En este año 2020 se conmemoran dos siglos y medio del nacimiento y dos siglos de la muerte de Manuel Belgrano. El 3 de enero fue declarado por el Ministerio de Cultura de la Nación el Año de Belgrano y se programaron numerosas actividades y homenajes. Sin embargo el escenario que ha sobrevenido desde entonces no podría ser más extraño. Una gigantesca crisis (preanunciada no sólo por la comunidad científica sino también por movimientos ecologistas, sociales y políticos en todo el planeta) nos ha sumido en la perplejidad por su velocidad y contundencia. Un virus misterioso ha puesto a prueba los sistemas económicos, políticos, sanitarios y educativos del mundo y su relación con la naturaleza misma, dejando al desnudo las más terribles desigualdades entre los seres humanos, entre nuestra especie y los demás seres vivientes de la tierra, así como los efectos de la destrucción de ecosistemas, en muy poco tiempo. […]

En este contexto la figura de Manuel Belgrano -el héroe más admirado e indiscutido en la siempre problemática historia argentina- se resignifica de un modo extraordinario, aunque tal vez todavía no advirtamos sus alcances. El súbito cimbronazo del escenario global permite volver a pensar desde nuevas perspectivas la complejidad de su figura, no por más estudiada y venerada, menos trágica y enigmática. […]

El enigma Belgrano. Un héroe para nuestro tiempo tituló Tulio Halperin Donghi (1928-2014) su último ensayo, escrito en un momento de divisiones políticas dolorosas y destructivas en la Argentina, una vez más. […]

En ese ensayo Halperin desplegó en un par de páginas más de diez retratos de Manuel Belgrano, sin epígrafes, para calificarlo como “héroe sin rostro”, y observar con agudeza un problema en ellos. […]

Sólo tres de ellos fueron realizados en vida de Belgrano, sin embargo presentan rasgos completamente distintos entre sí. […]

Asumía allí nuestro historiador la perspectiva tradicional con que se ha examinado y se sigue escrutando los retratos de los héroes: ¿cuál refleja su “verdadero rostro”? ¿Qué retratos son “auténticos”? […]

Como en muchos otros casos, se ha construido toda una iconografía belgraniana a lo largo del tiempo, que alimenta no sólo la imaginación escolar sino también documentos oficiales, papel moneda, estampillas, monumentos. Destacados historiadores e iconógrafos han dedicado largas y concienzudas pesquisas para ordenar y documentar los retratos del prócer: quiénes fueron sus autores, qué de su fisonomía puede conocerse a través de ellos, cuáles fueron hechos en vida del retratado (considerados los “auténticos”, cabeza de serie de sucesivas reelaboraciones o copias). Circulan además innumerables textos comentando tales retratos: de qué color eran sus ojos, cuán refinadas eran sus facciones, qué tipo étnico podía adivinarse en ellas, si su refinamiento era una pose de dandy o revela algo de afeminamiento... en fin. [...]

Aun cuando tuvieron nuevos significados y funciones, los líderes de la gesta independentista encargaron rápidamente sus retratos después de sus primeros triunfos. […] Aquellos retratos fueron encargados en Santiago de Chile a un artista mulato peruano activo en la ciudad, el mejor retratista de Santiago en esos años quien, luego de haber realizado una serie de grandes retratos de Fernando VII y de notables funcionarios fidelistas chilenos, había adherido a la causa revolucionaria: José Gil de Castro. […]

Pero no había en Buenos Aires por entonces, artistas capaces de llevar adelante esa tarea con cierto decoro, puesto que la ciudad era un enclave por demás periférico del dominio español. […]

Manuel Belgrano, hasta donde sabemos, no encargó ningún retrato luego de sus victorias en Salta y Tucumán. […]

Cada retrato de Belgrano encierra un enigma, difícil de resolver hoy. […]

Cada retrato es fruto de un pacto, una negociación entre quien lo encarga (a menudo el propio retratado) y el retratista en cuanto a tamaño, precio, apariencia, vestimenta, ambiente, inscripciones, etc. y sobre todo –pero no sólo– en el caso de los retratos pintados, respecto del logro de un “parecido”. […]

La miniatura de Joseph Alexandre Boichard. Este retrato en miniatura sobre marfil, de 6.3 cm. de diámetro, está firmado a la derecha “J.A. Boichard” sin fecha. Al dorso tiene una leyenda: “Retrato del General Don Manuel Belgrano pintado en Europa en 1793 por J. A. Boichard”.No sabemos quién ni cuándo agregó ese texto al dorso del retrato, escrito, con toda evidencia, mucho más tarde, ya que en 1793 el joven Manuel, de apenas 23 años, estaba muy lejos de ser General. […]

El peinado y la vestimenta, por otra parte, no condicen con la fecha atribuida. Esto ha sido observado antes por varios investigadores. […]

Los retratos atribuidos a Casimir Carbonnier. Veamos ahora el retrato más difundido de Manuel Belgrano, reproducido, copiado por numerosos pintores -desde Prilidiano Pueyrredón (para el Club del Progreso, hoy en el Jockey Club), hasta Rafael del Villar (en el Museo Marc de Rosario) y Fortunato Fontana (en el Museo Histórico Nacional) además de muchas otras copias anónimas -aceptado como el “verdadero rostro” del prócer e incluso utilizado en el papel moneda. Es un bello cuadro en el que Belgrano aparece elegante y en actitud meditativa, sentado en una silla estilo imperio, en un ambiente refinado y austero, con cortinados de terciopelo rojo y con sus piernas cruzadas, enfundadas en pantalones amarillos, sosteniendo un objeto casi oculto en su mano (que ha sido identificado como un pastillero), sobre el muslo. […]

Durante mucho tiempo se consideró obra de un retratista inglés anónimo y se creyó que Belgrano lo había traído a su regreso del difícil e infructuoso viaje diplomático a Londres que en 1815 compartió con Bernardino Rivadavia, quien se habría hecho retratar por el mismo artista. Pero Adolfo Ribera encontró en el diario Argos de Buenos Aires la noticia de la llegada al puerto, desde Londres, de dos retratos de Manuel Belgrano el 10 de abril de 1822, uno de los cuales, indudablemente, es éste. […]

Uno de aquellos retratos (el de cuerpo entero, que se conserva en Olavarría), fue atribuido más de un siglo más tarde por Mario Belgrano, descendiente e historiador del prócer, a un artista francés muy poco conocido: Casimir Carbonnier (Beauvais 1787 – Paris 1873). Por extensión también se le atribuyó el otro cuadro […]

El grabado de Pablo Núñez de Ibarra (platero correntino, 1782-1862).Un año después de la muerte de Belgrano se celebraron unas solemnes honras fúnebres y un banquete en su honor, que describió Bartolomé Mitre en el Epílogo de su Historia de Belgrano y la Independencia Argentina. El recinto, recordaba Mitre, estaba “tapizado de banderas con un retrato de Belgrano coronado de laurel. ”¿Qué retrato? Aun no habían llegado los que viajaron desde Londres en 1822. El único retrato hecho en Buenos Aires en vida de Belgrano fue el que realizó Pablo Núñez de Ibarra apenas un año antes de su muerte, con la siguiente leyenda: “EL GENERAL BELGRANO / Dedicado / Al Ciudadano Dr. Dn. Bernardino de Ribadavia”. […]Y es muy probable que ése haya sido el retrato que, coronado de laurel, presidió el banquete fúnebre de 1821, ya que fue el retrato reproducido en el Elogio fúnebrepublicado entonces.[…]

Nada más que hipótesis podemos construir acerca del significativo misterio alrededor de cada uno de los retratos europeos de Belgrano. Ninguno está firmado ni fechado, ni fue exhibido ni se habló de ellos en vida de Belgrano. Todos los retratos conocidos, menos los grabados de Núñez de Ibarra en el último año de su vida, hicieron su aparición –más temprano o más tarde– después de la muerte del prócer.

Ese misterio adquiere mayor interés si se piensa que Belgrano tuvo una clara consciencia de la importancia de las representaciones visuales en el proceso revolucionario.

* Dra. en Artes. UNSAM-CONICET. Académica de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA). Fragmento editado del ensayo “El enigma de los retratos de Manuel Belgrano”, escrito para la ANBA.