La vida en suspenso (editado conjuntamente por Siglo XXI y el Colectivo Editorial Crisis) reúne 16 escritos urgentes de Paula Abal Medina, Alejandro Bercovich, Ximena Tordini, Marcelo Leira, Paula Litvachky, Horacio González, Natalia Gelós, Diego Golombek, Rita Segato, Juan Gabriel Tokatlian, Mariano Llinás, Martín Rodríguez, Juan Grabois y Mario Santucho, entre otros. “El coronavirus muestra las profundidades tenebrosas de la pobreza extrema que no está en los extremos: es el núcleo de la sociedad neoliberal. Verbos como ‘mitigar’ y sus mil desgraciados sinónimos no devolverán la salud que millones pierden por las carencias de sus barrios, por los olores, la contaminación, la falta de cloacas, la mala alimentación”, plantea Abal Medina en el primer texto del libro y agrega: “La pandemia es el ajustador más letal que hayamos podido imaginar. El derrumbe de los ingresos de los trabajadores encuarentenados resultó fulminante. A fines de abril, la OIT publicó un informe devastador sobre la situación de los trabajadores y trabajadoras en los países afectados por la pandemia: concluyó que los informales sufrirán reducciones de más del 80% de sus ingresos en países de ingresos medios-bajos como el nuestro”.

La mitad de los textos de La vida en suspenso -que se puede descargar gratuitamente en la web de Siglo XXI - está orientada a describir esta coyuntura inaudita en tiempo real. Algunos de los temas que se despliegan son el descubrimiento de la necropolítica, la consolidación de una precariedad estructural, el gobierno de los científicos y el impuesto que los ricos no quieren pagar, entre otros. La otra mitad del libro intenta explorar el mundo que vendrá. “El sector privado argentino, según estima el Indec, acumula en el exterior un total de U$S 355.377 millones. Es casi un 70% del PBI y cinco veces lo que declaran ante la AFIP los 32.484 contribuyentes con patrimonios mayores a U$S 1 millón –advierte Alejandro Bercovich-. El Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo Argentino (Cefid-AR) calculaba una década atrás que era un 109% del PBI y con ese dato coincidió hace poco el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA). Aunque otras estimaciones más recientes son más conservadoras, todas coinciden en algo: la Argentina está entre los cinco países con más riqueza offshore del planeta”.

Bercovich afirma que la relación entre la élite económica argentina y el resto de la sociedad está mediada por la fuga de capitales. “Las 10.000 familias ricas o las 1.000 súper ricas (…) sienten el impuesto a las grandes fortunas como una ‘doble imposición’. Aun cuando todas tributen bienes personales solo por el valor fiscal ficticio de sus campos y mansiones; aun cuando muchas registren las ganancias de sus empresas en guaridas fiscales para pagar menos impuestos acá; y aun cuando la mayoría mantenga gigantescos depósitos en negro en el exterior. Es sencillo: buena parte de su riqueza offshore está invertida en los bonos que se multiplicaron vertiginosamente en los últimos años. Y si va a haber una quita sobre esa deuda -termine como termine la renegociación-, es lógico que respondan como el vecino de un suburbio residencial cuando le toca el timbre el segundo o tercer pordiosero del domingo: ‘Ya colaboré’”.

El biólogo Diego Golombek subraya que lo novedoso y bienvenido es que la ciencia ocupa un lugar central en el teatro contemporáneo. “No era nada usual escuchar a líderes manifestando que toman sus decisiones basadas en evidencias, en expertos, en lo que les dicen ‘los científicos’. Será que por fin llegó el momento en que los gobiernos no solo apoyen a la ciencia (que deben hacerlo, claro está) sino que también se apoyen en la ciencia”, precisa Golombek. “Ya vendrán tiempos de intereses, de ver quién tiene la vacuna más grande (o más cara), pero mientras los líderes políticos cierran sus fronteras, los científicos abren las suyas, compartiendo protocolos y resultados preliminares para que, luego de rascarse mucho la cabeza y los pizarrones, lleguemos a entender un poco mejor de qué se trata. Solo la verdad os hará libres (de virus). Estamos, en fin, donde y cuando nunca quisimos estar: en la niebla de la incertidumbre. Pero en ese camino nuboso también aparecen luces que nos marcan el camino, y la mirada científica es una de ellas”.

La antropóloga Rita Segato reflexiona sobre el mundo que vendrá. “Que nadie venga a decirnos ahora que ‘no es posible ensayar otras formas de estar en sociedad’ u otras formas de administrar la riqueza: se puede parar la producción y se puede parar el comercio. Estamos presenciando un acto de desobediencia fenomenal sin poder adivinar cuál será la ruta de salida. El mundo se ha transformado en el vasto laboratorio donde un experimento parece ser capaz de reinventar la realidad. Se revela, de repente, que el capital no es una maquinaria independiente de la voluntad política. Todo lo contrario. Estamos ahora frente a la evidencia que siempre los dueños de la riqueza y sus administradores buscaron esconder: la llave de la economía es política, y las leyes del capital no son las leyes de la naturaleza”. Mario Santucho señala que las alternativas en la historia no prosperan de manera espontánea ni son hijas del consenso. “Hay que empujar para que nazcan, derrotar a las fuerzas que intentan impedir su aparición, y cuidar muy bien el sentido de esa emergencia –propone Santucho-. Para eso sirve la política: para inventar los modos de acción que plasmen en lo real aquello que existe como promesa o posibilidad”.