Un sabor reconfortante pero agridulce deja la nueva situación laboral de Marcelo Bruno, quien ya tiene un nombramiento efectivo por resolución del rector de la UNR y quien comenzará a trabajar la semana entrante en uno de los comedores universitarios, pero que ya no va a ser más el cafetero de la Facultad de Humanidades y Artes. Esa parte de su historia y de la historia de esa Facultad ha terminado. La resolución firmada por el rector de la Universidad Nacional de Rosario, Franco Bartolacci, lo designa como agente con funciones en el comedor del Área Salud, a partir del 3 de agosto de 2020. Anteayer, a instancias del Secretario del Área de Bienestar Universitario, José Ignacio Mangiameli, Marcelo Bruno se reunió con el coordinador de su área y con personal administrativo y de Recursos Humanos para definir su nuevo trabajo en el nuevo edificio en Richieri y Santa Fe que se inaugura mañana, mudándose allí el comedor universitario de la zona. 

El cambio de ritmo debido a la pandemia hizo más lenta la concreción de este nuevo escenario, que significa por un lado un digno empleo por contrato, a las órdenes de un director perteneciente a la Fundación de la Universidad Nacional de Rosario (fundación que gestiona los comedores universitarios para estudiantes de la UNR en Rosario, Zavalla y Casilda), pero por el otro implica la irreversible ausencia de un trabajador muy querido por alumnado y plantel docente en la Facultad donde no sólo caminó los pasillos y repartió cafés y capuchinos durante 33 años, sino que hasta llegó a inventar una receta propia: la "marcelina", un delicioso bocado dulce con dulce de membrillo y cobertura de chocolate. Y además obró ad honorem y de motu propio como asistente de mantenimiento técnico ante la urgencia, en gestos solidarios y espontáneos. Esos 33 años de trabajo no se reflejan ni en antigüedad ni en aportes. Bruno tiene hoy 49 años.

Hasta el año pasado, Marcelo y su esposa, Cintia Ceballos, manejaban por las tardes la cafetería de la Facultad, situada en el comedor universitario donde antes había existido el Aula 1 de Letras. La cafetería estaba antes en la planta alta de la Facultad de Humanidades y Artes; a partir de una reunión que tuvieron hace casi 7 años Cintia y Marcelo con el entonces decano José Goity, pasó al comedor de abajo. La idea de un cargo no docente para Marcelo se conversó entonces, pero no se avanzó en el tema.

Marcelo conoce al actual decano, Alejandro Vila, desde que era un estudiante que caminaba por los pasillos de la Facultad en zapatillas con el pelo largo y era militante. Desde la Facultad, y con el abogado Iván Makat como intermediario, se barajó un comodato por dos años para la cafetería, que quedó en vía muerta por no garantizar ninguna continuidad, y porque además contenía una cláusula que implicaba que la Facultad podía, unilateralmente, discontinuarlo. "Dame un trabajo porque esto no me sirve. Me quedan 15 años para jubilarme", dijo. 

Cuando salió a caminar los pasillos con sus termos este año antes de la pandemia, le llegaron a Marcelo rumores de que se cerraba el comedor y cafetería, pero ninguna certeza hasta que contactó a Vila. Entre un diálogo y otro pasaron meses de incertidumbre y hubo algo de ayuda económica de la Facultad a la familia, cuyo sustento depende del trabajo diario, como el de tantos. Al fin Vila se comunicó con Bartolacci, que estaba tomando gente para el nuevo comedor.

La familia Bruno estuvo vinculada muchos años, como trabajadores no docentes, a la Facultad de Humanidades y Artes. El padre de Marcelo, personal no docente de planta, fue delegado del gremio no docente en Humanidades y Artes desde 1979 hasta 1987, cuando murió de un ataque cerebrovascular poco antes de asumir como Secretario de Intendencia, y el hijo de 16 años tuvo que empezar a trabajar. Su abuelo se jubiló como no docente en la Facultad de Odontología. Cintia cocina en casa las mismas delicias que se saboreaban en el comedor y las vende por su página de Facebook. Se los extrañará.