Los policías bonaerenses perdieron el 40 por ciento de su salario durante el gobierno de María Eugenia Vidal y Mauricio Macri. Con el argumento del ajuste, de reducir el Estado, perdieron 16 puntos en 2018 y 25 puntos en 2019. Sin embargo, no hubo reacción alguna. Están los que sostienen que no se produjo ninguna explosión porque entonces no tenían respaldo político-mediático para eso, mientras que otros analistas piensan que el estallido fue ahora porque -debido a la pandemia- se cortaron los "negocios" paralelos en los que la Bonaerense saca tajada: partidos de fútbol, arreglos con barras bravas, estacionamientos, puestos de comida, ferias, recitales, juego clandestino, desarmaderos, prostitución, cuevas cambiarias y tantas otras actividades reducidas por el coronavirus.

En lo que sí hay unanimidad en el análisis es que esta vez contaron con el respaldo de Cambiemos y los grandes medios, algunos de forma un poco más solapada y otros de manera más explícita. Mauricio Macri ni siquiera deploró el hecho de que los policías hubieran rodeado a la Quinta de Olivos con personal armado y patrulleros sustraídos del servicio.

Es cierto que una enorme cantidad de efectivos hicieron circular audios señalando que esos voceros no los representaban, que efectivamente reclamaban una actualización del sueldo, las horas extras y las condiciones de trabajo. Pero el hecho objetivo es que se rompió la disciplina, se quebró la fuerza.

Parece evidente que semejante terremoto no se puede borrar como si no hubiera pasado nada. La estructura de jefes no supo/no pudo contener a sus subalternos que se llevaron armas y vehículos como si fueran de paseo. Para colmo, el movimiento fue controlado por sujetos variopintos, sin ninguna representatividad, irresponsables, desequilibrados, que terminaron rodeando Olivos. Por milagro no hubo víctimas.

El saldo más claro de lo ocurrido es que el problema de la Bonaerense, la mayor fuerza armada del país, sigue sin solución y parece imperioso el debate sobre una reforma policial