Tolar Grande es un pequeño caserío del Altiplano salteño, en el departamento Los Andes, a 380 kilómetros de la Capital provincial. Ubicado sobre la traza del mítico Ramal C-14 del Ferrocarril General Belgrano, cuenta con unos 200 habitantes. Pero en 1943 convivían ahí unas 4 mil personas, trabajadores del ferrocarril y sus familias. En una de esas casas de obreros, Seferina Rodríguez de Copa escuchaba en una radio RCA a válvulas los discursos del secretario de Trabajo y Previsión Social de la Nación, Juan Domingo Perón. Esos discursos fueron el germen de la constitución de la rama femenina del peronismo en Salta

“Yo estaba con la radio en la cocina y no me perdía los discursos de Perón, ahí, en Tolar Grande, en la Cordillera. (…) No me perdía discurso de Perón y lloraba porque parecía que Perón sabía lo que yo había pasado, lo que había sufrido en la vida. Yo lloraba porque, ¡imagínese! Que haya un hombre que hable de la miseria que pasábamos los pobres”. Contó Seferina en 1999 a las historiadoras Raquel Adet y Miryam Corbacho, citada en el libro "La historia contada por sus protagonistas".

Desde entonces Seferina fue una militante peronista que recorrió los lugares más alejados afiliando al pobrerío. “El hablaba de nosotros, los pobres. ¿Cómo no iba a hacer algo yo? Yo quería hacer algo y más después que lo metieron preso”. También su hermana menor, Hortensia Rodríguez de Porcel, fue una destacada y aguerrida militante peronista que junto a su familia fue protagonista activa de los 70. También ella escuchaba a Perón, y a Evita: “Le brotaban las palabras cuando hablaba en la radio y estaba en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Me encantaba como le hablaba al pueblo y todo eso me gustaba, de ahí fue que en las primeras inscripciones que se hicieron para el peronismo nosotros nos metimos adentro. Desde el principio ya me enamoré de Perón. Después ya salió Evita en el 45 y yo la escuchaba y la escuchaba....”.

En 1946, para las primeras elecciones en que Perón fue electo presidente, Seferina trabajó, junto a su padre, “conquistando para que voten por el general”.

Seferina había nacido en Santa María, Catamarca, pero llegó a Campo Quijano, en Salta, a los siete años de edad, obligada por el trabajo de su padre, en la construcción del Ramal C 14 del Ferrocarril Transandino.

Luego de su paso por Tolar Grande, con su marido, Francisco Copa, también ferroviario, se radicó definitivamente en Campo Quijano y se convirtió en una destacada dirigente del peronismo. “En cuanto llegué puse en mi casa un comité ‘Coronel Perón’ y me puse afiliar a toda la gente. Agarré yo, mi plata que tenía y compré hojas de cartulina y con unas chicas peronistas que me ayudaban hemos hecho fichas y empezamos a afiliar así. Después ya ha venido la Castiñeira, cuando yo ya tenía toda la gente afiliada y Perón ya estaba en el gobierno. Nosotros hacíamos las fichas con los nombres de la gente que se adhería y se las mandábamos al general. El recibía y nos contestaba. Los afiliados eran gente de todas las extracciones políticas: radicales, conservadores y todos los que se habían hecho peronistas y votado al general”.

El surgimiento de la rama femenina del peronismo fue un gran catalizador de los derechos de las mujeres, que se vieron promovidas social y políticamente. La organización que capitaneó Evita, de cuya muerte se cumple hoy un nuevo aniversario,  catapultó a muchas mujeres a una activa vida pública, y a un nuevo rol dentro de sus propias familias. Ya no se ocupaban solo de atender al marido y a los hijos, ahora dedicaban tiempo al trabajo militante, lo que las llevaba a salir de sus casas y a recorrer distintos lugares de la provincia. En el caso de Seferina, esta militancia se vio favorecida porque su marido había sido enviado a trabajar a Puerto Madryn, lo que le permitía organizar reuniones políticas en su casa.

Distinta era la situación de Hortensia: “Yo era muy peronista pero no podía hacer nada” porque “era la lucha con mi marido”, contó a las historiadoras. En cambio, Seferina usaba su casa como una unidad básica, se afilió al Partido “y empezó a buscar mujeres para la elección, hacían propaganda, hacían enseñanza de tejidos, de cocina, de bordados y todas las mujeres entusiasmadas. Pero cuando venía el marido desaparecían todas. Después, ya cuando tocó la elección para las mujeres, la eligieron a ella candidata a diputada nacional”.

La ciudadanía de la mujer 

Si las cosas son difíciles ahora para las mujeres, lo que serían en aquellos años. “Cuando estaba Evita, yo tenía mi Unidad Básica y a las mujeres había que enseñarles", recordó Seferina. Contó que tenían que "enseñarles a las mujeres que se defiendan. Les decíamos pues que ya teníamos la ciudadanía y ya nos íbamos a liberar de los hombres, que los hombres eran machistas, y yo las defendía, tenía mi Unidad Básica y las defendía a muerte a las mujeres [...] Esas eran las órdenes de Evita. Si en los discursos lo decía, que las mujeres cómo han vivido, que los hombres las han tenido atadas a la pata del catre. Yo peleaba con el comisario” de Campo Quijano, un golpeador violento.

Los testimonios de aquellos primeros años del peronismo dan cuenta de un entusiasmo político que llegaba al sacrificio para sumar voluntades. En La historia contada… se incluyen declaraciones de “doña Estela”, maestra que fue la primera mujer diputada provincial de Salta. Comenzó a militar en el peronismo en 1943: “Yo, que había visto tanta pobreza en el Valle y que el peronismo protegía al obrero. ¿Cuándo has visto un obrero que tuviera jubilación? ¡Jamás!… y la verdad es que fue el populacho el que empezó a apoyar a Perón”. Estela no solo convenció a su marido, que era demócrata, para que se afiliara al peronismo, sino que se sumó al trabajo de la censista de la rama femenina como subdelegada y “andaba por todas las villas hablando y enseñando la doctrina” y fundó una Unidad Básica en la calle Aniceto Latorre al 1600.

En 1949 la maestra normal santafesina Hilda Nélida Castañeira, recordada como la primera censista del Partido Peronista Femenino (PPF) en Salta, fue enviada por Evita a afiliar a las mujeres peronistas, tarea que cumplió hasta 1952. Sin embargo, para cuando Castiñeira llegó a Salta, ya Seferina había reunido a una gran cantidad de afiliadas. Había empezado esa tarea en Tolar Grande y siguió en Campo Quijano, donde fundó una de las primeras Unidades Básicas Femeninas.

En 1952 Seferina fue electa primera legisladora nacional por Salta. Pero tras el golpe del 55 fue encarcelada y perseguida, a pesar de lo cual participó en la resistencia peronista e integró el Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo en 1958, a través del cual participó también en la campaña por el retorno de Perón.

Hortensia también se constituyó en un símbolo de la resistencia peronista. En 1973 fue electa diputada provincial por la ciudad de Salta, dentro de la Lista Verde que llevaba como candidato a gobernador a Miguel Ragone. Miembra de una familia que sufrió persecución, cárcel y muerte, ella misma tuvo que soportar la prisión. A pesar de esta persecución, aún en los años más duros de la última dictadura cívico militar se ocupó del cuidado del busto de Eva Perón, en la Plazoleta Evita, en la ciudad de Salta. Y se ocupó también de la crianza de dos nietos, de la búsqueda de su hija desaparecida, Gladys, y del nieto que estaba en su panza cuando la secuestraron los terroristas del Estado el 28 de octubre de 1976.