Cuando Jahavé, a quien nosotros confianzudamente llamamos Dios, tuvo un intimidante enojo contra la especie humana, debido a sus desobediencias frente a los mandatos divinos, decidió castigarlos enviándoles el Diluvio Universal; de este modo desaparecería la especie humana sobre el planeta

Pero, recapacitando, decidió que a alguien habría que salvar y se propuso proteger a la familia de Noé, un patriarca cumplidor a la que decidió embarcar en un Arca, que esa misma familia construiría. En ella se alojaría junto con representantes de todas las razas de animales vivientes. Asi fue como Noé y sus hijos, Sem, Cam y Jafet con sus esposas , se encaminaron en busca de parejas de animales de cada especie.  Embarcaron cuidadosamente a dos tigres, dos perros, dos lauchas, dos cóndores, dos cucarachas, sin faltar ninguno. Solamente los unicornios, arrogantes, contestaron “¡Nosostros iremos solos!”

Comenzó el diluvio, la tierra fue azotada por varios tzunamis juntos, se cubrió de agua y el Arca de Noé comenzó a navegar sin saber adónde irían ni cuándo llegarían.

La convivencia de esas epecies fue difícil: los elefantes ocupaban mucho espacio, las gacelas no querían dormir cerca de los tigres y los chillidos de los monos despertaban a las marmotas. Además Noé comprendió que no sabían en qué día estaban porque en la tormenta la diferencia entre la luz del amanecer y la noche era incierta. Entonces uno de sus hijos ideó una enorme vela construída con sebo a la que fue haciendo marcas según transcurrían las luces del alba y el atardecer. Cada marca, unificando la luz y la sombra significaba un día y de ese modo pudieron darse cuenta cuántos días transcurrían en alta mar. Dice la leyenda que cuando la paloma enviada por Noé para otear el horizonte sobrevoló las aguas buscando tierra firme regresó con una ramita de olivo en el pico, la vela marcaba 40 señales: cuarenta días. Habían permanecido 40 días en el mar. Contados uno por uno y en cada uno de ellos, los hijos de Noé habían señalado hechos importantes: parición de una jirafa, nacimiento de un nieto de Noé, aplastamiento de una hormiga. La cuarentena había sido creada.

Arribaron a tierra, en la cima del Monte Tabor, desembarcaron y anotaron ese dia de una manera especial y esperanzados, inicialaron los días por venir, programando con nuevas marcas los caminos por recorrer. Acababan de iniciar una Agenda.

A bordo quedaba lo pasado. Trazaron otras marcas que indicaban los posibles derroteros en la tierra nueva y oraron esperando el perdón de Jahavé.

La Agenda

La agenda, incorporada en el celular o con hojas volantes sobre el escritorio marca las citas y los recordatorios. Día tras día se revisan los feriados puente, los nacionales y obligatorio. Son códigos orientadores de nuestra vidas, un recurso eminentemente masculino ¿qué citas ordenaríamos las mujeres, cuáles horarios mas allá de la rutina doméstica? Las épocas modificaron el “quehacer” femenino y son nutridas nuestras horas para que el mundo resulte mas abarcativo. A pesar de las agendas masculinas.

Al llegar la pandemia algo sucedió con la cuarta dimensión, territorio del tiempo, tal como lo advirtiera Shakespeare en Enrique IV: La vida se deja engañar por el tiempo, Y el tiempo, Que cuida del mundo todo, Debe detenerse”. El tiempo se detuvo para las agendas, una sombra oscura paralizó las fechas de las reuniones impostergables y la agenda dejó de tener sentido, salvo para un ejercicio de memoria. Porque casi todo dejó de cumplirse ante la mirada estupefacta de quienes, encerrados, solo disponían de teléfonos y televideos para comunicarse con esos otros, que tampoco esperaban encontrarse con el citado. Las fechas se convirtieron en un problema universal que nos arrastraría diariamente.

La agenda anual se inició al inscribir en ella las fechas de las vacaciones cuando calculábamos que faltaban muchos días para Carnavales y Semana Santa. Ambas fechas nos encontraron luego con una agenda clausurada y con policía en las calles, ajenos a cualquier planificación de disfrute o festejo en compañía. Los más audaces pintaron en azul el mes de mayo pensando en las fiestas patrias

La Flecha del Tiempo nos conduce a diseñar, soñadoramente, los días venideros : utilizamos las páginas aún vírgenes de las agendas. Pretendemos avanzar hacia el futuro; pero como el reflejo en el espejo, la memoria nos asalta con los sueños y deseos, entonces imposibles, que tuvimos durante la pandemia. Esperamos ponerlos en marcha pero ahora descubrimos que constituyen algo distinto porque esta Agenda ya no es la misma aunque lo parezca. Es la Agenda de quien sobrevive al agotamiento, al miedo, a la frustración, a la ira y a la impotencia obediente.

Regresamos del Tiempo Detenido para desafiarlo cabalgando la cuarta dimensión con el entusiasmo del principiante, sin arrancar las páginas malditas del pasado. Nos parecemos a aquellos que desembarcaron en la cima del Monte Tabor, pero sabiendo lo que existe delante nuestro, aunque enrarecido; compartimos con aquellos una cuarentena, sin marearnos como seguramente se marearon ellos. Prescindimos de los animales pero nos coronó un virus mortal y nuestra cuarentena no tuvo un castigo como explicación. Sabemos solamente que hubo una cuarentena original que fundó la Agenda rudimentaria que nosotros recompondremos sin titubeos. Nos resta saber qué habrá sido de la vida de los arrogantes unicornios que llegaron a la Tierra Segura nadando por su cuenta.