"Te vas a sentir orgullosa", me dijo mi hija, de 11 años, semanas atrás, al regresar a casa, el primer día de clases. Y me contó que una de las maestras les había recordado las reglas del recreo y la forma cómo se distribuye el patio entre nenas y varones. Las chicas pueden jugar al quemado en un sector. Los varones, al fútbol, en otro. Ellos a veces se mezclan con ellas para jugar al quemado. Pero ellas no tienen derecho al fútbol. Era un tema que veníamos conversando con Cami desde hace un tiempo, por lo injusto y discriminatorio de esa división absurda --y machista-- del espacio de recreación. Muchas veces me sentí tentada de ir a plantear al colegio que no me parecía correcto, pero finalmente me convencía de que tenía que surgir de las propias nenas el reclamo. No solo es discriminatorio. También incoherente: en ese colegio, las nenas juegan fútbol como deporte en una parte del año. Y fue ese día cuando Cami, al terminar de escuchar de la maestra lo que ya sabía, se animó y pudo vencer el temor a la palabra disidente, a desnaturalizar lo naturalizado: "¿Podemos, nosotras, las chicas, jugar al fútbol también?", preguntó, sin inocencia. La maestra, que es nueva, se sorprendió. Pero escuchó y repreguntó: "¿Ustedes quieren?". "Siiiii", fue la respuesta unánime, me contó Cami. Me lo contó orgullosa. Pero a los pocos días, llegó a casa desilusionada. Le habían rechazado de plano su reclamo. "Le pregunté a la seño si tenía una respuesta y me dijo que lo había consultado con la directora de inglés, y que había dicho que no podíamos, porque los varones son más y si no, no tienen a qué jugar", me relató, actuando los gestos de la docente. A Cami no le pareció un argumento sensato ni convincente: no solo porque no hay más varones que nenas en los grados, sino porque ella --y sus compañeras-- no pretenden que los chicos dejen de jugar, sino que ellas puedan hacerlo también, que el fútbol en el recreo no sea privilegio de varones. "A las mujeres nunca nos regalaron nada, para votar tuvimos que pelear años, para poder decidir sobre nuestros hijos, también", le conté. "Es que si no es ahora no voy a poder jugar, porque este año ya termino la primaria, no puedo esperar años", me contestó, con más sensatez que la respuesta que le dieron a ella en el cole. Tenés que insistir, la alenté. Y le sugerí que hablara con la directora del castellano, que imagino más receptiva a las preocupaciones de las y los alumnos. Y que le contara sus fundamentos para exigir gozar del derecho al fútbol en igualdad de condiciones que los varones. Por vos, por tus compañeras y por las que son más chicas que ustedes, tenés que insistir, la envalentoné. Ojalá no se rinda.