En la Argentina, y en el mundo, la radiofonía cumple un siglo. De la mano de jóvenes pioneros que experimentaron colgando antenas en terrazas del centro porteño, el nuevo medio se abrió camino y conquistó los hogares. Caras y Caretas dedica su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con Página/12, a repasar ese derrotero, que construyeron y al que siguen aportando miles de artistas, locutores y periodistas.

En su editorial, María Seoane recuerda su primera obsesión como directora de Radio Nacional: “A comienzos de diciembre de 2009, fui directamente al sótano a hablar con los trabajadores para ver el estado del edificio. Al revisar los matafuegos, vi que estaban vencidos. Inmediatamente, ordené aterrorizada que los 70 matafuegos de todo el edificio de RNA fueran revisados y cargados o cambiados. Perentoriamente. Y revisé con obsesión, por primera vez, los rincones de ese sótano. Dos cosas eran urgentes: sacar las diez toneladas de discos vinilos del sótano y crear una enfermería. La primera batalla sería contra la amenaza del fuego”.

Felipe Pigna se retrotrae a la noche del 27 de agosto de 1920: “Era un hecho pionero: sólo en los Países Bajos y Canadá se habían registrado hasta entonces emisiones radiales de este tipo. Recién unos meses después, el 2 de noviembre, se produjo la primera transmisión de radio en Estados Unidos”.

Desde la nota de tapa, Carlos Ulanovsky cuenta que la radio “se convirtió en imprescindible porque la gente se dio cuenta de que esa caja misteriosa de la que salían sonidos diversos, músicas y palabras, tenía la condición de acercarla a mundos desconocidos con la indudable ventaja de no tener que moverse de su sillón preferido. Desde entonces, y por muchos años, la radio se constituyó en el centro del entretenimiento hogareño, y participó de la construcción de incontables gustos y necesidades personales, culturales, comerciales y funcionó como una organizadora de la vida cotidiana”.

Vicente Muleiro traza el perfil de los “locos de la azotea”, como se conoció a los pioneros de la radio: Enrique Telémaco Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, estudiantes de Medicina –menos Susini, ya diplomado– y radioaficionados que “se desplazaban por los techos de Buenos Aires” con la “ilusión de saltar de la comunicación a distancia person to person a la emisión a decenas, cientos, millares de personas. O sea, inaugurar la radiotelefonía”.

María Mercedes Di Benedetto escribe sobre el género de ficción de la radio por excelencia: el radioteatro. Damián Fresolone destaca los grandes personajes masculinos de la radio y Roxana Sandá, que se refiere a las grandes protagonistas, llama la atención sobre la impronta machista que tuvo el medio desde los tiempos de los tiempos. En ese sentido, Gisela Marziotta señala la necesidad de una ley de paridad para los medios de comunicación, a la vez que traza un panorama de la desigualdad entre mujeres y varones.

Fernando Ramírez Llorens y Federico Lindenboim escriben sobre el papel informativo de la radio. Y Susana Pelayes, sobre la importancia de la radio pública: “Estas emisoras, cuya rentabilidad se ubica en el ámbito de lo social, se caracterizan por la calidad de su servicio. Con una relación estrecha e imbricada en las necesidades y pulsiones de la comunidad donde se mueve, es su caja de resonancia, su micrófono y su pantalla que la muestra, interpela y busca respuestas. Esta radio se emociona con los que sufren, llora con ellos, y baila con sus fiestas. Abraza y es abrazada”.

En tanto, Mariano del Mazo se refiere a la relación entre la radio y la música, Lucrecia Álvarez se dedica al vínculo entre el medio y el deporte, y Agustín Espada explora el género humorístico en la radiofonía argentina.

Juan Pablo Urfeig da cuenta de la evolución de la radio en términos de lenguaje y soporte, Felipe Boetto escribe sobre la presencia de los jóvenes como audiencia y como protagonistas, Ernesto Lamas reconstruye la historia de las radios comunitarias y Gustavo Sarmiento se dedica a los radioaficionados.

El número se completa con la crónica policial de Ricardo Ragendorfer, la columna de Ana Jusid y entrevistas con Alejandro Dolina (por Virginia Poblet), Víctor Hugo Morales (por Ricardo Gotta) y Cynthia García (por Gimena Fuertes).

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.