“Está raro, viste. Algunos dicen que hasta junio, otros que hasta que termine el invierno o fin de año vamos a estar encerrados”, dice Rafael Ferro desde arriba de un árbol y con media cara cubierta por un antifaz negro y con ornamentos dignos del Carnaval de Venecia. La escena no corresponde a alguna de las decenas de tiras o películas en las que figuran en su CV, sino a uno de los videos de poco más de un minuto subidos a su Instagram bajo el título de Yo actor. “Son unas bizarreadas, unos teasers que hacemos con un grupo de actores amigos para despuntar el vicio, para divertirnos mientras dure la pandemia”, cuenta a Página/12 sobre la última vuelta de tuerca de una vida que ha tenido varias. Jugador de squash profesional en Alemania y vendedor de artesanías en Grecia, entre otras cosas, durante su juventud, volvió a la Argentina hace dos décadas para iniciar una carrera actoral que hoy alcanza uno de sus picos creativos más importantes. Así lo demuestran sus apariciones en la película El robo del siglo (que por estos días puede verse en Fox Premium), las series Casi feliz (Netflix) y Los internacionales (Flow y Telefé) y, desde este jueves, La corazonada, secuela de Perdida (2018) y primer largometraje argentino producido y exhibido directamente en la plataforma de la N roja.

Dirigida nuevamente por Alejandro Montiel (Extraños en la noche, Un paraíso para los malditos) y basada en el libro La virgen en tus ojos, de Florencia Etcheves, la película encuentra a Pipa (Luisana Lopilato) durante sus primeros pasos como investigadora formando parte del grupo encabezado por el inspector Juanez (Joaquín Furriel). El brutal asesinato de una joven y la posterior confesión de una amiga que se atribuye la autoría aun cuando no haya pistas que la incriminen operan como puntapié para este policial en el que Ferro se pone en la piel del ominoso fiscal Roger, un hombre que sabe al dedillo cómo moverse entre las sombras del sistema. “La palabra fiscal en nuestro país está muy vapuleada. Es difícil, sobre todo para quienes estamos afuera, no asociarla con corrupción o mal manejo de las leyes. Roger tiene intereses y ambiciones políticas de ascender y quedar más arriba, y le sirve tener cerca a un tipo como Juanez, que tiene una forma de trabajo más excéntrica y mete el cuerpo en el campo. La película muestra que a cada uno lo mueve un motor distinto. Lo particular de Roger es que esos intereses son si quiere más turbios que los del resto”, adelanta.

-¿Cuáles fueron tus referencias a la hora de componer tu personaje?

-No tuve una en particular. Sí estuve viendo muchos policiales, pero no tanto por una cuestión de composición sino de curiosidad, casi como si el papel hubiera sido una excusa que me llevó investigar cosas. En este caso, como tenía que hacer de fiscal, vi varias películas. También busqué muchas escenas de interrogatorios, que era un componente fundamental de Roger. La actuación te empuja a estudiar un poco.

-Este año fuiste parte de dos éxitos de público como El robo del siglo y la serie Casi feliz, y ahora estás en La corazonada. ¿Qué significa para un actor ser convocado para este tipo de proyectos?

-Es importantísimo, sin duda. Aunque también es cierto que otra no queda otra, porque las producciones de los canales de aire básicamente están desapareciendo. Por eso las plataformas abarcan cada vez más sectores del mercado, con series y películas propias. Incluso diría que, más que importante, es vital como actor poder laburar con estas empresas. Espero que sea la punta de lanza para que podamos llegar a producir al nivel de España, donde no se filman una o dos películas y series sino veinte. Lo digo por el trabajo y la visibilidad que esto implica. 

-Trabajás hace veinte años en la televisión, hiciste teatro y cine, y ahora en la primera película argentina de Netflix. ¿Las características de cada proyecto cambian tu forma de encarar la actuación?

-No siento más presión ni nada, porque ahí hay algo del oficio de ir y hacer tu laburo lo mejor que puedas. Quizás cambia un poco en relación al lenguaje, que tiene que ser más universal porque lo van a ver en todo el mundo y no solo en la Argentina. 

-En 2014 dijiste que si no tuvieras que pagar los colegios de tus hijos, quizás dejabas la actuación, y el año pasado retomaste esa idea asegurando que podrías dejarla en ese mismo momento. ¿Cómo es hoy tu relación con el oficio?

-Bueno, a veces digo cada pavada (risas). La realidad es que no puedo dejarla. Es mi trabajo y es un sostén para mi familia. Son fantasías, creo que todos cada tanto nos levantamos con ganas de largar todo. Lo que sí puedo hacer es modificar el enfoque. Muchas veces uno está cansado de hacer un determinado papel o un tipo de trabajo. En un momento me agotó hacer tiras, entonces busqué cosas que me generaran más entusiasmo. 

-Las funciones por streaming de la obra Los vecinos de arriba, que protagonizaste en el Paseo La Plaza, tuvieron un millón de espectadores en la plataforma “La Plaza Online” durante la primera semana. ¿Qué te dice ese número?

-Me dice muchas cosas. La más importante es que los teatros están en una situación extrema, sin saber cuándo ni cómo volverán a abrir, por lo que obviamente la única opción por ahora es mostrar las obras online. En el caso de Los vecinos de arriba, uno podía hacer donaciones para la Cruz Roja. Pero los actores somos un sector muy afectado por la pandemia. Honestamente no sé qué están pergeñando ellos, pero estaría buenísimo que pudieran seguirla dando, por decir algo, todos los viernes a cambio de una entrada a precio módico y que de alguna manera se pueda hacer una especie de cooperativa. Todas las empresas teatrales están muy preocupadas porque tienen un staff de empleados fijos. Esta pandemia es tan extraordinaria que hace que todos tengamos que reinventarnos.  

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