En los últimos 50 años nuestro país viene transitando varias crisis económicas , siempre con distintas teorías económicas de acuerdo al gobierno de turno y a los vaivenes de la economía mundial. Entender el sube y baja que han trazado hasta llegar al día de hoy, nos puede ayudar a pensar la actualidad y cómo seguimos de ahora en más, donde todo el planeta se encuentra sumido en una depresión post pandémica de alcances inimaginables.

Recientemente salió un artículo periodístico que señalaba que nuestro PBI per capita había descendido a los niveles de 1974. Más allá de la veracidad, o no, del artículo, de que los datos de 1974 y 2020 no son comparables en ningún sentido, que en el lapso la Argentina pasó mejores épocas y, por último, que el PBI per capita es una de las mediciones más cuestionables ya que no indican cómo se distribuye ese producto. Lo que me llamó la atención fue la fecha.

Y esto se debe a que, a pesar de que los efectos de la crisis mundial iniciada en 1973 había comenzado a hacer sentir sus efectos, sería el último de todo un modelo de acumulación de la Argentina conocido como “Modelo de Sustitución de Exportaciones”.

Al año siguiente, sobrevendría el “Rodrigazo” que sería un anticipo de las transformaciones económicas que llevaría adelante la dictadura militar, a partir de 1976.

Desde aquellas fechas han pasado algo menos de 50 años y resulta que estaríamos en una situación similar a la inicial del período. Y es cierto que es una parábola que sirve para observar en la larga duración el balance de casi medio siglo de lo que se dio en llamar “neoliberalismo”.

En efecto, el Rodrigazo, fue la antesala del plan de Martínez de Hoz que señaló que al lanzar la Ley de Entidades Financieras el 15 de febrero de 1977 - pieza clave de su programa - en un mensaje al país expuso: “Esto es un cambio de estructura de las instituciones financieras argentinas, una pequeña revolución que va mucho mas lejos de lo que la gente ve. Los vamos a cambiar a todos y a cambiar la mentalidad, que es lo importante.”

Esa ley que liberalizó el mercado financiero junto con la apertura importadora y otras leyes de apertura económica que sólo pudieron ser llevadas adelante con un gobierno que, al aplicar el terrorismo de estado, disciplinó no sólo al sector crítico sino a la sociedad en su conjunto, transformaría por completo el país.

En este sentido, hay que tener en cuenta que Argentina y Chile en los años 70’ fueron de los primeros países en aplicar este conjunto de - para aquel momento - “nuevas ideas”. Y no casualmente, ambos países lo hicieron en el marco de una represión política genocida.

El neoliberalismo en realidad se comenzó a expandir por el mundo en aquella época y tuvo como principales adalides a dos dirigentes políticos, tristemente célebres para la Argentina, como fueron Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Esta última acuñaría una sigla: “TINA” (“No hay alternativa” en inglés) para transformar por completo el capitalismo inglés en los ’80.

El neoliberalismo surge como una crítica a las ideas keynesianas imperantes en el período previo que se extendía hasta la década del ’30 y planteaba que los problemas económicos y sociales eran producto de la excesiva intervención estatal que había ensuciado de tal manera la “máquina económica” que había dejado de funcionar. Era necesario limpiar la máquina, que consistía en eliminar las regulaciones económicas, monetarias, comerciales y, por supuesto, laborales para ponerla nuevamente en funcionamiento.

En la Argentina no llegó a funcionar nunca bien este experimento. Ya en 1981 sobrevendría una nueva crisis que se llevaría puesto a Martínez de Hoz, Sigaut y sus sucesores, pero el daño estaba hecho y nunca se pudo volver del todo atrás.

En el mundo, el neoliberalismo permitió a Estados Unidos, golpeado por la guerra de Vietnam, retomar el liderazgo mundial y alcanzó su momento de gloria en 1991 con la caída del llamado “socialismo real” en el Este europeo y en muchas otras partes del mundo y finalmente con un intento de integración económica mundial que parecía haber resuelto los problemas de los ricos. Estas transformaciones prometían un mundo, quizá injusto, pero que, a partir del mercado, iba a lograr convertirnos en un mundo de consumidores insaciables pendientes de la última novedad que nos iba a proporcionar.

Sin embargo, todo lo que nace termina pereciendo y el “neoliberalismo” terminó sufriendo un duro simbronazo en 2008 que en su momento recibió el nombre de “crisis de las hipotecas subprime” pero que generó el primer signo de desconfianza generalizada. En aquellos años surgirían los “indignados” en España que cuestionarían globalmente al sistema. También llevó a que el neoliberalismo por primera vez no refiriera al pasado, ahora el enemigo era actual y se llamaba “populismo”.

En América Latina, los primeros años del milenio fueron catastróficos, la Argentina que bajo el menemismo había completado finalmente la tarea iniciada por Martínez de Hoz nos prometía un futuro venturoso muy diferente de la depresión económica de 1998 que concluyó con la crisis de 2001-2002 donde la desocupación alcanzó el 23%. Pero también Uruguay sufrió la crisis y otros países.

Los años siguientes en nuestro continente marcaron un intento de camino diferente, cuyo análisis se trató de ocultar bajo el manto de los “altos precios de la soja y de los commodities”. Finalmente también América Latina sufriría los embates de la crisis mundial y la prosperidad terminó, no sólo en nuestro país.

Si el neoliberalismo resultó golpeado con la crisis de 2008, la pandemia actual lo ha colocado en una situación peor. Los países centrales que se consideraban más allá de todos los problemas ya que habían superado la crisis anterior fueron particularmente agredidos por la pandemia no sólo en su sistema de salud sino en su sistema económico. Salvo China, que se estima que crecerá sólo un 1.2%, el resto de los países se enfrentan a caídas impensadas y la explosión de la desocupación en EEUU era una idea fuera de toda consideración sólo meses atrás.

Obviamente sólo los neoliberales obnubilados, como López Murphy, pueden profetizar que el mundo va a salir “con más mercado”, como dijo en Odisea Argentina en uno de estos últimos lunes.

En realidad qué es lo que sobrevendrá a esta pandemia es imposible de saber hoy, tampoco puede saberse cuánto durará, sin embargo, algunos indicios podemos entrever en el medio de este violento y vertiginoso cambio que transformó nuestras vidas por completo en cuestión de días, semanas o meses.

En primer lugar, los países que prefirieron elegir la economía a la salud se encontraron en una situación mucho más difícil que aquellos que se tomaron en serio la pandemia y actuaron con una fuerte acción estatal. Dentro de estos destacan China y Alemania dos países con estados sumamente fuertes y activos. Por el contrario un país con los mejores médicos y las mejores clínicas demostró una deficiencia sanitaria impensada y me estoy refiriendo a Estados Unidos.

Por otra parte, resulta bastante claro que los países con economías más diversificadas tienen una ventaja respecto de las economías primarias ya que éstas dependen de un mercado mundial que parece haberse segmentado como nunca desde los años ’30. También resulta claro que aquellos países centrados en servicios como el turismo también han sufrido un durísimo golpe del cual no tienen la menor idea de cuando van a resurgir.

Hasta ahora nuestro país tuvo una gestión exitosa con respecto a la crisis sanitaria porque actuó sin dudar con una fuerte acción estatal aunque la situación económica argentina era sumamente difícil. Otros países de la región no actuaron con tanta decisión y transformaron la crisis sanitaria en una crisis no sólo económica sino también política, como Brasil. Otro aspecto importante, fue que, por primera vez, en mucho tiempo se le dio la palabra a los científicos. En este caso los médicos infectólogos y epidemiólogos.

A pesar de que esto tendría que ser algo perfectamente natural no ha dejado de generar reacciones adversas lo que demuestra el grado de un ideologismo totalmente alejado de la realidad. La falta de argumentos del neoliberalismo argentino ha sido tan evidente que han desempolvado planteos y calificaciones de la época del maccarthismo: ya no se trata de populismo sino de comunismo (¿?).

Y esto nos debe llevar a una reflexión más general. Para alcanzar una economía diversificada nuestro país debe retormar la senda de la industrialización que fue abandonada en los años neoliberales y no debe pensarse solamente en las industrias vinculadas al agro o a los servicios (software, turismo). Esto no quiere decir que estas actividades no deben ser desarrolladas, pero la industrialización está más retrasada.

Los grandes problemas sociales de los bolsones de pobreza del AMBA y también de muchas regiones del país son producto directo de la desindustrialización. Hacer crecer industrias también significa que crezca el trabajo formal, bien remunerado que permite generar un mercado interno.

Y esto es importante porque la crisis también demuestra que hay que escapar de la falsa antinomia de “exportación o mercado interno”. No sabemos cuando se restablecerá ni de qué forma el mercado mundial, por eso es que no podemos esperar todo de la exportación.

Pero para todo eso, es necesario vincular tres puntales queaparecier on en esta pandemia. Intervención estatal, ciencia y tecnología y educación. Es necesario que estas tres patas apuntalen el proceso de desarrollo de la Argentina

Así que finalmente hay que referirse al estado. En la época macrista se planteó que había que reformar el estado y se planteó que el tema era la informatización. Esto no es más que una reforma cosmética ya que para que haya una reforma estatal y, es cierto que es necesaria, debe plantearse previamente un modelo de país.

No es igual el estado en un país agrario-minero volcado a la exportación que un estado de un país agrícola e industrial que consume internamente y exporta.

Es cierto que no sabemos que nos depara la post-pandemia, pero no podemos esperar a que termine para pensar qué vamos a hacer. Esto no es más que un humilde intento en la dirección de pensar el futuro de nuestro país.

Fernanda Gil Lozano es Parlamentaria del Mercosur, historiadora y magister en Sociología y docente UBA de Historia Social Latinoamericana