"Doctor, le quiero pedir permiso porque no voy a seguir aislado. No puedo perder ese trabajo". La consulta le llegó a un médico de un centro de salud de parte de un paciente con diagnóstico de covid-19 que ya había postergado 14 días una changa pero luego, al confirmarse los contagios de sus hijas, decidió no volver a posponerlo, por el riesgo de quedarse sin ese ingreso. Desde el principio de la pandemia, quienes trabajan en el sistema de salud, especialmente en el sector público, son quienes están poniendo el cuerpo. Su protagonismo es excluyente. En Rosario, con una red que integran 80 centros, es en Atención Primaria de la Salud donde la dimensión social es insoslayable. Los equipos salieron a vacunar, a entregar medicación y hasta a repartir bolsones de alimentos. Ahora oscilan entre el compromiso, el hartazgo, las demandas de mejores condiciones laborales y la impotencia. "Si la pandemia no se resolvía con las intervenciones médicas sino con el aislamiento social, ¿no tendría que haber sido otro el que tenía que estar al frente de la estrategia y no el sistema de salud? Ante el problema del tipo que se queda sin un trabajo, no es (el secretario de Salud) Leonardo Caruana quien le tiene que decir 'te doy 10 lucas'. El problema del aislamiento no se resuelve con una intervención sanitaria sino con una intervención política", planteó Ricardo Cordone, médico del centro de salud de Casiano Casas. 

Rosario/12 dialogó con un grupo de profesionales de amplia trayectoria, que pone el cuerpo diariamente en estos espacios, donde la población acude a plantear sus problemas. "Sentimos que el sistema de salud es nuestro, no de (Hermes) Binner, ni de (Débora) Ferrandini, sino nuestro y de la población", enfatizó Andrea Montaner, jefa del centro Ceferino Namuncurá. Lucas de Candia, médico generalista, también marcó diferencias: "A los hospitales no les pasa esto que nos pasa a nosotros. No les cae nadie a decirles 'yo no puedo aislarme porque no tengo para comer'. A los centros de salud nos está cayendo todo junto". Todavía impactado por la demanda alimentaria que evidenció la cuarentena --especialmente en su primera etapa, aliviada luego por el Ingreso Familiar de Emergencia y la parcial vuelta de los ingresos informales para albañiles y otros trabajos--, Juan Pedro Bonifazzi, también médico en centros de salud de la provincia, planteó las dificultades de mantener las medidas sanitarias. "Cuesta ir reforzando los cuidados, cuesta el aislamiento porque la gente está perdiendo el miedo a contagiarse, se suma el bombardeo mediático anticuarentena. Eso creo que hay que trabajarlo desde el vínculo con cada paciente para poder reforzar qué cuidados. En las condiciones que vive la gente es muy difícil, la gran mayoría de los contagiados son por contacto estrecho de un caso positivo", sostuvo. 

Poner todo el foco en la infraestructura de salud es insuficiente. "Nunca como antes, esto demuestra que el sector salud es limitado para resolver un problema. Cuando hablamos de salud pensamos únicamente en médicos, y un modo hegemónico de resolverlo. Y esta pandemia lo puso en crisis --planteó Cordone--. Tuvimos que dar vuelta la estrategia, porque frente al slogan de ante la menor duda concurra a su médico, nosotros teníamos que decirle 'ante la menor duda quedate en tu casa'. Eso produjo una crisis de relación entre los usuarios y nosotros, incluso en algunos compañeros produjo una crisis en la autoestima, yo para qué estoy ahora, si nosotros no tenemos nada que hacer en esto. Donde aparece la crisis de la organización del Estado que responde con el sistema de salud, cuando la respuesta no tenía que ser del sistema de salud sino a las otras áreas ¿quién garantiza que la gente se quede en sus casas? Hay que llevarles la comida, los medicamentos, la plata. Me parece que pone en crisis la organización del Estado frente a las respuestas de las necesidades de la gente".

En un diálogo por zoom, Montaner aporta que "la primera directora de Atención Primaria (Ena Richiger) decía que la gente tiene problemas, y nosotros tenemos secretarías o programas, que a veces no encajan con los problemas de la gente". Justamente, son los equipos de trabajo de los centros de salud --en esta nota hay profesionales de la medicina, pero no es justo olvidar a enfermeras, trabajadoras sociales y psicólogas, entre otras-- el lugar donde resuenan los límites de las respuestas sanitarias. 

De Candia establece cuatro etapas desde el 20 de marzo, cuando se estableció el Aislamiento Social Preventivo y obligatorio. "Hubo una primera etapa en la que todo el mundo se guardó, poca gente circulaba. Había mucha incertidumbre, mucho miedo, veíamos lo que pasaba en Europa. Para los centros de salud no fue tan larga, unos 15, 20 días, y ahí vimos cómo empezábamos a trabajar, pusimos triage, circuitos diferenciados. Pero había que seguir atendiendo. Algo que entendieron rápidamente los equipos es que la gente tiene otros problemas y tiene que seguir atendiéndolos. Los pacientes de salud mental, los pacientes crónicos, son situaciones que se pueden poner en suspenso una semana, un mes, posponerse, pero llega un momento en el que hay que seguir trabajando. Ahí se pudieron instalar circuitos de trabajo", establece el profesional sobre la segunda etapa. La tercera fue cuando "parecía que habíamos resuelto el problema, Rosario encontró la cura. No teníamos casos y cuando teníamos uno, sobraba la gente". 

La actual etapa que describe De Candia es la cuarta. "Como pasó en todos los lugares del mundo, se llenó de casos y el sistema está tensionado de trabajo, hay mucho trabajo, hay muchos pacientes, de covid y con otros problemas. Hay una disociación un poco más grande entre el seguimiento de cadenas de contagio pero la necesidad de instalar una noción de cuidado". En este punto, lo que sienten quienes trabajan en el sistema de salud es la disociación entre esa realidad cotidiana y lo que se ve afuera. "El resto de la población sigue en una etapa de mucha relajación, los bares están habilitados, los parques repletos. Todo el esfuerzo diario, cotidiano, sentís que no tiene sentido, vos prendés el televisor, saliste a mirar para afuera el domingo, todos los parques están llenos de gente", expresa. 

"La sensación es de mucha impotencia", suma Cordone, quien considera que "este es un momento en el que hay que organizarse de otra manera. Ahora no le tenemos que decir a la gente que se quede en la casa, sino 'si tenés un síntoma vení'. ¿Qué necesitamos ahora? Hacer el diagnóstico más rápido posible, aislar a la gente positiva lo más rápido posible, y darle soluciones a las cuestiones que necesita resolver para estar aislada". En ese punto, cuestionan que hoy la llamada al 0800 555 6549 implique cinco días de espera. "El tipo se comió una semana, y si hoy le duele la garganta y si tardan en venir y no le duele más, salió, y puede estar contagiando", concluye. Considera que en los centros de salud se podría hisopar, no sólo para bajar los tiempos sino también para evitar la concentración de posibles contagios en hospitales. "¿Cómo hacemos para que el sistema se adapte a las necesidades de la gente y no al revés?", pregunta. 

Las condiciones de trabajo, las medidas de fuerza que les generan contradicciones, son otros planteos que surgieron en una larga entrevista, que excede la extensión de esta nota. "Si el Estado en este momento no cuida a los trabajadores de salud ¿cuándo los va a cuidar?", plantearon. Y, sin entrar en victimismo, sino como un aporte a la conciencia colectiva, cuentan que están en fase 1 desde el principio de la pandemia, sin salir más que a trabajar, por una cuestión de cuidado y responsabilidad.