La nota periodística de Dante Panzeri apareció después de la última mudanza. Se titula: "Estudiantes aplazados en derecho". Es de 1977, con la dictadura genocida cebada en su raid de secuestros, desapariciones y saqueo. En el texto de tres columnas escribe en defensa de mi padre, Bernardino Veiga. El club de La Plata lo había declarado persona no grata y le prohibió su ingreso a “cualquier dependencia y en cualquier circunstancia” como señala en su artículo el autor de Fútbol, dinámica de lo impensado. El argumento para sancionarlo era que “tuvo expresiones ofensivas y agraviantes” según la comisión directiva que presidía el contador Ignacio Ercoli. Se las atribuían a un tramo de su relato del partido por el campeonato Metropolitano entre Argentinos Juniors 2, Gimnasia y Esgrima 2 del 13 de noviembre del 77.

¿Qué relación tenía ese empate con Estudiantes si lo habían jugado dos equipos diferentes? Bernardino dijo que el volante uruguayo de Argentinos Juniors, Nelson Agresta del Cerro, había aprendido ciertas mañas en el cuádruple campeón de América. Tuvo un paso anterior por el club de La Plata. Esa era la ofensa conferida por la cual los dirigentes encabezados por Ercoli –fallecido en agosto de 2016 – decidieron sancionar a un periodista. Panzeri con su prosa filosa e indignada sostenía que el club “no le puede negar a Veiga el ejercicio de su profesión. Le puede negar su amistad”. Se apoyaba para decirlo en el fallo de un juez de apellido Rabovich que le había dado la razón en un episodio semejante. River le prohibió la entrada a sus instalaciones. En la misma columna comentaba: “El amparo judicial del caso impuso a River la obligación de recibirme, y además, protegerme en su estadio durante un clásico con Boca Juniors”.

La represalia contra él se disparó porque hizo un comentario televisivo sobre las costumbres libertinas que llevaban los jugadores del plantel riverplatense en 1965. José Varacka se sintió aludido y fue a buscarlo. Al final lo recibió en su casa. La declaración de persona no grata a Panzeri que River firmó en un comunicado lejos estuvo de intimidarlo. Doce años después, en aquel trágico 1977 a Dante le quedaba apenas un año de vida. Seguía igual que siempre, leal a sus principios. Inclaudicable. Su nota sobre Bernardino le removió el viejo episodio y continuó así en su defensa: “Estudiantes obrando con ligereza de mal alumno en temas de derecho, omitió llevar primero este caso a la justicia correccional encargada de determinar si Veiga lo había ‘ofendido y agraviado’ como dice Estudiantes y en caso afirmativo de darle a ella, a la justicia misma, la misión de condenarlo a Veiga”.

Panzeri falleció el 14 de abril de 1978. El año anterior le diagnósticaron un cáncer, la misma enfermedad de la que murió Bernardino el 7 de julio del 79. Historias parecidas como las que vivieron los dos en el ejercicio de la profesión son más difíciles de encontrar en esta época. El contexto es otro, el modo de ejercer el periodismo deportivo también es otro.

En esta democracia que se arrastra con dificultades hace 37 años, pero ininterrumpida y perfectible, sería una rareza que un club le prohiba la entrada a un relator consagrado y a un periodista de la trayectoria de Dante, “el responsable principal en realizar un corte histórico en los modos de mirar, de contar y de entender el fenómeno deportivo en la Argentina”, como lo describe el colega Ariel Scher en la solapa del libro Dirigentes, decencia y wines, la bitácora más completa sobre la obra de Panzeri. Matías Bauso compiló los más representativos entre casi 15 mil artículos que están desperdigados por archivos, hemerotecas y sobre todo conservados en el club Quilmes de Mar del Plata donde se encuentra la biblioteca que lleva su nombre.

Si hoy hubiera clubes que repitieran los hechos de 1965 y 1977 no podrían sostener la medida en el tiempo sin pagar un alto costo político. La prohibición del derecho a trabajar no sería convalidada por el silencio cómplice apenas quebrado por la voz aislada de un justiciero como Panzeri. En las asociaciones civiles sin fines de lucro que dominan el paisaje futbolístico de nuestro país -como en pocos lugares del mundo-, se han creado anticuerpos.

La propia actualidad del club platense y de muchos otros lo confirma. La existencia de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino le pone otra rubrica. Socios, hinchas, simpatizantes, hombres y cada vez más mujeres, encontraron en los clubes ese espacio vital que a menudo se les retacea en los partidos políticos. Desde ahí siguen el ejemplo de los organismos de DDHH.

Aquella declaración de persona no grata afectó mucho el estado de ánimo de Bernardino. Unos meses antes se había quedado sin trabajo porque el vicealmirante Carlos Lacoste influyó para que no se siguieran más las campañas de los equipos por radio. Por eso relató aquel Argentinos Juniors y Gimnasia en Radio Provincia, donde seguía de manera alternada los partidos de los dos clubes platenses. Fue gracias a que el periodista Ricardo Podestá lo convocó para esa tarea, ya sin posibilidad alguna de transmitir a Boca por Radio Argentina. Panzeri salió en su defensa como lo corrobora su artículo. Ejerció así entre colegas una solidaridad desusada para la época en plena dictadura. Lo hizo en soledad, ya enfermo y mientras cuestionaba el Mundial ’78 que se venía.

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