Daniel Mundo es un doctor en Ciencias Sociales, Magister en Filosofía de la Cultura y Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la UBA que estudia y consume porno. Y reflexiona sobre el tema aunque se lo considere un género obvio y desprestigiado: “Wittgenstein escribió que la filosofía del futuro solo tendría sentido si se ponía a pensar obviedades ¿Y qué hay más obvio que la exposición total en el porno? Pero yo tomo muy en serio lo obvio”.

--Una tesis de su libro Variaciones sobre el porno es que la pornografía va a la vanguardia de la apropiación de cada nuevo soporte tecnológico, desde el surgimiento de la imprenta a internet.

--Mucho antes también. Como género visual, lo inventó el pintor Parrasio de Éfeso hacia el 360 a.C. enfocado en la expresividad de sus personajes. Sócrates contó que para pintar a Prometeo encadenado, Parrasio compró un esclavo anciano. Lo fue haciendo torturar en busca de la fisonomía perfecta del dolor. Mientras el hombre gritaba, los torturadores advertían que podía morir. Y el artista decía “sigan que estamos cerca”. Al final encontró el gesto de éxtasis del dolor para copiarlo y su modelo murió. Ese mismo hiperrealismo buscaría en sus cuadros pornográficos.

--¿Qué era lo obsceno desde el punto de vista sexual para los griegos? Ese criterio estético y moral va cambiando en la historia. El sexo se vivía de otra manera en Grecia y Roma.

--Tan distinta fue la concepción del sexo que la palabra homosexualidad no existía: la sexualidad era una sola. La bisexualidad era común y aceptada. Los guerreros griegos se la permitían de manera natural. Pero en Historia de la sexualidad, Foucault plantea que el mundo griego no fue una fiesta sexual: tuvo sus regulaciones. Era normal que un adulto tuviese sexo con un joven imberbe, pero solo por cierto tiempo: luego era mal visto. Y ese hombre no podía dejarse “sodomizar” por el muchacho: debía ser activo. Si incumplía las regulaciones tenía sanciones sociales.

--El Antiguo Testamento creó una regulación que se volvería arquetípica en el mundo occidental, generando el erotismo mediante el ocultamiento genital: la hoja de parra en el pubis de Eva.

--¡Totalmente! Esa hoja es el primer medio de comunicación. Ahí nace la sospecha de que siempre hay algo más detrás de lo que uno ve. McLuhan planteó que la ropa es un medio de comunicación (dice algo) y la hoja está diciendo “aquí hay algo muy importante que solo se puede ver en cierta circunstancia”. La hoja es el signo del pudor y de la necesidad de ocultar partes del cuerpo para construir un orden social.

--¿Cómo continúa la pornografía adaptándose a la técnica?

--La primera tecnología mediática fue la imprenta en 1450 usada para multiplicar la Biblia. Su segundo uso fue reproducir grabados y panfletos pornográficos, y más tarde novelas porno que se consumían igual que otros manuales de comportamiento: eran reguladores de conducta y gestos en la vida cortesana con función pedagógica. Eructar o besar a tu mujer en público era de mal gusto, por ejemplo. Daguerre inventó el 1839 su dispositivo prefotográfico. Un año después aparecieron los daguerrotipos porno. Los hermanos Lumière crearon el cinematógrafo en 1895 y un año después Thomas Edison filmó El Beso, un primer plano de un beso pudoroso que fue censurado. Al masificarse las cámaras de VHS los padres filmaban el cumpleaños del hijo y luego una porno.

--Su libro propone que la pornografía no es un signo ni una imagen, tampoco una película.

--Porque no es algo sustancial sino la relación específica que entabla el usuario con el bosque de signos de un video, hasta identificar uno que le hace “click” despertando aquello para lo que fue destinado: una excitación pulsional. Si no excita, no hay signo porno. La definición es de Bataille: “la pornografía no es un objeto sino una relación entre un objeto y el espíritu de una persona”. En la década del 60 el juez Porter en EE.UU. era el regulador de la obscenidad en cine. Le preguntaron qué era el porno y dijo: “no podría definirlo pero lo distingo ni bien lo veo”. Cuando murió en su escritorio había centenares de fotos de ombligos: su signo pornográfico era un ombligo y no lo que censuraba. Lo porno es el tipo de vínculo excitante y subjetivo que alguien tiene con un signo, sea cual sea.

--Para usted la pornología no es el análisis semiológico de la pornografía sino la investigación de los afectos en la sociedad virtual.

--La veo como una disciplina donde estudiar el sexo mismo de la sociedad posmoderna eléctrica, un tipo específico de sexo y afectos: el sexo sin afecto, puro, mecánico e instrumental propio de la era multimediática y virtual. El porno ya no remite a su etimología inventada por Parrasio --la grafía (el registro) de la pórnē (prostituta)-- sino a una lógica de vinculación afectiva caracterizada por un afecto sin afecto ni sentimentalismo que genera satisfacción frustrante. No estudiamos las películas sino la lógica de vinculación que entreteje la sociedad de masas del siglo XXI. Algún día será la disciplina de un paradigma de saber que estamos inaugurando. El porno es el horizonte hacia el que se dirige la sociedad.

--¿Qué ha observado sobre esa lógica? ¿Cómo se refleja el vínculo porno?

--Vislumbro un vínculo con tendencia a la soledad marcado por el imperativo del goce permanente, brutal y salvaje. Se aspira dejar de lado el hecho de que todo goce conlleva el riesgo de la herida narcisista. Pero goce, placer y dolor no se escinden. Quitarle al vínculo el lado doloroso de la pérdida es lo que Byung Chul Han llama la positivación del amor como mera satisfacción y consumo del otro. Y para neutralizar ese riesgo se recurre a entretenimientos y drogas que maximizan el imperativo del rendimiento en todos los aspectos desde el sexo al trabajo.

--El amor centennial tiende a abandonar la relación unívoca y el ya clásico romanticismo, así como las etiquetas.

--En un punto sí; o puede haber poliamor u otra cosa pero no puede haber más un vínculo posesivo. Será difícil para las nuevas generaciones pensar al otro como aquel con quien uno quiere compartir la vida en los términos de posesión con que fuimos formados en siglos pasados. Entre otros motivos, eso será distinto por la presencia de la tecnología.

--Byung Chul Han plantea que la “sociedad transparente” con su hiperexposición va perdiendo el erotismo y deviene en porno.

--Sí; lo que me pasa con Han es que sigue pensando al porno como un mal, como aquello a ser vencido por el erotismo. Todo está demostrando que esta sociedad ya eligió cuál es el registro en el que se quiere vincular. El erotismo puede ser muy valioso pero tiene un valor de anticuario. Hay personas que tienen la capacidad de desplegarlo pero la sociedad ya no logra procesar ese tipo de información. Creo que el sexo se está purificando de todo tipo de sentimentalidad y afectividad. Ese cambio es difícil para generaciones mayores formateadas para amar y en la necesidad de ser amado. Este es el punto en el que la sociedad está cambiando. Pero mantenemos el imaginario romántico de otro momento histórico. Pensamos que la forma de la relación amorosa clásica entre las personas es un vínculo natural: en verdad es resultado de cada momento histórico y de una construcción cultural que muta. Queremos vivir un amor loco con la pareja y al mismo tiempo llegar a casa y que ella nos espere con la comida hecha. ¿No es una contradicción?

--Pocos le prestan atención a los filósofos. Pero cuando el mundo entra en pánico, sale corriendo a hacerles preguntas como al oráculo de Delfos. ¿Cómo son y serán los vínculos en tiempos poscoronavirus?

--No creo que pueda cambiar la tendencia que ya tomó Occidente. Más bien se profundizará. El imaginario social parece rechazar aquella tendencia “romántica”: la quiere abolir. Si ya antes de esta crisis no se podía detener ese cambio, menos ahora. ¿Puede haber una sexualidad sin contacto epidérmico? La sociedad hoy se cerró detrás de una respuesta: “No”. Sin embargo, creo que la virtualidad y el porno abren el abanico y permiten nuevas sexualidades. Una parte de la sociedad no está capacitada para explorarlas y es lógico. Podemos ponernos a lloriquear cierta pérdida de los vínculos carnales. Pero hacia ahí ya iba la sociedad precovid-19.

--En Japón, hasta que se abrió al Occidente victoriano en 1858, la mujer se casaba con quien le asignaban. Hombres, monjes y mujeres contrataban servicios de prostitución con naturalidad. En la Argentina del siglo XXI ciertos adolescentes hablan sin problema de relaciones múltiples, abiertas, pasajeras o bisexuales.

--Esos cambios son permanentes: están inscriptos en la cultura. El tema que marca el imaginario sexual en la historia de Occidente es la penetración como fundamento del acto sexual. Creo que eso está abandonándose; la sexualidad ya no es solo penetración, ni quién penetra a quién en una relación de dominio. Ese poder es lo que está poniéndose en cuestión.

--Usted parece insinuar que no existirá más el amor de pareja, sino solo hacia la familia y amigos.

--Creo en distintos tipos de amor; hay uno perfecto en el que uno se funde con el otro en plenitud pero --como decía Freud-- es una enfermedad de la que hay que ayudar a la gente a salir rápido: el objeto de ese amor es en verdad el reflejo de uno mismo, nos proyectamos en ese otro y lo enmascaramos con nuestro rostro. Esa idealización tarde o temprano cae. La incapacidad de crear ese vínculo imposible con el ser “amado” produce frustración. Hay que ir dejando de lado cierto pensamiento progresista relacionado con el amor que no tolera el egoísmo y pregona todo el tiempo el sacrificio hacia el otro. Hasta que no aceptemos cuál es el principio del vínculo --el egoísmo y la gratificación personal-- no lo vamos a poder enfrentar en su realidad. Seguiremos pensando “qué malo ser egoísta”. Al pensar el vínculo porno no quisiera atenuantes y autojustificación: aceptemos la realidad sin mascaradas. No sigamos engañándonos ni vayamos más hacia esa utopía de que todos nos queremos y nos aceptamos, cuando en verdad cada cual canta su propia balada a la luz de la luna: son utopías que nunca existieron ni van a existir.

--Una parte importante de la sexualidad no solo está mediada por la tecnología en el nivel de la vinculación, sino que transcurre en el espacio virtual. Se dice que el porno es la muerte del sexo por esta razón. Pero el sexo virtual es real, ya sea con un Otro de carne en la pantalla, o con uno mismo inspirado en un signo porno.

--La realidad virtual no es un fraude sino una nueva verdad que no compite con la realidad física. Lo virtual no necesariamente es un simulacro: los signos digitales pierden la referencialidad en el sentido de no remitirya a otra cosa. En sí mismos son signos y cosas. No refieren a nada fuera de ellos. Este signo es una mediación de sí mismo. En la Era Analógica creíamos que en la materia estaba la esencia de las cosas. Pero en la Era Digital las imágenes virtualesya son algo, aun sin materialidad. Y son lo mismo siempre, así sean reproducidas un millón de veces en pantallas: son esencias sin materialidad y la copia es un original. Y no todo lo que existe es materia. La relación entre personas no tiene materialidad y existe (es parte del mundo metafísico). Lo que estamos viviendo es una expansión del mundo metafísico a través de la tecnología y el derrocamiento del principio dualista física-metafísica. El mega-encierro actual profundizará esto. El problema no es qué va a ocurrir después: simplemente iremos más a fondo en lo mismo. Lo importante es si vamos a seguir pretendiendo ser altruistas con el otro, cuando lo que deseamos es gozar en pos de nuestra satisfacción.

--Nuestra generación está parada en la piedra angular entre dos paradigmas perceptivos. Uno --el analógico-- es tan antiguo como el hombre. El digital, quizá será milenario también. ¡Vaya privilegio tener un pie en cada época como si nos pasara la línea del Ecuador entre las piernas! La virtualidades como una nueva dimensión que se agrega a las de tiempo y espacio. En tanto homo-analógicos, aun disociamos el espacio físico del virtual. Pero los nativos digitales los incorporan a nivel perceptivo como unidad --física y metafísica-- con una densidad mayor: lo virtual permite desplazarse a la velocidad de la luz sin moverse de casa y nos dota de una memoria externa descomunal.

--McLuhan decía que los medios y tecnologías son una extensión del ser humano y esto se puso en evidencia con el smartphone que además modifica órganos: los dedos yel cerebro más la psique y los deseos. No podemos desear igual que antes; nuestra libido se construye alrededor de aparatos. Hay una mutación del ser humano en cyborg que integrará los órdenes de realidad física y virtual: convivimos en ambos lugares de manera anfibia. Estamos entrando en la Era del Cyborg, unser o ente que también tiene sexo.

--Y el sexo del cyborg es el porno.

--¡Exacto! La virtualidad pasa a ser parte constitutiva del sexo y no su muerte. La materialidad de la realidad en la Era Multimedia está hecha de electricidad e información. Se desmoronó la estructura de los dualismos: auténtico-inauténtico, original-copia, erotismo-porno, esencia-apariencia. Ya no se duplica lo real: se instituye un nuevo principio de realidad. Lo virtual no equivale a fantasía. Algo puede ser real desde la mera imagen. El porno mismo no tiene materialidad y el sexo está dejando de ser una práctica humana intersubjetiva donde, a partir del consumo masivo de pornografía, el goce tiende a volverse un efecto del signo. Se da la paradoja de que estamos hiperaislados e hipervinculados: el porno y el sexo digital se cuelan por ese intersticio. En estos días Facebook y megasitios como Pornhub tienen sus servidores al límite por exceso de consumo. Pero ya éramos hace dos semanas cuerpos individualizados como masa en el ciberespacio. En esta sociedad codificada por el lenguaje digital, el porno evidencia la hegemonía del goce voyerista por sobre el carnal. El goce, el placer, la excitación y los afectos deben ser pensados desde cero.

--Antes girábamos alrededor de la imagen y ahora estamos adentro: no es lo mismo ver una hormiga con lupa que entrar al hormiguero con cámara subjetiva. Uno se pone el casco virtual y entra pero no puede tocar. Esto nos lleva al capítulo de Black Mirror, Striking Vipers: dos amigos se hacen adictos a un videojuego inmersivo que genera sensaciones físicas y tienen sexo digital entre ellos mediante un avatar hombre y otro mujer. Eso les resulta tan apasionado --siempre a la distancia-- que llegan sospechar que se han enamorado en la vida real en la que son heterosexuales.

--Es más: gracias a ese juego “enmascarado” descubren que estaban enamorados ya antes y no lo podían manifestar. Esto nos coloca ante el talón de Aquiles de la cultura contemporánea: el libre albedrío. Esos dos avatares en el juego tienen libre albedrío para elegir de manera inconsciente. Y eligen algo diferente a las pautas heteronormativas en las que han crecido. Aquí está el problema cultural de Occidente: la imposibilidad del individuo de otorgarse a sí mismo la confianza total en la elección de su sexualidad. Este paradigma de la limitación mediante la cultura da muestras de estar cayendo: uno puede autopercibirse de una manera y en tanto tal, ser.

--Esos dos hombres de Black Mirror fueron libres de sí mismos --y del mundo social-- al sumergirse en la virtualidad: bajaron la guardia de su sexualidad.

--Claro, no en el plano de la fantasía de “me convierto en mujer mediante un avatar”. Descubrieron que en esa otra realidad podían desarrollar algo que, trasladado al mundo físico y social, estaba cargado de estigmas.

--Es una prueba más de que lo virtual es real.

--Ese es un videojuego porno más potente que la realidad misma. Pero saliendo ya de la ciencia ficción, desde siempre el porno ha sido real y físico en el sentido de producir procesos libidinales, químicos hormonales y fisiológicos: fluidos y sangre que corren a toda velocidad por el cuerpo.

--Hay una revolución técnica que podría llevar a la muerte del porno o a una readaptación: la robótica. Uno podrá tener sexo con humanoides de carne sintética con gran movilidad y gestualidad. En Japón los sex-shop venden niñas de silicona hiperreales. En hoteles atendidos por robots la recepcionista no se distingue de otra real desde los tres metros. En Los Ángeles hay un burdel de autómatas. Si el sexo tiene cada vez menos pruritos románticos y avanza como mero goce salvaje, se irá canalizando hacia la virtualidad y la robótica, facilitado por un eficiente vínculo porno. Dispondremos de un sinfín de humanoides de suma belleza: a los humanos nos será difícil competir como objeto de deseo.

--¡Y el juez Porter podría tener los ombligos que quisiera! La película Blade Runner ya lo plantea con la replicante Rachael de la cual se enamora Deckard: esa fantasía sexual existe hace tiempo. Y sería la encarnación del porno: podrás hacer lo que quieras con el robot que gustes, tener a la pornstaro a tu novia de la adolescencia salida del scaneo de una foto.Ya no nos sumergiremos virtualmente: vamos a participar. El porno no va a desaparecer: se readaptará. Y será la relación entre el signo-robot y yo.