En una época en que el fútbol no tenía sponsors ni mucho menos contratos millonarios, Boca Juniors se transformó en 1925 en el primer equipo argentino en realizar una gira por el Viejo Continente que incluyó paradas en España, Francia y Alemania. La aventura azul y oro se convirtió en causa nacional, a tal punto que otros equipos locales prestaron a algunos de sus referentes para reforzar el plantel. Con la delegación viajó un singular simpatizante que daría origen al mito del "Jugador N° 12" (ver aparte). El periplo culminó el 12 de julio, cuando el buque "Marsella" que traía de vuelta al plantel atracó en el Puerto de Buenos Aires. Una inusitada multitud fue a recibir a los viajeros a la dársena para alzar en andas a los jugadores y desatar una fiesta inolvidable. 

La consagración de Uruguay en los Juegos Olímpicos de París en 1924 había dejado muy bien parado al fútbol sudamericano. Y la entonces Asociación Argentina de Football (AAF) se propuso mandar una delegación a Europa para que muestre las bondades del juego local. Fue así que Boca, el campeón de 1924 y puntero en 1925, se ofreció para cubrir ese espacio. Y lo aprovechó con creces, ya que con su participación internacional, se colocaba a la par de la Selección, nada menos. 

Claro que por esos tiempos el fútbol era mayormente amateur y muchos jugadores además debían trabajar de otra cosa para llevar el sustento a sus familias. Seis meses fuera del país representaba demasiado tiempo. Entonces se acordó que los futbolistas cobrarían 10 pesos por día de viático. Y 300 mangos en esa época era lo que más o menos cobraba un obrero especializado. A los muchachos finalmente las cuentas les cerraron y así armaron maletas.

La delegación boquense, encabezada por el vicepresidente Adelio Carboni y el secretario Vicente Decap, zarpó en febrero y cruzaría el océano a bordo del transatlántico "Formosa". Al frente de la dirección técnica, dos de sus propios jugadores: Américo Tesoriere y el capitán Alfredo Elli. El plantel completo lo integraban Ludovico Bidoglio, Ramón Muttis, Segundo Medici, Mario Busso, Domingo Tarasconi, Antonio Cerrotti, Dante Pertini, Carmelo Pozzo, Carlos Antraygues y Alfredo Garasini.

En tanto, los cinco refuerzos "invitados" eran el arquero Octavio Díaz (Rosario Central), el defensor Roberto Cochrane (Tiro Federal), el mediocampista Luis Vaccaro (Argentinos Juniors), y los delanteros Cesáreo Onzari (Huracán) y Manuel Seoane (El Porvenir). Este último resultó el goleador de la gira, con 12 tantos.

Tras 22 largos días de un viaje en el que los muchachos buscaron mantenerse en forma entrenando en la cubierta del barco, el team boquense desembarcó en Vigo y en su primer compromiso derrotó 3-1 al Celta, a cancha repleta y con gente fuera del estadio. Tal era la expectativa que el juego debió interrumpirse durante 16 minutos porque algunos osados se subieron al techo de una fábrica para poder ver el evento. Pero desgraciadamente el techo cedió y hubo que lamentar dos muertos y 26 heridos. La revancha se jugó tres días después, con triunfo del Celta, también por 3-1. 

Para el partido siguiente, Boca viajó a La Coruña, donde venció en dos oportunidades al Deportivo y convirtió a Tesoriere en el primer arquero argentino en contener un penal en Europa. La próxima parada fue la capital española, con éxitos consecutivos ante el Aleti primero y frente a Real Madrid después. Ante el conjunto merengue, el rey Alfonso XIII llegó al palco promediando el primer tiempo. Ya en el complemento, Pozzo marcó el gol del triunfo xeneize y se lo dedicó a Su Majestad con una curiosa reverencia, según reportó Hugo Marini, periodista del diario Crítica que cubría la gira "en vivo". 

Tras un tercer triunfo en Madrid ante la Sociedad Gimnástica, la gira continuó por Bilbao con dos caídas. En Pamplona venció al Osasuna y, ya en Barcelona, se impuso a un Combinado Catalán y batió dos veces al Espanyol, que tenía en sus filas al arquero Ricardo Zamora, considerado el primer crack del fútbol ibérico. Sin embargo, Tarasconi no se dejó impresionar por los pergaminos del catalán y apenas vio distraído al arquero le clavó un misil al ángulo desde 25 metros. Boca ganó 1-0, la gira cumplía un mes y en España ya llamaban "malabaristas del fútbol" a los jugadores argentinos.

Era el turno de viajar a Francia, pero las derrotas en fila ante Real Unión de Irún y Athletic Bilbao hicieron que los organizadores franceses desistieran de jugar. El  itinerario pautado cambió, por lo que el próximo destino no fue París sino Múnich, donde Boca igualó 1-1 con el Bayern. Durante el mes de mayo en Alemania, el Xeneize metió cuatro triunfos al hilo contra equipos de Berlín, Leipzig y Frankfurt, incluido un demoledor 7-0 contra el Spielvereinigung Greuther Fürth.

En Francia tomaron nota del paso triunfador de Boca por tierras teutonas y en junio decidieron darle "una oportunidad" al conjunto sudamericano, que en la Ciudad Luz despachó a un combinado parisino con una inapelable victoria 4-2. Ese fue un más que positivo cierre de la gira para un equipo cuya consideración en el Viejo Continente iba en ascenso. Ya de paseo, el plantel se detuvo a observar París desde 300 metros de altura y subió a la Torre Eiffel, que por entonces era la construcción más alta del mundo.

El 12 de julio, la delegación retornó a Buenos Aires y fue recibida con júbilo. Si bien el balance en lo económico fue deficitario, en lo deportivo resultó muy exitoso, ya que el equipo jugó 19 partidos, ganó 15, empató 1 y perdió apenas 3. Convirtió 40 goles y le marcaron 16. Poco después, la AAF declararía a Boca "Campeón de Honor de 1925", acaso el primer título otorgado "vía escritorio", que sería refrendado en la cancha al año siguiente con la obtención de un nuevo campeonato de manera invicta.


Origen del "Jugador N° 12"

A dos décadas de la fundación del club, la gira de Boca fue organizada por empresarios españoles. El dato de color fue que junto al plantel y el cuerpo técnico viajó Victoriano "Toto" Caffarena, un escribano de posición acomodada que pagó de su bolsillo todos sus gastos y, a falta de personal especializado, asumió la tarea de masajista y utilero. También se ocupaba de que los jugadores tuvieran habitaciones cómodas y hasta de la comida. Por si fuera poco, formaba con el equipo en cancha y, claro, posaba para la foto. Así nacía al otro lado del Atlántico el mito del "Jugador N° 12", treinta años antes de que Alberto J. Armando oficializara dicho apodo para la parcialidad xeneize. En la actualidad, una calle de La Boca lleva el nombre de Agustín Rafael Caffarena, quien fuera padre de "Toto" y cuya familia, como la mayoría de los primeros habitantes y fundadores del barrio, provenía de la lejana Génova.