“Yo no elegí a las polillas, ellas vinieron a buscarme. Con su fragilidad polvorienta, salieron de la noche y me encontraron; me hablaron con urgencia de la oscuridad, de la tierra, de lo que no podemos ni queremos ver. Mi duda era: ¿cómo responder? Cómo dar cuenta de que, en su breve existencia, está la gloria de participar del complejo y enredado tejido de la vida, aunque sean incomprendidas, denostadas, ignoradas, aunque estén profundamente desamparadas. Hasta la Biblia se refiere a ellas peyorativamente: ‘No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen’…”. Con tan vehementes palabras, la inglesa Sarah Gillespie introduce en su serie Moth, culminación de un arduo trabajo que tiene por causa reivindicar al vilipendiado insecto, siempre a la sombra de su más ostentosa y colorida prima, la diurna mariposa. Durante año y medio, la artista ha estudiado en profundidad las muchas y muy diversas especies del malmirado bicho, analizado su rol vital en el ecosistema como polinizador, como reciclador, como alimento de variedad de animales (“incluidos nuestros queridos pájaros cantores”). Le cayó como un baldazo de agua helada desayunarse que, “desde 1914 alrededor de 62 polillas se han extinguido solo en Gran Bretaña”: la pérdida de hábitat, la agricultura intensiva, la silvicultura comercial y la contaminación lumínica han sido tan devastadoras “que un tercio de su población ha desaparecido en las últimas tres décadas”.

Así lo remacha quien entiende que “el trabajo de artistas y poetas históricamente ha sido mostrar lo que nadie mira, amar lo que nadie ama”. De allí que pusiera la lupa sobre el mentado insecto creando una serie de magníficos dibujos y grabados que elevan a, por ejemplo, la Straw Dot, a la Light Emerald, a la Common Quaker, a la Lime-speck Pug, a la Small Phoenix, a la Swallowtail… Tales son los nombres en inglés de algunas de las especies que pueden verse en Moth, exhibida por estos días en la galería de arte de Kestle Barton, reconvertida granja de Cornualles a la vera del río Helford. “Hechos y estampados a mano, mis grabados a mezzotinta parten de un mix de referencias fotográficas e ilustradas, tanto de mi propio acervo como de colecciones de museos de ciencias naturales”, pormenoriza Sarah. Y pronto suma: “La bióloga y conservacionista Rachel Carson solía decir que cuanto más atención prestemos a las maravillas y realidades del universo, menos gusto tendremos por la destrucción. Si existe una remota chance de que ese sea el antídoto contra la devastación, esta es mi respuesta: atender, concentrarme en lo que sucede alrededor. No es suficiente, pero es necesario”.

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