En 2001, Nicolás García Mayor presentó como trabajo final en la univesidad el desarrollo de refugios instantáneos para víctimas de catástrofes naturales (terremotos, inundaciones) o desplazados. Una casa desplegable de polipropileno, aluminio y poliéster que se arma en once minutos y se convierte en una pequeña vivienda equipada con lo indispensable (baño, mesa, camas) para acoger a diez personas con dignidad.

García Mayor es bahiense y cuando fue a La Plata a estudiar sólo pudo acceder a un hospital abandonado, que usaba como casa y taller. Allí desarrolló los refugios, a los que bautizó Carlos Maximiliano, como su hermano menor. Hoy, desde Estados Unidos, donde está radicado hace años, y ya con un camino en la ayuda humanitaria desde el diseño (en el 2014, a los 35, García Mayor fue nombrado por Naciones Unidas uno de los Diez  Jóvenes Sobresalientes del Mundo por su contribución a la niñez, la paz mundial y los derechos humanos y dos años después el gobierno de Barack Obama le otorgó la residencia permanente como Brilliant Talent por su labor en el campo de la innovación humanitaria), se encuentra rediseñando los C-Max System, para dar respuesta con ellos a muchas de las necesidades que presenta la covid-19.

“El proyecto C-max fue pensado para asistir también en situaciones de pandemia. Es muy loco haber pensado y hablado de eso hace veinte años, cuando lo desarrollaba como trabajo final en la facultad y hoy, ver la extrema necesidad de tener unidades para distintos usos”, adelanta desde Estados Unidos en días que revela como interminables debido a la crudeza del virus en ese país.

Así, cuando esta nueva emergencia se desató, lo primero que hizo fue investigar y contactar a expertos en virología y médicos de todas partes del mundo. Investigó junto al equipo de la fundación que creó años atrás y luego de tres semanas empezaron a desarrollar algunas configuraciones de unidades específicas para atender esta emergencia compleja.

“Básicamente detectamos tres puntos donde contribuir. Primero las unidades móviles de testeos de covid-19 que permiten descentralizarlos para que la gente no tenga que desplazarse. Luego las unidades de pre triage para ampliar la capacidad hospitalaria. Separar de las instalaciones hospitalarias las etapas iniciales y finales de los pacientes. Desde el primer diagnóstico a la etapa en la que ya el paciente fue tratado y deba quedar en observación y así dejar la infraestructura hospitalaria para los casos más graves, que requieren mayor atención y aparatología. Y por último, las unidades para descanso del personal sanitario para contribuir a que conserven las buenas condiciones de salud”, detalla.


Diseño para el mundo real

“Al venir de muy abajo conozco las necesidades de primera mano. Desde chico me gustó ser útil con mi vida y luego usar el diseño se convirtió en el vicio más grande, el servicio”, señala.

--¿Costó abrirse paso desde esta línea de trabajo? 

--Sí, costó. Cuando yo estudiaba los profesores se relamían y acicalaban para ir a alguna exposición del mueble y presentar la silla de diseño que los inmortalice en alguna publicación. Recuerdo un diseñador recién recibido que había diseñado un perchero en forma de cactus de madera torneada y era el comentario de toda la universidad y a donde todos querían llegar. Sin embargo a mí eso no me atrapaba. Además soy emprendedor por necesidad, desde chico lo que quería no lo tenía, con lo cual buscaba la manera de conseguirlo. Hoy, más crecidito, lo que quiero para este mundo no está plasmado y por eso emprendo, lucho y busco caminos.

Así, para él, los refugios que diseñó para usar ante desastres, conflictos o emergencias complejas no son un producto de diseño sino una expresión de amor al prójimo en forma de producto.

--¿Qué más diseñó?

--Un vehículo a energía solar que desarrollé para los cartoneros y que no pudo concretarse, por diversos conflictos e intereses políticos. Si bien fue muy doloroso, nunca lo voy a olvidar, ya que con ese proyecto aprendí una gran lección. Mejorar temas sociales significa meterte también a romper esquemas de corrupción y nichos de generación de dinero sucio y trabajo esclavo. Muchos son los que se aprovechan de una manera inhumana de gente que no tiene lo básico. Ese producto/sistema (Tato) de transporte totalmente sustentable me enseñó mucho más que ninguno. Me enseñó que para cambiar ciertas cosas que me indignan tengo que estar más preparado para batallar con estas situaciones que exceden el plano del proyecto.

En esa línea, también desarrolló un puesto de informes para su ciudad natal que se volvió un punto de referencia para guiar a los perdidos o a los que necesitaban saber más sobre la ciudad.

--¿Influye el ser latino en esto de abocarse a un diseño centrado en las necesidades? 

--Yo tengo un dicho: el sediento busca agua; el muy sediento, la encuentra. Yo viví en Europa, en Emiratos Arabes y desde hace cinco años entre Nueva York y Washington. No fue fácil. Dejás muchas cosas de lado, pero el no bajar los brazos cuando los resultados no estaban, cuando nadie confiaba, cuando escaseaba la comida o vivís en cualquier lado, vale la pena. Yo no fui o no soy tal vez un profesional exitoso. Pero sí me siento un estudiante exitoso. Logré estudiar viviendo en un hospital abandonado y tener las mejoras notas. Y en ese contexto diseñar algo que veinte años después se transformó en una fundación y en una empresa --remata.