Tristán Tzara (o Izara) nació en Moinesti, Rumania, el 16 de abril de 1896 y se traslada a Francia promediando la Primera Gran Guerra, donde vive hasta su muerte.

En febrero de 1926, reunido en el cabaret Voltaire de Zurich junto a sus amigos Hugo Ball, Hans Arp y otros, fundó el llamado movimiento Dadá, considerado en ese momento subversivo, furioso e iconoclasta y vanguardista en el siglo XX. La corriente que inauguraron en ese momento hoy es catalogada como “antiarte” y fue una especie de causador de otros movimientos artísticos como el surrealismo, el estridentismo y en parte del arte pop de los años sesenta.

Fue quien redactó el Manifiesto Dadá que dice, entre otras cosas, “Dadá no significa nada. Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder su tiempo con una palabra que no significa nada...”, que no se detenga allí.

Fue un movimiento cuya finalidad, entre otras, fue escandalizar a la burguesía. Se decía de ellos con injusticia moral que “nunca antes un grupo de decadentes desprovistos de todo saber y toda voluntad, ha tenido el coraje de mostrarse al público como lo hacen estos dadaístas”.

Tzara fue escritor y poeta y además de destacarse por “La primera aventura del señor Antipirina” (1916) y otros textos como Los siete manifiestos Dadá (1924), escribió entre 1925 y 1930 “El hombre aproximativo”, publicado un año después, considerada la mejor obra poética de Tristán Tzara. “Se trata de una experiencia cosmológica de reconstrucción del mundo buscando una reconciliación entre el hombre concreto con sus miserias e incoherencias y la mirada infantil y salvaje del hombre primitivo, para hallar el hombre aproximativo que habita en su interior, y que sólo (se) logrará a través de la realidad poética.

El libro rompe con todos los límites de la expresión, donde la escritura automática (surrealista) y la ausencia de puntuación descubren nuevas correspondencias y significados en versículos polisémicos construidos como collages (propios del dadaísmo) y con un ritmo claramente musical de repeticiones y fraseos.

El dadaísmo sentó las bases del arte conceptual que se desarrollaría en la segunda mitad del siglo XX. Esto se debe a que permitió que la noción del arte como un objeto destinado a la mera contemplación estética y, por lo tanto, a la complacencia de los sentidos, pudiera ser también valorado por su capacidad para construir discurso crítico, para incomodar o para proponer conceptos complejos con fines distintos a los estéticos.

El ready made, por su parte, abrió el camino no solo para el arte conceptual en sí, sino para el arte de instalación que hoy en día juega un papel tan importante. Marcel Duchamp fue una figura emblemática de este movimiento con su “ready made” (arte encontrado en objetos desechados), modo de interpretación que va contra la significación, que no remite al sentido del objeto en cuestión.

Decía Tzara: “Estoy contra todos los sistemas, el más aceptable de los sistemas es no tener por principio ninguno”. Y añadía: “¡Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales!”, incluyendo entre ellas al propio movimiento dadaísta: “¡Desconfiad de dadá!”, decía un sarcástico Tzara.

*Participante EOL Sección Rosario. Coordinador Psicología Rosario12. [email protected]