Sergio Izquierdo Brown era uno de esos indisimulablemente talentosos. Había en su trazo una maestría que excedía el mero oficio y que no podía explicarse tampoco por la formación de las escuelas de arte (que había eludido con astucia) ni la práctica publicitaria (que le dio de comer algunos años). En sus dibujos había una potencia inusual. Izquierdo Brown falleció en la medianoche del jueves a los 82 años en el Hospital Británico, por causas completamente ajenas a la actual pandemia de coronavirus, informó su hijo Juan.

Izquierdo Brown comenzó su carrera como historietista en Vea y Lea, en 1962 y siguió por otras como Leoplán, aunque su línea más ácida llegaría más tarde, en Satiricón. Pasó también por otras, como Chaupinela, Gente, El Gráfico, El ratón de Occidente, Pitos y flautas, Primera Plana, Caras y Caretas, Panorama y Humi. Cuando llegó a Satiricón ya tenía nueve años como profesional y un lenguaje gráfico afianzado. Había vuelto de Ibiza, donde vendió baratijas en la playa y ya estaba atravesado por la influencia de Hugo Pratt y José Luis Salinas, y algunos referentes de Caras y Caretas, como Cao o Alonso.

En Satiricón hizo El Marqués de Sade -con los guiones de Oskar Blotta, donde se reían de la supuesta inteligencia de cierta aristocracia- y a La Pochi (ligera pa’los mandados) -con guiones de Rolando Hanglin, sobre una jovencita desmesurada que erotizaba a todo el barrio-, dando cuenta de la versatilidad y amplitud de su registro, que roza lo descabellado cuando se compara esas páginas con las de otras publicaciones (como Los tirado Alvear, en Chaupinela) o las ilustraciones y tapas para Humo(r) o Humi.

Quizás uno de sus trabajos más recordados en la señera Humo(r) sea Leopoldo el Grande, una evidente sátira al general dictatorial Leopoldo Galtieri, que Izquierdo Brown firmaba en solitario, como autor integral, y que establece una notable distancia con otros trabajos hechos en conjunto (si Leopoldo el Grande permite lecturas interesantes a la distancia, hasta la mirada más generosa debe reconocer lo mal que envejeció la propuesta de los guiones de Hanglin en La Pochi).

Lo llamativo del caso es que hay poco material suyo disponible. No existen, por ejemplo, recopilaciones de su obra, en un país donde abundan los libros que recogen viñetas de sus humoristas. Es cierto que Izquierdo Brown era más un historietista humorístico que un humorista gráfico, que es parecido pero no es igual, y eso hace algo más elusivo su trabajo, pero de cualquier modo su producción era fenomenal. Con la noticia de su fallecimiento, la Biblioteca Nacional preparó para su web un homenaje, que estaba terminando de confeccionarse al cierre de esta edición. Un registro indispensable de su existencia y aporte al humor argentino.