En el tramo de la sala de ensayo al restaurante peruano frente al Abasto, los cuatro Calato comentan detalles de la jornada de trabajo junto al compositor Federico Barabino: “Nos hizo afinar una guitarra en 440 hertz y otra en 438, cosa que al tocar la misma nota se genere una oscilación percusiva increíble”, dice el guitarrista Javier Areal Vélez. “Lo tremendo es el contacto ínfimo, estar frente a los amplis a todo volumen, soplando las cuerdas para hacerlas vibrar y generar acoples”, sigue su par Jorge Espinal. En medio de esa nube de retroalimentación, Agustín Genoud retuerce y expande su rol de vocalista, reproduciendo los armónicos que emana Pablo Verón al golpear una chancha y captar variadas resonancias con un micrófono, según la zona del parche a la que apunte.

Esta aventura sonora empezó a fines del año pasado, cuando Calato ganó la Beca Bicentenario para la Creación del Fondo Nacional de las Artes, con la que encargaron obras a ocho compositores argentinos. La idea decantó del propio movimiento del cuarteto, surgido a finales de 2010 como banda de improvisación explosiva y de reacción, hermana de los combos Coso y Ricarda Cometa. “La premisa era que fueran temas rápidos y cortos, no un cuelgue insoportable”, recuerda Agustín. En una segunda etapa, armaron partituras gráficas, abiertas, con las que trabajaron hasta registrar Swong (2016), su segundo álbum. Jorge: “Tocamos bastante la parte de impro, tres años de las partituras gráficas, y lo lógico era luego abordar ideas y enfoques que vinieran de afuera, como ahora: tenemos ocho métodos de acción completamente distintos a los que estamos acostumbrados”.

Quisieron abordar “compositores que fueran distintos entre sí, desde la edad hasta el enfoque”, resume Pablo. Ellxs son Cecilia Castro, Nicolás Varchausky, Fernando Manassero, Lucio Capece, Zypce, Leonello Zambón, Federico Barabino y Adriana de los Santos. “Gente que hace cosas que nos interesan”, dice Javier, y todos coinciden en que cada obra refleja la personalidad del autor. “La de Zypce es re performática: estamos cada uno con un celular y auriculares, y todos juntos le damos play a un mp3 por el que nos da indicaciones a cada uno”, adelanta. “Leonello está leyendo sobre capitalismo tardío y nos pasa un montón de información que estamos viendo cómo traducir a música. Armó un esquema con nueve movimientos, con títulos como Laberinto de call centers”, cuenta Agustín.

La obra de Capece se llama Nena, quiero ser tu Dave Lombardo y es tremenda: “Trece minutos en los que Pablo tiene que tocar semicorcheas en doble bombo sin parar”. Capace estudió el espectro de armónicos del bombo de Pablo y escribió líneas de voz y guitarra en esas frecuencias. La experiencia llevó a Calato a indagar en lugares por los que no habían reparado, en el mambo de la escucha y la tranquilidad, utilizando el silencio como un elemento más. Jorge: “Lo que hacemos es entrar con un sonido que en realidad ya está sonando”.