Los lectores híbridos -aquellos que leen libros tanto en papel como digital- son una mayoría tan extensa como intensa en la Argentina: el 62%. Un 34 % reconoce que lee exclusivamente libros impresos (lector analógico) y apenas un 4 % solo ebooks (lector digital). En ese universo flexible y abierto, hay algunas barreras. El 73% de los lectores híbridos reconoció que no pagó los libros digitales, cuyo consumo suele ser en forma gratuita, ya sea a través de descargas legales o pirata.

El segundo problema tiene que ver con el valor. La percepción es que el libro digital debería costar 208 pesos en promedio (unos 3,30 dólares); cifra muy inferior a la media ofertada por la industria editorial, que oscila entre los 5 a 9 dólares. Hay una “fuerte aceptación” al modelo “Netflix para los libros digitales": un 32% estaría dispuesto a suscribirse y un 50 % lo evaluaría, de acuerdo al precio. Estos son algunos de los resultados de “Cómo leemos”, un estudio exploratorio sobre hábitos de acceso y de lectura de libros en todo el país, realizado a 7186 personas entre enero y marzo de este año, antes de la pandemia.

Ese 62 % de lectores híbridos patea la rigidez del tablero de la industria editorial argentina en este contexto de confinamiento. “Tenemos una cantidad de lectores digitales mucho más alta que lo que la industria supone y estos lectores, en principio, están reclamando dos cosas: mayor oferta de contenidos y precios más bajos. En este escenario covid-19 lo que hay es una discusión muy fuerte de la industria en cuanto a la piratería. Mi discurso siempre fue que la piratería se combate con una oferta legal a buen precio. Si no hay contenido legal y el precio está a un 60 o 70 % más que el precio que está dispuesto a pagar el lector, hay una distancia importante”, plantea el consultor editorial Daniel Benchimol, director de Proyecto451, la consultora que llevó a cabo la encuesta “Cómo leemos”.

El escenario del “Netflix de los libros" fue sorprendente para Benchimol porque no esperaba encontrar un nivel de respuesta y aceptación tan alto. “Prácticamente el 80 % aceptaría una plataforma de streaming y la usaría. Aunque hay plataformas locales como Leamos y otras internacionales (Nubico y Scribd), no se han masificado lo suficiente y los lectores desconocen que existen. Los grandes grupos editoriales decidieron no jugar en ese ecosistema, y hay muchas editoriales medianas y chicas que tampoco quieren participar porque es un negocio que no terminan de entender”, explica el consultor.

El mito simplificado en la consigna “Más libros, menos Netflix” se desmorona. Lo que le resta tiempo a la lectura es, principalmente, el trabajo (73%) y las tareas domésticas (39%). Las redes sociales y el cuidado de hijos/familiares son también factores de “competencia” fuertes que atentan contra la lectura. Los argentinos utilizan las redes sociales en promedio 3:18 horas por día. “Estamos hablando de un lector que prefiere leer un libro a consumir Netflix. La industria del libro tiene que replantear esta cuestión porque Netflix no es su principal competencia”, agrega Benchimol. La lectura digital crece más en tiempos de cuarentena. ¿Qué resistencias enfrenta el ebook? Aún en los lectores digitales e híbridos aparece la idea del mayor esfuerzo para concentrarse que requiere la lectura digital, respuesta que asciende al 53% de los encuestados de 18 a 24 años.

Los dos principales argumentos a favor del libro digital son el precio (económico/ gratuito) y la portabilidad (tenerlos en tablets o smartphones), valores que son destacados en mayor medida por los lectores digitales, quienes también valoran el hecho de que los libros “no ocupen lugar en sus casas” y que “no necesiten salir de casa para obtenerlos”. Al 34 % de lectores analógicos, que leen solo en papel, les gusta atesorar el libro como objeto en su biblioteca. Pero la preferencia por el libro impreso también tiene que ver con una experiencia sensorial más completa, vinculada a tocar el libro. Un 38% de los encuestados se identificó con la frase “me bajé el libro digital, me gustó y después compré el papel para atesorar el objeto”.

El principal momento de la lectura de libros en ambos formatos sigue siendo antes de dormir. El papel es elegido los fines de semana (53%) y en las vacaciones (53%) como el soporte ideal. El libro digital, en cambio, es más elegido en el trabajo (20%) y en los momentos de espera (48%). “Estamos en un contexto donde necesitamos que sea el lector el que decida en qué formato quiere leer y no sea la industria la que le imponga al lector que solo puede consumir papel o digital”, precisa el director de Proyecto451.

El 56% de los entrevistados declaró haber comprado al menos una vez libros físicos por Internet. El 40% del total de entrevistados mencionó haberlo hecho en Mercado Libre, el 18 % lo hizo a través de los carritos webs de las librerías y un 10 % directamente a las editoriales. El 73% de los lectores híbridos no pagó por libros digitales, mientras que el 59 % de los lectores digitales tampoco pagó. El 40% no paga por un libro digital
porque siente que “te lo cobran igual que el papel”.

Para Benchimol, la industria editorial tiene una labor pendiente, que es tener disponible los catálogos en formato digital para evitar la difusión de contenidos ilegales. El 19% de los lectores que leen en formato digital dicen no encontrar toda la variedad deseada. “En Spotify está muy claro que el usuario consume audios y la pista de audios se pagan proporcionalmente a las productoras. Un modelo de negocio a lo Netflix es más complejo para la industria editorial. Acá es difícil entender si se le paga al editor y al autor por página, por porcentaje de libros o solamente por acceder a un libro. Si hay una oferta de calidad, buena y legal, los lectores pagarían un abono mensual y lo usarían sin mayores problemas”, concluye Benchimol.

El informe completo puede descargarse aquí.