El argumento más fuerte que esgrimió Lionel Messi para continuar en el Barcelona de España fue el llanto de sus hijos. El rosarino le transmitió a su familia la posibilidad de marcharse de ese país, y el desborde emocional de su círculo íntimo le hizo pensar nuevamente esa chance.

La disputa con el club fue ganada por la dirigencia, ante la negativa de que el jugador se fuera en condición de libre, y las especulaciones sobre quienes serían sus nuevos compañeros quedaron en el olvido.

El inconveniente no es todo lo que derivó en esta resolución, sino lo que va a acontecer de aquí en adelante. La temporada finalizará en mayo de 2021, y los ocho meses próximos pueden ser terribles para Messi.

La competencia se iniciará sin público en los estadios, por la pandemia de coronavirus, y ese inclusive puede ser un punto a favor de él. La idolatría que tiene en el conjunto catalán no será igual a partir de este episodio, y Messi por primera vez podrá recibir reproches cuando sus acciones no tengan el desenlace deseado, el día que el juego vuelva a tener espectadores.

El nuevo entrenador Ronald Koeman ya le imprimió su impronta al plantel, desafectando a futbolistas de renombre para cualquier equipo del mundo. El neerlandés le transmitió a Messi que lo contaba para su proyecto, pero al mismo tiempo no sucedía lo mismo con otros que mantenían una gran convivencia con el argentino. El mensaje fue claro: el capitán estará rodeado y el campo de acción afuera de la cancha será reducido.

¿Messi tomó la decisión correcta? Como en el plano económico nadie se atrevía a pagar la suma de 700 millones de euros, en el aspecto personal vivirá ocho meses muy particulares: él será el capitán de un equipo desmembrado y con pocas figuras rutilantes; la relación con Koeman es distante y fría; el vínculo con el presidente Josep Bartomeu está quebrado; y su incomodidad en ese escenario será evidente.

Messi continúa en el Barcelona porque no se pudo ir, y no porque haya aparecido un plan futbolístico ambicioso que le despertó la motivación para permanecer.

Los fieles de la entidad saben que sólo estará hasta mayo, después de intentar la salida con todas las variantes. Por ese motivo, las miradas no serán las mismas, y lo que todo era beneplácito para la estrella podrá convertirse lentamente en un calvario nunca imaginado.

Messi no tendrá la tranquilidad que mantuvo a lo largo de su carrera en Barcelona, y sólo un rendimiento brillante puede volcar la balanza a su favor. De lo contrario, los cuestionamientos serán parecidos a los que recibe cuando representa al seleccionado argentino.

Los hijos del astro lloraron y provocaron que su padre diera una marcha atrás. La firmeza en su postura podía haber desembarcado en quedarse sin jugar durante ocho meses, pero lo evitó. Lo que Messi no podrá impedir es que si las cosas no son como pretende, el que termine llorando sea él.