“Nacer el día de Navidad fue difícil porque recibía regalos sólo una vez al año, mientras que al resto de mis amigos les daban dos. Y eso me ponía muy triste”, asegura Nicolas Godin, al otro lado del teléfono, desconcertado ante la pregunta. Sin embargo, la frustración, al igual que el ingenio emparentado con el buen gusto y los chiches de última generación, lo llevó a erigir, junto a Jean-Benoît Dunckel, uno de los laboratorios electrónicos más representativos de Francia. A dos décadas de su creación, Air se encuentra celebrando sus bodas de porcelana (lo que, además, le sienta muy bien a su estética artística) con una gira que lo trae de vuelta de Buenos Aires para cerrar, esta noche en Tecnópolis, la segunda edición del festival Music Wins. “Estamos muy contentos de volver”, asegura el multiinstrumentista originario de Le Chesnay. “La primera vez que estuvimos allá fueron como unas  maravillosas vacaciones, porque a lo largo de una semana tuvimos la oportunidad de explorar la ciudad, salir a la noche y degustar vino argentino”.
–¿Es más rico que el francés?
–Es muy rico, aunque diferente al francés. 
–Lo que también tiene muy buena cepa es el compilado Twentyears, que reúne temas de toda su obra. ¿Fue idea suya o de la discográfica lanzarlo? 
–Fue de la compañía. 
–¿Tuvieron algún tipo de participación en el proceso?
–Estuvimos encima de todo. Debido a que hay algunas canciones de Air que me gustan más a mí que a mi compañero, lo comprobamos con el público. Eso nos ayudó a elegir los temas y un sonido específico. Fue un trabajo difícil, pero conseguimos lo que queríamos.
–De los tres discos que lo componen, la diferencia la establecen el tema inédito “Adis Abebah” y sus remixes a tracks de David Bowie, Depeche Mode, Beck y MGMT. ¿Podría destacar lo que más le gustó del recopilatorio?
–Lo que más me gustó fue reencontrarme con esa sensación de poder trabajar las canciones sin ningún tipo de presión. Al igual que con la inocencia del proceso creativo. Cuando componés, a veces no sabés dónde va a encajar ese tipo de material. Nos juntamos y lo hicimos: fue así de espontáneo. Se trata de una oportunidad para revisar nuestra carrera junto a los fans.
–¿Qué fue lo mejor de estos veinte años de trayectoria?
–La manera en que sobrevivieron las canciones al paso del tiempo. Cuando empezamos con Air, era una época en la que estaba muy de moda la música orientada a la pista de baile. Nunca quisimos eso. Aunque tampoco teníamos la menor idea de cómo iban a sonar nuestros temas veinte años más tarde. Creo que siguen estando frescos.
–¿Le parece que esas canciones también exudan contemporaneidad? 
–No lo creo. Cuando hicimos la banda, nunca pensamos en cuánto iba a durar. Tampoco nos interesaban las modas o las tendencias. Luego de dos décadas, nos encontramos con esto. Nos preocupamos por hacer la música bien y que nos gustara el concepto. 
–Su último álbum de estudio, Le voyage dans la Lune (2012), basado en la mítica película homónima de Georges Méliès, es tan conceptual como Music for Museum (2014). Además de haber sido encargado por el Palais des Beaux-Arts de Lille, ¿en qué se diferencian? ¿Y por qué no lo incluyen dentro de su discografía?  
–Así es. Nuestro último disco de estudio es Le voyage dans la Lune. Lo que sucedió es que Music for Museum, si bien fue creado en el estudio al igual que los otros (está inspirado en las obras del museo), tiene como particularidad que fue sólo lanzado en vinilo. Aparte, con un tiraje de apenas mil copias. Sin embargo, me gusta mucho ese trabajo. 
–¿Volverán a hacer un álbum con un éxito comercial como el de su debut, Moon Safari (1998), o se abocarán a desarrollar trabajos más experimentales? 
–Prefiero hacer un disco que tenga éxito comercial. Pero no controlamos eso. 
–¿En qué consistirá el repertorio de su show en Buenos Aires?
–Vamos a tocar los mejores temas para que la gente pueda disfrutarlos. 
–Al mismo tiempo que su compañero de banda lanzó el año pasado dos producciones unipersonales, usted editó Contrepoint, inspirado en la música de Johann Sebastian Bach. ¿Cómo fue la experiencia de grabar su primer disco solista?
–Un álbum solista es un proceso más personal, mientras que trabajar con la banda es mágico porque es otro tipo de vínculo con la música. Lo bueno de un repertorio solista es que vas al encuentro de tus propias ideas. Y eso no es lo mismo en un grupo, donde tenés que responder a un compromiso colectivo.
–¿Qué puntos de conexión hay entre la electrónica y Bach?
–Es la música más alegre que hay en el mundo. A medida que envejezco, me gusta más. Me parece muy interesante para interpretarla. 
–Amén de Oxygene 3, Jean-Michel Jarre volvió a las bateas este año con la segunda parte de su proyecto discográfico E-Project, en el que reúne a varias figuras de la electrónica mundial. Considerando que ustedes participaron en el primer volumen, ¿qué opinión le merece su compatriota?
–Es único. Cuando era chico, era un artista que estaba en todos lados. Por eso fue influyente para nosotros, al tiempo que fue el primer músico electrónico que alcanzó el mainstream. Estoy muy orgulloso de haber colaborado con él porque su música representa un estado de ánimo de la época. 
–¿Sigue la escena electrónica de su país?
–Junto a Daft Punk y a otros más, somos parte del grupo de artistas que empezó a dar conocer la electrónica local a escala internacional. Me gusta ir a festivales y encontrarme con mis colegas franceses. Me parece muy divertida y graciosa la diferencia que hay entre la escena de ahora y la de antes. 
–La sala Bataclan abrió sus puertas recientemente, a un año de los atentados de París. ¿Cómo marcó ese suceso a la escena musical parisina?
–Es bastante particular lo que pasó, porque no sólo pesó en el rock sino en el resto de las escenas musicales. Fue un desastre que cambió todo. Es muy triste. No lo sé definir bien, pero es un verdadero drama. Es difícil estar en Francia y no pensar en eso.
–¿Preparan nuevo disco de estudio?
–Cuando empezamos con esta gira, nos dieron ganas de hacer más recitales, por los que no estamos tan enfocados en una nueva grabación. Quizás entremos al estudio el año que viene... o puede que no. Nunca se sabe.