La pandemia le dio el tiro de gracia a la ficción nacional 2020. No solo porque suspendió grabaciones y cualquier proyecto que se estuviera realizando en el país o con planes de comenzar. También porque, en general, la televisión argentina le dio la espalda al género. Lejos de meter mano en ficciones locales ya emitidas, recuperando programas de otros tiempos, los reponsables de definir lo que se verá en la pantalla chica eligieron extender la programación en vivo, con el riesgo -artístico, periodístico y sanitario- que a tres meses de decretarse el aislamiento se percibe a diario. Ni siquiera los casos positivos de Covid-19 entre los trabajadores de TV de las últimas semanas modificaron una decisión que bien podría reverse, dado el vastísimo catálogo audiovisual que tiene la industria televisiva argentina y que reponer al aire no tendría costo alguno para los canales. Que se entienda: repetir una ficción propia no le implica a los licenciatarios ningún costo económico, a la vez que le permitiría a actores, directores, autores y músicos nacionales recibir dinero a través de las sociedades de gestión que los ayudarían a atravesar la pandemia.

El sector audiovisual, junto al teatral, es uno de los más perjudicados por el coronavirus. Los canales de TV vienen machacando una y otra vez sobre las penurias económicas que desde marzo afectan a los trabajadores artísticos. En general, actrices y actores, directores, músicos y autores suelen ser entrevistados en diferentes programas, que los solicitan no solo para que cuenten cómo atraviesan la pandemia, sino fundamentalmente porque atraen audiencia. Es sabido que los artistas siempre son objeto de atracción para frenar el zapping. Y las notas -en general- las dan sin recibir nada a cambio. La pregunta, entonces, es por qué los canales que los solicitan una y otra vez no los ayudan programando más ficciones de producción nacional.

¿Le demandan algún costo a los canales reponer ficciones propias ya emitidas? La respuesta es contundente y no tiene matices: no. Los canales privados argentinos no tienen que pagar nada por programar ciclos viejos de series, tiras o novelas. Sin embargo, más allá del rating que cosechen, que haya más ciclos de otros tiempos en pantalla les generaría ingresos a esos mismos artistas que suelen entrevistar gratuitamente en la infinidad de programas en vivo. ¿Por qué, entonces, si a los canales no les genera ningún costo extra reponer en sus programaciones ficciones nacionales propias, esa decisión les daría la posibilidad a algunos profesionales de la actividad de cobrar algo?

La razón es muy simple: los canales privados, reunidos en la Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas (ATA), le pagan un porcentaje fijo de facturación publicitaria a las sociedades de gestión por derechos de propiedad intelectual. Es decir: independientemente de si las emisoras repiten una, cuatro o diez ficciones, o si incluso no reprograman ninguna, el porcentaje destinado a las entidades es el mismo, establecido previamente. No es que a mayor ficciones repetidas, los canales pagan más o abonan dinero extra. Nada de eso. Tanto Telefe, El Trece, El Nueve como América, y el resto de los afiliados a ATA, no abonan por programas emitidos sino por la totalidad de la programación, en un monto fijado previamente. En el caso de los cableoperadores, el porcentaje recaudado es sobre la cantidad de abonados.

Las entidades de gestión que -por derecho de propiedad intelectual de sus afiliados- recaudan ese porcentaje fijo de la facturación publicitaria total de las emisoras son cuatro: la Sociedad Argentina de Actores Intérpretes (Sagai), que gestiona lo destinado a los actores; Argentores, que concentra lo estipulado a los autores; Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), que nuclea a los realizadores; y la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI Capif), que concentra a los músicos. Cada una de ellas firmó un convenio específico con ATA, fijando un porcentaje general (mucho menor al 0,5 por ciento en todos los casos) de la facturación publicitaria de cada emisora, el cual reciben independientemente de la cantidad de ciclos repetidos. Esto quiere decir que cuando una emisora repite una telenovela o serie argentina, el canal no tiene que pagar dinero extra al que ya liquida a las entidades de gestión. El costo para los licenciatarios de sumar repeticiones a sus grillas es “cero”. Sí, cero.

Sin embargo, programar ficciones argentinas sí ayudaría -y mucho- a los actores y actrices, directores, músicos y autores nacionales. ¿Por qué? Básicamente, porque cada una de las sociedades de gestión que recauda ese monto fijo de parte de los canales, luego distribuyen ese dinero entre sus socios en función del trabajo profesional puesto al aire por las emisoras. Es decir: los profesionales de esos rubros sólo cobran la contraprestación por la comunicación pública de su trabajo si las obras en las que participaron salen al aire. De lo contrario, no. Por eso al comienzo del aislamiento la Federación de Sociedades de Autores e Intérpretes Audiovisuales (FESAIA) reclamó a los programadores “que destinen una porción significativa de su horario de emisión a contenidos realizados en nuestro país”. Un pedido que buscó que los profesionales puedan tener algún ingreso en medio de una actividad paralizada en todas las artes.

Para que eso ocurra, las obras audiovisuales argentinas deberían programarse en los canales del aire, y así ayudar a los trabajadores audiovisuales de estas ramas, a través del reparto de lo recaudado en concepto de la comunicación pública de las obras. Por ejemplo, Argentores liquida a los autores de cada programa emitido de acuerdo a una ponderación, según sea el rubro de la obra (telenovela, serie, sketch), la continuidad en el tiempo y el alcance de la emisión (TV aire, TV paga). Una aclaración: a diferencia de las emisoras privadas, la TV Pública paga a Argentores un arancel fijado individual y no integral. Es decir: los medios públicos liquidan por la emisión de cada programa que integra su programación. En este caso, repetir una ficción tiene un costo para la pantalla pública, que sin embargo es hoy la emisora con más ficción nacional (Doce casas, En terapia, Germán últimas viñetas, El secretario y Si solo si).

Algo similar ocurre con Sagai: cuando un programa se pone en el aire se hace un reparto entre los actores participantes de esa obra, verificando la ficha de cada ciclo, tanto del plantel estable de intérpretes como de los invitados, los bolos y los extras. En este caso, el monto de lo que cada actor recibe por su participación depende de una fórmula que está sujeta al rating alcanzado por el programa y a la presencia en pantalla que tuvo en el episodio. Cuanto más rating obtenga el programa, más dinero reciben los intérpretes, porque es un indicador de que más “uso” se hizo de su imagen. Por eso el dinero que recibe cada actor por una emisión en TV abierta es mucho mayor a la que reciben cuando los ciclos en los que participa se programan en la TV paga. Y a cuanto mayor tiempo del actor en pantalla, mayor es el monto que Sagai le liquida. Más allá de las particularidades, el esquema es similar en DAC y AADI Capif para con sus afiliados.

Un dato a considerar cuando se habla de derechos de propiedad intelectual es que las sociedades de gestión locales también retienen lo correspondiente a los profesionales de cualquier nacionalidad que participan en obras extranjeras emitidas en Argentina, como las novelas turcas o brasileñas que Telefe programa con más impulso que las argentinas (incluso, cuando decide repetir una ficción). Los autores y actores extranjeros cobran por las emisiones de sus obras en el país, siempre y cuando las sociedades argentinas tengan acuerdos de reciprocidad con sus pares de los territorios de los que provienen las ficciones. Esta semana se confirmó que Telefe reemplazará a El precio justo por la segunda repetición de Av. Brasil, la novela brasileña que desde el lunes quedará en la historia de la pantalla chica local: será la primera ficción en programarse todos los días en una pantalla, de lunes a domingo.

Más allá de algunos casos aislados (el éxito de Casados con hijos, Educando a Nina o la reciente repuesta Argentina, tierra de amor y venganza), lo cierto es que ni la pandemia pudo devolver a la pantalla ficciones argentinas. Sin costo alguno para las emisoras, de gran ayuda para los profesionales de la ficción, con el aumento de casos positivos por Covid-19 en el medio, sin posibilidad de rodar nuevos contenidos y con un hastío manifiesto de la audiencia por la sobre información reinante, el interrogante resulta válido: ¿no será hora de que los canales apelen a las ficciones de archivo? ¿No sería, acaso, una medida solidaria para con tantos artistas que -como tantos otros trabajadores- la están pasando mal económicamente?