Al entrar a la galería lo primero que vemos es una gran instalación de franjas de luz. En primer lugar, a modo de simbólica recepción que señala recorridos posibles con sus tres puntas, hay un triángulo de luz sobre el piso, segmentado en sus vértices. Vemos también, lonjas lumínicas en forma de letras “T” o "J" o de ideogramas extendidos, que bajan por las paredes y la columna central, se curvan y continúan por el piso. Hay, además, segmentos de luz aislados, colocados sobre las paredes y una sutil pieza vertical, montada como una columna sobre el piso.

Podría pensarse en un breve alfabeto contemporáneo postsimbólico, porque su forma luce representativa, pero de cerca nos asomamos a un mundo de imágenes concretas en el que no se señala ni nombra la cosa, sino que se muestra la cosa misma: el paisaje.

Las tiras lumínicas horizontales y verticales reorganizan el espacio de la galería en un recorrido preciso. Son largas cajitas artesanales dentro de las cuales hay fuentes de luz, sobre las que se montan largas tiras fotográficas retroiluminadas.

Se trata entonces de un continuum fotográfico que al mismo tiempo que constituye una miniatura (paradójicamente una enorme miniatura), se extiende como una instalación e invade módicamente las salas para producir señalamientos, ritmar el espacio, sugerir una duración espaciotemporal, guiarnos en un recorrido. Para descubrir los territorios y cielos allí condensados hay que agacharse, acercarse, dar vueltas, sortear los pequeños obstáculos, pasando a uno y otro otro lado de los pequeños límites que trazan las tiras dispuestas sobre el piso. A su modo, esta muestra también piensa las fronteras.

La materia fotográfica, registros de paisajes, cielos y topografías obtenidos con drones por sobrevuelo de zonas de la provincia de Buenos Aires y del Uruguay, van configurando largas secuencias panorámicas, producto de un delicado montaje.

La calidad y belleza de los registros, su minuciosidad, permite armar un recorrido tan detallado que sumerge al observador al mismo tiempo en una abstracción paisajística tanto como en una hiperrealidad topográfica. Los pliegues del paisaje que se elevan en sierras, bajan y se vuelcan hacia la costa; la vegetación y sus colores, sus variantes de verdes; los cielos de colores, las nubes voluminosas; espigones, dársenas, playas, construcciones, parcelas de tierra trabajada, rutas, valles, caminos, casas, agua. A veces el día, la tarde y la noche conviven en estas lonjas territoriales. Y los sobrevuelos incluyen, de un modo que podría pensarse como pictórico, el paso por los mismos lugares a distintas horas.

Las franjas luminosas de topografías fotográficas resultan tan efectivas que generan el efecto de transformar los ventanales de la galería en parte de la obra de Pastorino, como si se tratara de secuencias verticales de imágenes puestas allí por el artista.

Pastorino es a su modo un inventor, que construye o adapta sus propios dispositivos desde hace más dos décadas.

Una muestra de esta afición por la tecnología y la historia de la técnica fotográfica por parte de Pastorino se ejemplifica con su artículo sobre la muestra de fotografía esteroscópica publicado en esta misma página el 8 de septiembre.

Como escribe Vanesa Magnetto en el texto de presentación de la muestra: “Esta especie de paisaje imposible, que desafía en formato y forma al género, es una constante en todas las series panorámicas de Pastorino, sobre las que viene trabajando desde hace más de veinte años. Estas obras se alejan del concepto fotográfico hegemónico, tanto el de la fotografía panorámica tradicional como el de la instantaneidad de la imagen. Dislocan la representación en perspectiva del espacio tridimensional y utilizan la potencialidad estética de los tiempos largos de exposición, en combinación con el movimiento de la cámara, para generar una estructura fotográfica que deviene en una enunciación impertinente que expone presente, pasado y futuro en convivencia. Esta fusión de tiempos cobra una mirada cenital en estas últimas panorámicas. La mayoría de las imágenes cartografían el territorio fotografiado, replicando la visión que tendríamos desde un avión, o la que puede reproducir una vista digital satelital, con la diferencia sustancial de que en estas panorámicas no opera la idea del dominio o posición del espacio”.

Las fotografías topográficas de Esteban Pastorino se exhiben en la galería Del Infinito, en Avenida Pte. Manuel Quintana 325, PB, hasta el 1º de noviembre, concertando una cita en [email protected]

Itinerario de Esteban Pastorino

Esteban Pastorino (Buenos Aires, 1972) se gradúa como técnico mecánico en el colegio Otto Krause. Estudia ingeniería mecánica en la Universidad de Buenos Aires, fotografía publicitaria en el Instituto Fotodesign y participa de los talleres de Juan Travnik y Fabiana Barreda. Realiza residencias en la Rijksakademie van Beeldende Kunsten (Amsterdam, Países Bajos) y en la Casa de Velázquez (Madrid, España).

Ha expuesto en forma individual en distintas instituciones de América y Europa, entre ellas el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2003), Museo de Arte Moderno de Medellín (Colombia, 2008), XI Bienal de Cuenca (Ecuador, 2011), Museo Emilio Caraffa (Córdoba, Argentina, 2012) y Fotografijos Musiejus (Siauliai, Lituania, 2015).

Entre los reconocimientos que ha recibido se encuentran el Premio al Fotógrafo (2001) y Mejor Muestra de Fotografía (2006), ambas distinciones otorgadas por la Asociación Argentina de Críticos de Arte; los premios Leonardo a la Fotografía (MNBA, 2001) y Fundación Konex (2012); las becas Unesco (2004), Fundación Antorchas (2004) y Fondo Nacional de las Artes (2011).

Vive y trabaja en La Plata.