Con un ojo en el televisor especulando con Inglaterra u Holanda como próximo rival si se clasifica segunda y con el otro en los antecedentes —videos— de Rumania, el último gran obstáculo, la selección pasó su primera noche en Nápoles a la espera de la decisión. Es hora, también, de las especulaciones para ver por dónde pasará el partido en el San Paolo.

Si hasta la hora de salir a la cancha se estará pensando en el próximo rival, cuando se pise el césped, desde el banco también habrá especulación constante porque la Unión Soviética, árbitro de la zona B, se enfrentará a Camerún en Bari para buscar su remotísima chance de clasificación. Triunfo soviético y victoria argentina es destino de primer puesto para Bilardo, y entonces cambiará el rival porque será el mejor tercero de las zonas A, C o D. Ahora bien, a la cancha.

No hay clima fervoroso en la selección nacional. La mudanza a Nápoles, un día antes de lo previsto para buscar apoyo popular y calentar algunos pechos, es el índice más significativo. Hay, sí, un convencimiento general de que lo de Camerún no puede repetirse. Argentina puede jugar muy mal —sobran ejemplos— pero nunca perder alegremente, sin luchar, sin dejar todo en la cancha. Los cambios de Bilardo para el segundo partido fueron, asimismo, elocuentes. En esa misma tónica se inscribe la partida adelantada a Nápoles y la inclusión de un veterano de guerra como Ricardo Giusti en el banco o por Basualdo o Troglio desde el minuto inicial. La selección debe resolver dos problemas gravísimos: la ausencia de sincronización atrás y la llegada sin gente adelante.

Simón es una figura decorativa. Le alcanza para cortar a los laterales con su timming, pero después tiene prohibido pasar al ataque. A dos minutos del final del partido con la Unión Soviética cortó una pelota, entregó y picó al vacio al estilo Baresi —salvando las distancias—. En el banco, Bilardo y Pachamé casi se descoyuntan los brazos haciéndole imperativas serias para apurar el regreso a la última posición. Así no sirve. Si el técnico rumano Emeric Ienei mantiene la doble punta con el pibe Radiouciu y Lacatus, se plantea una dificultad. De los dos, el más adelantado es Lacatus con lo cual Olarticoechea estará más contenido. Si Radiouciu volantea. Monzón corre el riesgo de salir a buscar demasiado lejos. Y Monzón, a campo traviesa, no da tanta seguridad como cuando aprieta contra el lateral y lo ayuda el espacio reducido. Si Ienei, en cambio, ubica a Balint de entrada, la cosa cambia, porque volantea un poco más Lacatus o se alterna con el autor del gol a Camerún.

También depende el funcionamiento de los volantes si lo ponen a Hagi de entrada, aunque la flamante adquisición del Real Madrid mostró un estado físico lamentable frente a los africanos y fue sacado en el primer tiempo. Hagi es buen lanzador, tiene llegada y va por los dos laterales. ¿Batista está en condiciones físicas de soportarle el tren a Hagi o a algún volante con mayor movilidad? La duda de Bilardo sigue siendo el otro volante, si mantiene a Basualdo como lateral-volante. Troglio no anduvo mal ante los soviéticos, pero por ahí se gestaron casi todos los ataques de los de Lobanovski. ¿Por eso va Giusti al banco o juega de entrada?

Jorge Burruchaga debe ser clave en este partido. Ante rumanos de marca dura y constante debe ser, más que nunca, el sustituto de Maradona en tomar la manija. Como lo para Bilardo al equipo, con Diego de media punta, si Burruchaga no aparece, la selección no tendrá la pelota. Si no hay precisión con dos o tres toques y cambio de ritmo para el pique de Caniggia, el veloz delantero morirá siempre picando inútilmente.

El otro gran interrogante es saber quién llega a definir si Caniggia gana el fondo y manda el centro. Si no atropella Mara dona —con su físico, que no es el del centrodelantero tipo tanque—, es necesario que arrimen los volantes o los laterales-volantes. Difícil que Olarticoechea vaya tanto si a su espalda se queda Lacatus o se tira Sabau para tomarlo dos-uno. Serrizúela no tiene peso en el área, a no ser en jugadas de pelota parada. Batista, ni pensarlo, salvo una distracción de los rumanos. Burruchaga, más que nunca, Troglio o el que vaya en su lugar son los que deben obligar al fondo de Rumania.

Detalles para no olvidar. Argentina está obligada a ganar para asegurarse la clasificación. Es decir, debe atacar. Rumania puede ser letal en el contraataque (así hizo el primero a la URSS) y va a especular con mucha gente atrás y la salida por fuera para llegarle a una Argentina abierta y desarmada. Otro detalle. No hay posibilidad de que a la Argentina le perdonen faltas violetas como las de Monzón o que a Maradona lo beneficien con otra omisión. A la menor duda, la selección será perjudicada. Los arbitrajes son el gran tema de este Mundial y la Argentina recibió el beneficio de dos expulsiones con Camerún, otra con la Unión Soviética y un penalazo en su área sin sanción. Una vez más, la selección depende de sí misma. Aunque en la oreja de Bilardo repiquetea la voz de un relator italiano para saber de qué va la cosa entre soviéticos y camerunenses.

* Nota publicada en Página/90 durante el Mundial de Italia.