“ Te la debo”.

                                                                                           Mauricio Macri

Una vez más un gobierno de corte nacional y popular arregla los desaguisados cometidos por administraciones neoliberales. En el 2003 le tocó a Néstor Kirchner, hoy fue el turno de Alberto Fernández que, con talento y política logró un acuerdo razonable por la inmensa deuda que nos dejó la desquiciada gestión del gobierno cambiemita.

En efecto, a pocos meses de terminar su mandato el gobierno de Mauricio Macri declaró una virtual cesación de pagos apenas velada con el eufemismo reperfilación de deuda, término inexistente en el diccionario pero que en buen romance significaba: le dejamos la deuda al próximo gobierno porque nosotros devastamos al país. Lo cierto es que el gobierno de los Ceos, que llegó al poder con inmenso margen para aplicar sus políticas sin que --salvo honrosas excepciones-- nadie le pusiera obstáculos, destruyó la economía argentina.

La deuda no es una palabra cualquiera en el devenir histórico argentino, desde los albores de la conformación de nuestra nación, Rivadavia prohijó ese nefasto parásito con el ominoso préstamo de la Baring Brothers que el país terminó de pagar noventa años después. Se iniciaba así un sometimiento a los centros de poder mundial que llega hasta hoy. Basta recordar que el desenfrenado endeudamiento al que Macri condenó a nuestro país incluye una deuda a pagar en cien años con un altísimo interés. Tal como el superyó freudiano que cuanto más se le otorga más exige, el oneroso préstamo no bastó para contentar los insaciables apetitos de los bancos, quienes --a contramano de las supuestas expectativas oficiales de ese entonces-- no modificaron la calificación sobre el país, necesaria para que llegara la ya tristemente célebre “lluvia de inversiones”.

Lo cierto es que, cual síntoma revelador de las ideologías predominantes en cada época y en cada gobernante, la deuda externa constituye una suerte de analizador privilegiado de toda la historia argentina. Aquí es donde se pertinente citar la observación de Lacan según la cual “que el término haya salido de otra parte, a saber del síntoma tal como Marx lo ha definido en lo social, no quita nada a lo bien fundado de su empleo en, si puedo decir, lo privado”. Entonces, cual envés de una trama colectiva, la figura del ex presidente argentino, hoy de ostentoso paseo en Europa, nos sirve como cristal a partir del cual elucidar las raíces de un síntoma argentino: la deuda. Por empezar, el odio que distingue al discurso macrista cuya deuda (y resentimiento) para con su padre --una pesada herencia-- lo llevó a denunciar sus delitos sólo una vez que el progenitor yacía en su tumba.

Es que el neurótico, con tal de sostener al padre, viste de resentimiento la angustia que le provoca la inconsistencia del Otro. Un caso emblemático de este sentimiento es el de “los que fracasan al triunfar”. En su texto homónimo, Freud aborda el drama “Macbeth” de Shakespeare para puntuar el retroceso que un hombre experimenta en el momento de acceder al poder. Dice: “Ciertos hombres enferman precisamente cuando se les cumple un deseo hondamente arraigado y por mucho tiempo perseguido. Parece como si no pudieran soportar su dicha, pues el vínculo causal entre la contracción de la enfermedad y el éxito no puede ponerse en duda”. La raíz inconsciente de esta neurosis reside en la culpa por el daño imaginario infligido al símbolo por excelencia: el Padre.

Nada más oportuno aquí que recordar las disculpas que, en el día de la Independencia, el actual presidente le pidió a un devaluado Rey que hoy --tal como Macri-- se ausenta de su país en medio de un escándalo judicial. Tal como ilustra Shakespeare, no es la primera vez que el destino de una nación queda supeditado a los embrollos de una familia, en este caso las prácticas mafiosas de un padre y un hijo. Pero habida cuenta de que el actual mandatario surgió de elecciones libres, vale preguntarse si --más allá de Mauricio Macri--, en realidad “los que fracasan al triunfar” no es el conjunto de argentinos que, habiendo contado en su momento haber el logro del ansiado desendeudamiento, eligió como presidente a un hombre empecinado en tomar dinero prestado para así comprometer el futuro de generaciones con una deuda impagable. Desde ya, va de suyo la concurrencia de nuestro origen colonial en la ruinosa situación al que hoy nos conmina el estigma de la deuda. Hoy que hemos logrado enderezar el rumbo para así iniciar el sendero de la recuperación, se hace imprescindible tener en cuenta este síntoma a tramitar más temprano que tarde si no queremos que la repetición sea el destino de nuestras futuras generaciones.

Sergio Zabalza es psicoanalista.