El 26 de junio de 2011 es una fecha que quedó marcada en la historia oscura de River. El rival que se encargó de que ese día haya quedado impregnado fue Belgrano, que provocó un golpe letal para la entidad de Núñez. A partir de ahí, cada vez que los cordobeses visitan el estadio Monumental, el morbo por lo sucedido es inevitable. El destino quiso que volvieran a enfrentarse ayer en un domingo 26, y los visitantes estuvieron cerca de ocasionarle otro trastorno a los locales. Pero la capacidad técnica de algunos jugadores de River hicieron que la frustración parcial se transforme en desahogo final, y también en expectativa para su futuro en el campeonato. River hilvanó anoche su tercera (una fue por la Copa Libertadores) victoria consecutiva, y su juego comienza a ofrecer atisbos de recuperación.

A partir del trabajo de Gonzalo Martínez, el equipo tuvo dinamismo y sorpresa en los metros finales de la cancha, donde precisamente se le exigía más presencia. Con él, crecieron en su rendimiento Sebastián Driussi e Ignacio Fernández. Entre los tres se encargaron de controlar los cicuitos de ataque del conjunto de Marcelo Gallardo. El ex Huracán convirtió el gol que le significó la victoria, y sobre todo le sirvió para recuperar el ánimo por algunas actuaciones poco convincentes.

Driussi fue el otro que volvió a convertir –suma 11 en el certamen–, y sigue siendo una de las cartas fundamentales, junto al ausente Lucas Alario, en el aspecto ofensivo. En ambos goles, el asistidor fue el mismo: Milton Casco. El lateral izquierdo mostró una gran proyección por su franja, y eso le permitió a River tener una salida permanente por ese lado.

En el primero, llegó hasta el fondo para lanzar la pelota al área, y Driussi la tocó de derecha cerca del primer palo para vencer a Acosta, que pudo rozarla en su intento por rechazar. En el segundo, encaró entre dos rivales, ingresó al área y le cedió la pelota a Martínez, quien definió de zurda, a la carrera, para ubicarla al lado del palo. El otro lateral de River, Camilo Mayada, también cumplió una tarea correcta, y con su buen manejo de la pelota le permitió participar en varias de las acciones cerca del área rival.

El déficit mayor de los dos fue que dejaron espacios grandes a sus espaldas, que fueron aprovechacos por los cordobeses. De esa manera, los centrales tenían que salir corriendo a cortar en esos sectores, y muchas veces no llegaron a tiempo. El momento de incertidumbre se vivió en la segunda parte, cuando Belgrano llegó al empate a través de Lema. El defensor encaró por el centro, y luego de combinar dos veces con sus compañeros y verse favorecido por un rebote, definió cruzado al palo más lejano de Batalla. 

El que no pudo aprovechar sus oportunidades en River fue el uruguayo Alonso, que tuvo cuatro chances para convertir, pero careció de precisión frente al arco rival. El pasado vuelve cada vez que este duelo se repite, y mientras Belgrano arriba con ese recuerdo como bandera, River se empecina en dejar atrás los momentos que más lo afectaron. Con juego y, fundamentalmente, con convencimiento.