Liliana Herrero no esconde su incomodidad ante su primer concierto por streaming, que denominó Falso brillante. Durante este periodo de aislamiento social había realizado alguna breve aparición musical desde su casa, pero este será el primer concierto extenso, con una producción técnica más profesional y desde una sala independiente, Oeste Usina Cultural. Lo hará en formato trío, con dos de sus compañeros de banda: el guitarrista Pedro Rossi y el contrabajista Ariel Naón. La incomodidad de la intérprete entrerriana radica principalmente en la disociación –o “dispersión”, como llama ella- espacio-temporal que se genera entre público y artistas, mediados por una pantalla. De hecho, el concierto, que se transmitirá el domingo 4 de octubre a las 20 a través de la plataforma de Cruza Live, ya fue grabado hace varios días.

“El arte siempre está en el mundo de la incomodidad y del abismo”, resalta Herrero en diálogo telefónico con Página/12, desde su casa de Boedo. “Yo tomé la decisión de señalar la distancia, la frialdad y la desmundanización de las relaciones que no son las que podemos sostener con la virtualidad. Quisiera tener más claro qué es lo podemos hacer en estos días adversos y cómo nos relacionamos con estas experiencias que son absolutamente novedosas para algunos de nosotros”, reflexiona la cantora. “Yo me quejo de la virtualidad en la que estamos inmersos, pero eso no quiere decir que considere que la invitación es desdeñable. Al contrario, van a pasarlo bien y van a disfrutar la música. Al mismo tiempo, yo disfrutaré desde mi casa viéndolo”, dice la artista, experta en combinar el pensamiento político con la canción popular latinoamericana.

De alguna manera, encarar este tipo de experiencias musicales, para Herrero, es un modo de empezar a reconstruir un tejido roto y llenar de sentido una ausencia. En clave filosófica, la artista parte desde un territorio de incomodidad, de cierto pesimismo, para ir hacia el terreno del optimismo y la esperanza. “Hacemos este espectáculo para encontrarnos con la música nuevamente y para expresar el deseo de que todo lo disperso vuelva a juntarse”, anuncia. En ese encuentro con la música, Herrero dice que el repertorio elegido no tiene relación directa con este contexto de pandemia, aunque siempre las canciones admiten nuevas lecturas. “¿Viste que uno canta un tema durante mucho tiempo y cada época le responde de otro modo? Y aparecen otras significaciones, se ramifica el sentido de los temas y eso los hace más contemporáneos que nunca, aunque sean muy antiguos”, plantea. “En este caso, quise abrir con un tema de Teresa Parodi y el poeta paraguayo Elvio Romero, ‘Aguafuerte’, y cerrar con una obra de Juan Falú”, adelanta. Una de las novedades más atractiva es la participación de dos invitados especiales: Fito Páez y la brasileña María Gadú (ver aparte).

-¿Cómo llevás la situación planteada por la pandemia?

-La estamos bancando. Estamos cumpliendo todos los requisitos para la gente mayor, porque eso es lo que somos con Horacio (González). Y la gente mayor tiene sus ñañas también, entonces nos cuidamos muchísimo. Estamos acá en casa desde marzo, cuando arrancó la cuarentena, hacemos las cosas más elementales afuera pero cerca de casa. Pero lo que más me incomoda y me duele es no poder ver a mi hija, a mis nietos, a mi familia que está en Rosario, porque no puedo viajar. Lo más triste es no poder ver a la familia, después lo otro se banca. Y no tener conciertos también es doloroso: se extraña mucho el contacto que uno tiene con la música.

-¿Cómo te sentiste cuando grabaste este concierto, que no contó con público presente y será transmitido a través de una pantalla?

-No fue fácil. Me resistía a hacer este tipo de transmisiones… para evitar un poco la palabra streaming. Porque es una palabra extraña. ¿Por qué no decir 'transmisiones'? Es una transmisión hecha en un tiempo distinto y en diversos espacios; con el artista en un lugar y el público en múltiples lugares. Eso produce una extrañeza importante. Incluso, no solo es una extrañeza espacial sino también una extrañeza temporal. De hecho, lo que hice se llama “falso vivo”. Mirá las palabras que hemos tenido que inventar en función de la pandemia y en el esplendor de la virtualidad. Eso a mí no me convence, no me gusta. No me parece que la virtualidad pueda reducirse exclusivamente a la idea de utilidad. "Esa desagradable pero es útil", dicen. No, a mí no me alcanza eso. La tecnología y la virtualidad también piensan el mundo y recortan la realidad. En la virtualidad no hay mundo, hay cuadraditos; en las plataformas por medio de las cuales hoy nos comunicamos. Y es muy difícil perforar esos cuadraditos. En cambio, mundo es cuando las personas están juntas, se encuentran, salen a la calle, van a las marchas, se oyen los pasos, los abrazos, las disputas, las polémicas.

-¿Cómo hiciste para sortear esa incomodidad y realizar este concierto?

-Pude sortearla a medias; tenía cierta intranquilidad, también. Estoy muy acostumbrada a los conciertos con público, entonces esto me produjo una cierta extrañeza. Tenemos que pensar cómo nos relacionamos con esas dos o tres cámaras, y no saber quiénes te miran, quiénes están del otro lado. Es como un presente continuo pero en dispersión. Hay una continuidad entre lo que vos estás haciendo y las personas que te miran. Pero estamos dispersos, estamos en distintos lugares y espacios. Entonces, hay que acomodarse para poder sortear ese obstáculo. Y si no se puede sortear, hay que tomar la decisión de no hacerlo más o hacerlo con esa incomodidad.

-¿Y quedaste conforme con la grabación?

-Tuvimos algunos problemas porque grabamos en una sala de teatro independiente, Oeste Usina Cultural. Es una de las tantas salas que están pasando momentos de grandes dificultades. Fue el primer día que salí después de tanto tiempo. Y cuando íbamos a empezar a grabar, a eso de las 12 del mediodía, aparecieron inspectores municipales de la Ciudad buscando dificultades en todos lados. Ellos traían un mundo de reglamentaciones en su cabeza, y es la contracara de la permisividad que se otorga a las marchas anticuarentena o la extensión de las calles peatonales para que se pongan más mesas en los bares. Entonces, hubo que discutir bastante y perdimos ahí cuatro horas de mucho nervios, de muchas dificultares, estando todo en orden. Si yo me guardé tantos meses en mi casa no voy a ir a un lugar a exponerme ante la pandemia. Fue una máquina de impedir. Ha pasado también en otros lugares, como en Bebop Club. Una especie de banalidad del mal en acción para que no se realicen determinadas cosas. Fueron cuatro horas de mucha dificultad y percibí claramente cómo ese operativo impedir está en marcha en relación a las salas independientes.

-Habrá sido difícil relajarte de esa tensión para cantar…

-Sí, para poder grabar después tuve que bajar, tranquilizarme, porque fue todo muy violento y absurdo. De todos modos, estoy contenta con lo que hice, pero no lo homologo con el vivo. Hay que pensar en todas estas cuestiones porque sino no vamos a poder comprender qué es lo que nos está pasando también a nosotros más allá del virus y tampoco vamos a poder pensar con claridad cómo vamos a ir saliendo de esta situación virtual, que es la que invade nuestra vida todo el día.

-En la gacetilla de prensa resaltás que este concierto “expresa el deseo de que todo lo disperso vuelva a juntarse"…

-Sí, es un ruego. Y por otro lado es desnudar la desmundanización que supone la virtualidad. Por eso lo hicimos con luz blanca, señalando el aislamiento, la frialdad de la relación. Nos interesaba que se vieran los cables, los monitores, que se viera absolutamente todo. Mostrar de algún modo cierta falsedad que tiene esta forma de comunicación. Por eso le denominé Falso brillante. Es un juego entre el brillo y el doblez. Por un lado, la palabra falso la quería poner. Y por otro lado es un guiño a la cantante brasilera Elis Regina, porque ella en 1976 hizo un espectáculo muy importante que se llamó justamente Falso Brilhante y fue considerado como uno los grandes espectáculos que se hicieron en Brasil. Y ella a partir de la grabación de ese espectáculo hizo un disco que tiene dos notables versiones que a mí me sorprendieron en su momento: "Los hermanos", de Atahualpa Yupanqui; y "Gracias a la vida", de Violeta Parra. "Gracias a la vida" es una apelación a lo más vital de todos nosotros que justamente ahora nos está retaceado.

-¿Y qué análisis hacés del rol del Estado nacional en relación al incentivo y al apoyo a la cultura en este contexto de pandemia?

-La situación del arte y la cultura es calamitosa. Decir "emergencia cultural ya" es una consigna que adopto. Tenemos que ser considerados en estado absoluto de emergencia, en todas las prácticas artísticas. Creo que se intentan actividades y que se intenta ayudar de algún modo a los músicos, por ejemplo, que están en una situación calamitosa, porque a todos se nos suspendió de un día para el otro todo el trabajo del año. Entonces, estamos en un estado de excepción y hay que proponer al Estado medidas también excepcionales. Es necesario inventar medidas excepciones para que los artistas puedan comenzar a trabajar. Hay cosas que se están haciendo bien y son todas bienvenidas, pero necesitamos más.

-Has dicho en varias oportunidades que el arte puede alumbrar a la política…

-Soy una intérprete y mi tarea es hacer una interrogación hacia la obra de otra persona. Siempre pienso que esa interrogación, que es sobre algo ya hecho, es una actividad que la política también puede realizar sobre su propio pasado. Y en esa interrogación de esa obra, de un pasado histórico, tienen que surgir voces nuevas que nos piensen nuevamente, y que piensen no solo el arte sino las preguntas fundamentales: ¿qué es este país?; ¿qué somos como argentinos?; ¿qué es la humanidad? Hoy es algo que nos debemos preguntar. Esa pregunta que hago en mi tarea musical es una pregunta que también se puede extender a la política.

Invitados de lujo

Sin "cuadritos" en la pantalla

El último disco publicado por Liliana Herrero es Canción sobre canción (Elefante en la Habitación, 2018), un ensayo musical que recorre canciones de Fito Páez registradas entre 1984 y 2000. El rosarino, quien le produjo sus dos primeros discos, será uno de los invitados especiales de la velada. “Fito me hizo una versión hermosa de ‘Canto al río Uruguay’, de Ramón Ayala, solo en piano. A esa canción la grabé en mi primer disco, en 1987”, cuenta Herrero. Y la segunda invitada es la cantante paulista María Gadú, “que es maravillosa”. “Les pedí que me cantaran ellos a mí. No quería cantar (en simultáneo) con ellos porque si no iba a aparecer el corte de la pantalla y yo combato eso. Entonces, no quería el cuadrito, tenía ganas de sentarme con un vinito y escucharlos a ellos”, explica. Por eso, tanto el rosarino como la brasilera enviaron cada uno un video con una canción. “Lo más fácil para ellos hubiera sido que los dos me cantaran un tema de sus autorías. Sin embargo, ambos eligieron cantar temas que yo he interpretado. María Gadú tuvo un gesto muy generoso: hacer una versión sola con su guitarra de ‘El tiempo está después’, de Fernando Cabrera, que es un tema que yo canto. Fue muy emocionante escucharla cantar”.

-"Un día nos encontraremos en otro carnaval", dice una parte de la letra de Cabrera. Muy atinada para este momento...

-¡Sí! Es lo que digo también al final del concierto: el deseo de que todo lo disperso se reúna nuevamente.