El anuncio de la Justicia sueca de que daba por cerrado el caso del magnicidio de Olof Palme y que hacía recaer la culpa en Stig Engström , retrotrajo al mundo a una de las grandes incógnitas de las últimas décadas: ¿quién y por qué asesinó el 28 de febrero de 1986 al primero ministro de Suecia?

El periodista y escritor de la exitosa saga de novelas policiales Millennium, Stieg Larsson, experto en grupos de ultraderecha, y que logró fama mundial después de su muerte, fue uno de los tantos investigadores que se dedicaron a desentrañar el enigma de aquel atentado.  

Larsson murió en 2004, a los 50 años, poco después de haber terminado la trilogía que se publicó de manera póstuma y que lleva vendidos 80 millones de ejemplares en todo el mundo, una adaptación al cine en su país y la versión hollywoodense de la primera parte. Como periodista, era reconocido en su país por indagar en grupos fascistas y hacia ellos orientó sus investigaciones tras el magnicidio.

De hecho, Larsson plasmó parte de sus estudios sobre la extrema derecha en el primer volumen de la trilogía, Los hombres que no amaban a las mujeres. Allí, además de adelantarse varios años a los debates sobre violencia de género, indagó en la expansión del nazismo fuera de Alemania en lo años 30 y cómo se insertó en Suecia antes de la Segunda Guerra.

En Stieg Larsson. El legado, el periodista Jan Stocklassa da cuenta de la investigación que el creador de la hacker Lisbeth Salander llevó adelante desde que ocurrió el crimen. Larsson recopiló material y llegó a elaborar una lista de sospechosos. Su hipótesis se centró en los grupos de extrema derecha. 

Stocklassa tuvo acceso a la documentación reunida por Larsson, de donde se desprende, en primera instancia, que Christer Petterson, el hombre condenado por el magnicidio, era completamente inocente. 

El lugar donde cayó asesinado Palme el 28 de febrero de 1986. EFE

Larsson, y después de la muerte de este, Stocklassa, arriban a una misma conclusión: el servicio de inteligencia de Sudáfrica organizó el crimen, "con la ayuda inestimable de Estados Unidos”, para eliminar a un dirigente político crítico del apartheid y del tráfico de armas. 

La Sudáfrica de 1986 era gobernada aun por los blancos supremacistas, Nelson Mandela estaba encarcelado, Estados Unidos y Gran Bretaña lo consideraban "terrorista", regía la ley marcial, y el país, que había consagrado el racismo en su Constitución, era un estado fervorosamente anticomunista. Grupos fascistas de Suecia se habrían plegado al complot, bajo la premisa de que el socialdemócrata Palme entregaría al país a la URSS en las postrimerías de la Guerra Fría.

El libro de Stocklassa se publicó en castellano el año pasado, oportunidad en que su autor señaló los errores de la investigación oficial: "El primero fue poner al frente de la investigación al inspector jefe de Policía Hans Holmer, solo porque era un buen socialdemócrata y alguien leal al Gobierno. Holmer llevó el caso fatal, y la prueba es que nunca lo resolvió. En 1987 estuvieron muy cerca de lograrlo, pero entonces se cometió el segundo error: asumió la investigación del caso Hans Olvebro y, en vez de continuar la línea que se había seguido y que estaba a punto de dar frutos, decidió que el asesinato había sido obra de un loco que había actuado en solitario". Eso llevó al arresto y condena de Petterson. "Los dos grandes errores fueron el nombramiento de los dos Hans. Si no hubieran ocurrido yo creo que el asesinato de Palme se habría resuelto", aseguró el autor al diario El Mundo.

Holmer apuntó al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que había llevado adelante tres crímenes en Suecia en los meses previos, aunque contra miembros de su propia organización. La policía sueca cometió además otro gran error: no cerrar las fronteras de inmediato. Además, se tardó en tomar declaración a los testigos, y se acordonó un área muy pequeña: los casquillos de las balas que mataron al premier a la salida de un cine. al que había asistido con su esposa, fueron hallados por vecinos de la zona en las 48 horas posteriores al crimen. 

"Quien disparó el gatillo fue un solo hombre, que en el libro aparece con nombre ficticio", señaló Stocklassa. "Sudáfrica organizó el asesinato y usaron un intermediario en Chipre para buscar ultraderechistas suecos. El intermediario de Chipre no sabía para quién trabajaba, no sabía que lo hacía para Sudáfrica, pensaba que lo hacía para la CIA o para otros servicios secretos. Es el típico modo de organizar un crimen a través de células, células similares a las de los grupos terroristas, en donde los integrantes de una célula no saben lo que hacen los de otra. Los miembros de la ultraderecha sueca tampoco sabían para quién trabajaban, seguramente no sabían que Palme sería asesinado. Su trabajo consistió fundamentalmente en vigilar y dar apoyo", añadió. Para fines de 1986, según Stocklassa, Larsson avisó a los investigadores de la pista sudafricana vía Chipre, pero la policía ya estaba focalizada en la hipótesis del lobo solitario.

Además del compromiso de Palme con los derechos humanos y su lucha contra el apartheid, haber condenado el tráfico de armas también pudo haber sido determinante para matarlo. 

Según Stocklassa, "en las fronteras suecas se empezaron a confiscar envíos de explosivos y de armas que iban desde Sudáfrica hacia otros países como Irán. Fue eso lo que selló su destino. Olof Palme no sólo empezó a poner trabas a ese comercio sino que quería denunciarlo públicamente. Y eso era peligroso para Sudáfrica, para Irán e incluso para los Estados Unidos, que también formaba parte de ese comercio". Pocos meses más tarde, en ese mismo 1986, estalló el caso Irán-Contras: el contrabando de armas a Irán por parte de Estados Unidos para financiar a la guerrilla antisandinista en Nicaragua.

Stocklassa sostuvo hace un año que Suecia y Sudáfrica ahora colaboraban en la investigación del magnicidio. "La verdad es que resolver el asesinato de Olof Palme no significa necesariamente que alguien vaya a ir a la cárcel. Yo creo que existe definitivamente la posibilidad de que el asesino vaya a la cárcel, porque está vivo. Pero también puede ser que se libre (de la cárcel) por falta de pruebas", dijo en su momento, antes del anuncio de hoy, que acusa a un hombre ya fallecido.