Un hombre, muy parecido físicamente al autor Olivier Schrauwen, narra en primera persona el recuerdo de aquel lunes en que fue abducido por un plato volador. Seres con ojos como pozos de brea lo acuestan en una camilla y observan su escroto con la luz tenue de una linterna. Uno de los extraterrestres encierra el pene del protagonista con un pequeño instrumento de tortura. "Sentí una intensa combinación de dolor y placer, como si yo mismo fuera un enorme ser hirviente al borde de la erupción", narra el personaje pintado en grises. El lenguaje del placer es universal, no necesita subtítulos ni doblajes. El protagonista no puede controlar la excitación y acaba regando el cuadro con chorros de semen. "La descarga me provocó enormes deseos de rascarme la nariz. La criatura lo hizo por mí con suma delicadeza". Así comienza la primera historieta de Vidas Paralelas. Un libro, editado en español por Fulgencio Pimentel, que recopila seis relatos queer del autor de 43 años Olivier Schrauwen. Lagartos dragueados, orgías con monstruos, travestis que flotan en sus hogares como astronautas en el espacio.

Con influencias de la animación clásica de Winsor McCay y los Hermanos Fleischer, el historietista belga es conocido internacionalmente por el impacto visual de sus viñetas de colores inusuales, pero poco se habla de una de sus imágenes más identificables: las erecciones dibujadas con pulso vital. Venas, conectadas al cerebro, se inflan como si fuesen textos escritos en braille. Y prepucios en los que brotan caritas felices. No es una característica menor la invasión de erecciones en la obra de Schrauwen: excluyendo el porno, éstas escasean en la ficción gráfica o audiovisual. Hasta el movimiento underground, en Estados Unidos a fines de los años 60, brillaron por su ausencia en los cómics. Con la excepción de las biblias de Tijuana, unos pequeños zines XXX impresos de manera clandestina. Diseñados para que un público adulto, y en secreto, disfrutara la apócrifa vida sexual de sus héroes populares. Desde el Ratón Mickey, pasando por Popeye, hasta Mandrake el mago. Gracias a ellas, quienes vivían la rutinaria vida marital de Lorenzo y Pepita en los diarios día a día, podían espiar en las biblias de Tijuana lo que sucedía cuando caía el sol. La ilegalidad de estas publicaciones es un buen indicador de lo subversivas que eran. El movimiento underground es pionero en incluir erecciones en historietas no porno, sin embargo, no lograron evangelizar demasiado. Con el boom del cómic adulto en las últimas décadas del siglo XX, este tabú se empezó a romper, pero no lo suficiente. Schrauwen repara esta ausencia haciendo de las erecciones parte central de sus relatos, y de nuestras vidas como lectorxs.

Las erecciones pintadas por Schrauwen son como una lanzadera espacial, un cohete que te dispara a un planeta indetectable para la NASA. Este viaje misterioso se origina en situaciones insospechadas: a los personajes se les para con el tronco de un árbol, con un marciano o con una orangutana. Oponiéndose a la frase de Voltaire que asegura que no puedes desear lo que no conoces, lxs protagonistas de los relatos de Schrauwen se encienden con sujetos y criaturas extrañas. Abriéndole la puerta al deseo sin culpas ni represiones. En su historieta muda bicolor Mowgli en el espejo (historieta que fue editada en Argentina por Wai Comics en 2019), usando el personaje de Kipling, el adolescente salvaje se enamora de una orangutana a punto de parir. 

Bailan, luchan, enredan sus cuerpos como un ovillo de lana y ruedan hasta impactar contra una laguna. Mowgli la abraza por las noches y la ayuda a amamantar por las mañanas. No es casualidad que su nuevo libro, Vidas paralelas, coquetee con una atmósfera de ciencia ficción. El escritor Philip José Farmer, un importante referente del género, construyó la teoría de que el debut sexual de Tarzán tiene que haber sido con monos, porque por ellos fue criado. Schrauwen revisita estas ideas y se sumerge en territorios de ciencia ficción sabiendo que la sexualidad es una parte fundamental en este género, que pocas veces escapa a lo queer. 

En las historietas de Vidas paralelas los genitales de los personajes son difusos, dibujados de manera ambigua. Poco importa en los relatos si lxs protagonistas son mujeres, hombres, trans, intersexuales o género fluído. Si son gays, héteros o demisexuales. Son presentados como seres que se calientan con otros en un mundo donde existen los antivirus cerebrales. El deseo no cambia aunque en un futuro viajen en naves nodrizas, duerman en cápsulas criogénicas o tengan que utilizar botones de anti gravedad para poder hacer pis. Enemigo de la narración literal que abunda en la historieta actual, Schrauwen dibuja las acciones y el contacto entre personajes de forma enigmática. El autor creció en una habitación en Brujas con un cuadro de René Magritte colgado en la pared. Ese lenguaje surrealista y efecto de extrañamiento se volvió esencia de las historietas de Schrauwen mucho antes de que se plasmen en papel. Como si en sus primeros años de vida aquellas manzanas gigantes, los barcos rellenos de agua y las mujeres con cabeza de pescado se hubieran colado en los sueños de ese niño que no tuvo relación con el arte contemporáneo hasta la adultez. ¿Puede el goce ser representado con la misma lógica que otras experiencias cotidianas? ¿Cómo se dibuja el placer futurista? En Vidas paralelas, como en sus anteriores libros, el autor delinea al goce en cada viñeta como un fenómeno sin precedentes. El sexo, individual, de a dos o colectivo, es atravesado como si fuera la primera vez.

Expresando una sensación tan fresca que hasta genera la ilusión de que la pintura está húmeda y los colores pueden despedir el olor de los cuerpos cuando transpiran o eyaculan. Un odorama para experimentar la excitación de lxs protagonistas. A lo largo del tiempo, Olivier Schrauwen ha dibujado historias de paternidad, hombres con barbas infinitas, aventuras de posguerra y batallas de piratas, construyendo de a poco un género que lleva su propio nombre. Un género donde se ingresa a sus viñetas como a una experiencia sexual: sin buscar explicaciones racionales.