempre se cuenta, cuando se habla de su trágica vida. Y ocurre en esos días. El 26 de enero de 1941 la escritora despierta en el Hotel Crillón, en pleno centro de Santiago. Almuerza con su madre, vuelve al hotel y toma unas copas. Intenta escribirle una carta a Eulogio pero no lo logra. Sale del hotel y lo ve. Eulogio, lo llama, él se da vuelta. Y ella le dispara una, dos, tres, cuatro veces. Él se desploma en el suelo. Alguien lo mete en un taxi. La llevan a la comisaría y luego a un correccional de mujeres. Ella está en shock. Perdió el habla y cree que mató a su primer amor.

Muchas veces le preguntaron a la escritora por ese episodio, el intento de homicidio de su amante, pero ella nunca quiso hablar realmente. Dio algunas respuestas vagas hasta luego guardar un silencio definitivo. Fue absuelta, luego de penosos exámenes psíquicos y vericuetos judiciales. Él sobrevivió al ataque. Nunca más volvieron a verse. Al año siguiente María Luisa viaja a Estados Unidos donde residirá por los siguientes 30 años.

VIAJES DE PELÍCULA

Desde el otro lado del teléfono Zúñiga reflexiona sobre los años argentinos y lo que vinieron después: “Los años que vive en Buenos Aires son fundamentales en términos creativos: un par de años epifánicos. Todo eso me hizo pensar mucho en el prólogo que escribe Eliot a los ensayos de Pound, donde cuenta lo importante que fue Pound para toda una literatura con sus intervenciones críticas, y que en el fondo dice que Pound lo que buscaba era armar un campo literario muy estimulante pues eso indudablemente iba a impactar en su propia escritura. Y así fue. Y creo que algo de eso le pasó a Bombal. No me parece gratuito que la mayor parte de su obra, haya sido escrita en ese momento, con esos diálogos que deben haber nutrido su propia escritura, sus lectura, su imaginación. Después de Buenos Aires viene a Chile y sólo tragedias, y más tarde se va a Estados Unidos y nada, pareciera que allí no pasó nada realmente tan estimulante en términos culturales como para que ella volviera a escribir.”

En Washington trabaja para la embajada chilena. Luego se muda a Nueva York, donde colabora con la agencia de publicidad Sterling. Se dedica a la lectura y a la bebida, un hábito que la va acompañar –y empujar también, si se quiere– hasta la muerte. Zúñiga escribe: “Si tuviéramos que resumir en dos palabras lo que serán los 30 años de Bombal en Estados Unidos habría que decir: Hollywood y matrimonio”. En 1946 le compran texto, House of Mist, para realizar una película, y aunque cobra una cifra exorbitante, el filme nunca se realiza. Allí también conoce y se casa con el conde francés Raphael 'Fal' Saint-Phalle y Chabannes. Y con él tiene a su única hija, Brigitte.

En esos tiempos la poeta Gabriela Mistral es nombrada cónsul chilena en Nueva York. Ya se conocían y carteaban pero es aquí que traban una amistad fuerte. No son muchos más los amigos que tiene ahí. La vida familiar, lo doméstico, la abruman y sobrepasan. Brigitte y Fal, siente, están cada vez más lejos. Y el derrumbe emocional es inminente.

Durante la década del sesenta viaja algunas veces a Chile, no quiere que la olviden. El 1967 la postulan, por primera vez, al Premio Nacional de Literatura, pero para variar, se lo dan a un hombre. Vuelve a Estados Unidos, pero su relación con su hija Brigitte es distante, ella estudia Matemática en la Universidad de Cornell, y casi no se comunica con su madre. En 1969 Fal enferma gravemente y muere. María Luisa está sola en Estados Unidos, deprimida, muy aferrada a la bebida y decide volver. En 1973 regresa definitivamente a Santiago, poca semanas antes del golpe de Augusto Pinochet. Una dictadura sobre la que va a tener algunos comentarios favorables. No va a volver a salir de Chile, ni va a escribir una línea más hasta su muerte en 1980.

LAS CALLES DE COMALA

Durante todo ese tiempo las lecturas sobre la obra de María Luisa se suceden y multiplican. Diego Zúñiga cuenta, sobre su proceso de escritura del libro: “No sé si en la investigación descubrí muchas cosas más de las que algún experto en Bombal ya sabía. Los descubrimientos vinieron en otro plano, en el sentido de la lectura de sus libros: había días en que me fascinaban y había días en que no los entendía, pero al final, en medio de todas esas contradicciones, creo que se impuso una relación con su obra que me parece muy estimulante." Y agrega, sobre las diversas lecturas con las que se fue encontrando: “Hay que decir que Bombal tiene un lugar importante en el canon, que fue leída de manera muy entusiasta por los críticos literarios más significativos del siglo XX en Chile, digo, tuvo ese reconocimiento aunque nunca le entregaron el Premio Nacional de Literatura, y sí, ahí por supuesto que se deja ver el machismo de la escena chilena. Digo, Bombal es una excepción, es la rara también, la que publicó sólo un par de libros breves y la que intentó asesinar a su amante, en ese relato por supuesto que hay una mirada machista que, me parece, espero, se está cuestionando hoy. La academia siempre ha estudiado mucho a Bombal, sobre todo al principio desde una mirada feminista como la de Lucía Guerra y ahora creo que se la ha empezado a leer desde otros lugares, lo que me parece destacable, pues su obra creo que está llena de pliegues, de contradicciones y de vínculos estéticos con otros proyectos literarios, como es el caso con Rulfo o con Armonía Sommers, por ejemplo.”

Fue el argentino José Bianco el primero que vinculó la literatura de Bombal con la obra de Juan Rulfo, ese otro escritor de obra breve y perfecta. En un texto que escribió para un homenaje a Bombal, cuatro años después de la muerte de la escritora. No va a ser el último que lo haga. Incluso el mismo Rulfo dice que La amortajada lo impresionó mucho en su juventud, y que fue una influencia clave en la escritura de ese prodigio fantasmal que es Pedro Páramo. Se conocieron en México, en 1940 y reencontraron en Chile, en 1972. “Ahí recordamos cómo nos habíamos conocido, y le agradecí su apreciación de mi obra. Le dije que sus páginas habían inspirado varias calles de Comala y dijo sentirse honrada”, recordó Rulfo.

Zúñiga deja en boca de Gabriel García Márquez una definición definitiva. Fue él quien dijo “No leí la obra de Bombal sino mucho después. La encontré buscando las propias lecturas e influencias de Rulfo. Ella es la adelantada de lo que se ha dado en llamar realismo mágico.” Pero no queda ahí. En la última sección del libro Zúñiga da lugar a una serie de voces de críticas y escritoras jóvenes chilenas que asumen la herencia fundamental de Bombal en sus escrituras a la vez que amplían la mirada sobre su trabajo. Muestran que la rareza de su obra – lo sentimental, lo onírico, lo melodramático, lo vanguardista, lo macabro – permanece de algún modo inalterable, no agota las posibilidades de lectura.

El libro de Zúñiga se inicia con la escena final. Y es la de la escritora amortajada, como la protagonista de su novela más célebre. Sus amigos y colegas rodeándola en esa última ceremonia. Y termina con la mención a un misterioso baúl que tendría material inédito, pero que quedó perdido en el limbo de la herencia entre un sobrino y su hija Brigitte. Será que alguna vez se abra su candado y aparezca, como una voz de entre los muertos, nuevamente, la de María Luisa Bombal.