La dama argentina del terror gótico despliega su compromiso con lo perturbador y lo extraño. “La sangre le chorreaba por las piernas desnudas, le dibujaba un cinturón oscuro: los Iniciados miraban boquiabiertos. Después contarían que los tajos, tan profundos, habían dejado ver la columna y las costillas. La chica trastablilló, pero el médium la sostuvo y, con su otra mano, que estaba volviendo de a poco a la normalidad -ya no tenía las uñas de garras amarillas, ahora tan solo era deforme y negra, reumática-, le acarició la espalda herida. Y dejó de sangrar. Y los tajos se transformaron en cicatrices oscuras, como si la mano estuviese cargada de tiempo”. Ángel de la Calle, el director de la 33° Semana Negra de Gijón (Asturias), el primer festival de literatura negra que se está realizando en formato anfibio, más presencial que virtual, anunció que Nuestra parte de noche (Anagrama), de Mariana Enriquez, ganó por unanimidad el Premio Celsius a la mejor novela de ciencia ficción, terror o fantasía escrita en español en 2019. El jurado consideró que la novela de Enriquez “aúna las virtudes de la mejor literatura gótica y de horror contemporánea con la evocación histórica de un período convulso de la historia moderna argentina, en la gran tradición de autores como Roberto Arlt, (Adolfo) Bioy Casares, Silvina Ocampo o Ernesto Sabato”.

Enriquez fue la primera escritora argentina que en 2019 obtuvo el premio Herralde con Nuestra parte de noche, una excepcional novela de 667 páginas que narra, en principio, el viaje de Juan con su hijo Gaspar hacia las cataratas del Iguazú durante la dictadura cívico-militar. Los dos están obligados a sobrevivir a la muerte de Rosario, la madre de Gaspar, en un accidente no esclarecido. El padre, tironeado por la pérdida y aquejado por problemas de salud, teme que su hijo haya heredado sus cualidades como médium. Novela que se despliega en varios tiempos, en la sección “La cosa mala de las casas solas” se relata la adolescencia de Gaspar y su grupo de amigos: Pablo, Victoria y Adela, un personaje reconocible en el universo de Enriquez, la protagonista del cuento “La casa de Adela”, de Las cosas que perdimos en el fuego. La escritora y subeditora del suplemento Radar de Página/12 es la única argentina que ganó un premio en esta edición de la Semana Negra de Gijón. Enriquez se impuso en su categoría a la novela de otro argentino, Todos nosotros (Alfaguara), de Kike Ferrari; al mexicano Yuri Herrera con Diez planetas (Periférica) y a la española Pilar Pedraza con Pánikas (El Transbordador).

El Premio Dashiell Hammett –que tenía como finalista a la argentina María Inés Krimer con Cupo (Revólver)- lo ganó la escritora y periodista española Berna González Harbour con El sueño de la razón (Destino), quien estaba presente en el acto que se llevó a cabo en el Centro de Cultura Antiguo Instituto y que se pudo seguir en vivo por el canal de Youtube de la Semana Negra. González Harbour es la segunda mujer en ganar el Dashiell Hammett, después de la española Cristina Fallarás con Las niñas perdidas (2012). Otra argentina, Dolores Reyes, competía con Cometierra (Sigilo) por el Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela en español del género noir, premio que ganó la española Esther García Llovet con Sánchez (Anagrama). El actor y escritor español Carlos Bardem se quedó con el Premio Espartaco a la mejor novela histórica en español con Mongo Blanco (Plaza Janés). Finalmente, el Premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción fue para El niño de Hollywood (Destino), de los periodistas salvadoreños Óscar Martínez y Juan José Martínez, sobre la historia de Miguel Ángel Tobar, sicario y asesino de la Mara Salvatrucha 13, “uno de los grandes libros de la década del periodismo”, lo definió De la Calle.

Enriquez (Buenos Aires, 1973), autora de los libros de cuentos Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego, cuenta que está muy contenta de recibir el premio Celsius. “Yo no tengo problemas de ninguna clase con que la novela sea puesta en la categoría de género de terror porque es una novela de género. Al mismo tiempo, los límites de los géneros son muy lábiles y está todo muy mezclado que a lo mejor la literatura no necesita tanto de géneros tan marcados”, dice la escritora que ha publicado las novelas Bajar es lo peor, Cómo desaparecer completamente, reeditada en la colección “8M” de Página/12, y Este es el mar. Aunque se siente cómoda en la tradición de autores argentinos en que la inscribió el jurado –-integrado por Julio César Iglesias, Felicidad Martínez, Luis Artigue y Jesús Joaquín Palacios Trigo-, reconoce que sus influencias son “más contemporáneas”.

“Hay ecos de Sobre héroes y tumbas en la novela, sobre todo en la división de partes y en la idea de una familia tradicional argentina que negocia con el mal. La idea de la sociedad secreta aparece muchísimo en Arlt; entonces hay claramente una continuidad”, explica Enriquez, directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, y aclara que lo de Bioy Casares “no lo tiene tan claro como influencia”, aunque usó un epígrafe de La invención de Morel en “Las garras del dios vivo”, la primera parte de la novela. El influjo de Silvina Ocampo, a la que retrató en la biografía La hermana menor, está más en sus cuentos que en las novelas. “Hay algo de ellos dos (Silvina y Bioy) en esa idea de excentricidad aristocrática que sí influyó sobre todo en el personaje del patriarca de la secta acá, y Mercedes, un homenaje retorcido a Silvina Ocampo, que es la villana de la novela y se parece un poco a Silvina en la descripción. Pero mis influencias son más contemporáneas y de otro tipo”.

Aunque no la volvió a releer en los tres años que le llevó escribir Nuestra parte de noche, también menciona la importancia que tuvo El obsceno pájaro de la noche, del chileno José Donoso. “Hay mucho de Thomas Ligotti; hay escritores ocultistas tipo Richard Gavin y también cosas que no tienen que ver con lo literario, sino con la mitología del rock, la historia del ocultismo británico y las historias orales del santoral pagano de la religiosidad popular argentina –repasa la autora de Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios-. Después trabajo mucho con las casas, algo que viene de Shirley Jackson; y toda la segunda parte de la novela está influida por Stephen King. El romance entre Rosario y Juan tiene mucho de Heathcliff y Catherine de Cumbres borrascosas. Tengo influencias de esos cuatro autores que son parte de la tradición argentina. Pero también hay textos que no son literarios y autores contemporáneos anglosajones. No lo estoy diciendo como una objeción al jurado, sino más bien como una ampliación; es super elogioso que me inscriban en esa tradición del Río de la Plata”.