El médico psiquiatra y psicoanalista Hugo Lerner se propuso una tarea tan difícil como elogiable: generar discusiones y aperturas sobre lo que convoca cada vez más en las prácticas actuales, como el dolor humano, la subjetividad contemporánea, los sufrimientos, el lugar del contexto sociohistórico en la producción de subjetividad, las adolescencias de hoy, las organizaciones fronterizas, las patologías del vacío, entre otros. Todos estos aspectos se materializan en la discusión del psicoanálisis que Lerner propone en Más allá de las neurosis. La práctica psicoanalítica convulsionada (Lugar Editorial). Es el propio autor el que muchas veces funciona --según sus propias palabras-- “como un militante apasionado del psicoanálisis, dedicado a cuestionar a los agoreros que afirman livianamente que nuestra disciplina está muerta o agonizante”. Y se pregunta: “¿De qué psicoanálisis hablan estos sepultureros apresurados? ¿Del psicoanálisis real con prácticas reales o de un psicoanálisis ideal con prácticas caducas?”.

--Usted se pregunta en el libro: "¿Qué es un psicoanálisis contemporáneo?". ¿Cuál es la respuesta que más le convence?

--En principio, definiría que el psicoanálisis siempre debe ser contemporáneo o ha sido contemporáneo. Freud ha sido contemporáneo a su época. Tal vez yo hago hincapié en eso porque muchos colegas no le dan importancia a las situaciones contextuales, actuales, epocales. Freud sí les ha dado importancia. De hecho, tiene artículos en Psicología de las masas y varios otros que da cuenta del advenimiento del nazismo. Iría un paso más allá: si no le da importancia a la contemporaneidad, es un psicoanálisis frizado, congelado, que va a la muerte. Quiero decir con esto que si no tomamos en cuenta, en la producción de subjetividad, el contexto sociohistórico en el cual un individuo se está desarrollando, es una mirada del sujeto humano un poco sesgada.

--¿Considera que el que suele practicarse es un psicoanálisis que no se adapta a los tiempos?

--No es el que mis colegas ni yo practicamos. No se puede cerrar la puerta del consultorio y dejar el afuera porque el sujeto que nos viene a ver es un sujeto que está transitando tanto su mundo interno, todo su mundo fantasmático, como el mundo de la realidad que lo circunda. Y el mundo fantasmático, incluso, está atravesado por el contexto sociohistórico en el cual está inserto. Yo pongo de ejemplo lo que pasó acá en 2002: la crisis monstruosa, saqueos, etcétera. Era imposible que el sujeto argentino no estuviera atravesado por esa sensación de final de mundo. Y en ese momento, hubo en la Argentina un aumento de consultas por depresión. Uno se tendría que preguntar: ¿por qué aumentó la depresión? No es sólo porque están los neurotransmisores extraviados sino que hay una situación contextual que lleva a que los sujetos humanos sean sensibles a determinadas agresiones, violencias sociales que les hacen reaccionar a algunos, de una manera, y a otros, de otra, pero nadie queda indemne.

--¿O sea que se podría decir que las angustias colectivas inciden, de alguna manera, en algún padecimiento mental de los sujetos?

--A ver, pueden ser angustias colectivas (como, por ejemplo, esto que estamos hablando) pero siempre lo colectivo está singularizado en cada uno. Usted y yo podemos estar atravesando la misma angustia, pero la tramitamos de otra manera por nuestra propia subjetividad. Nunca hay dos individuos iguales. El sujeto es singular. Lo que sí es común denominador es qué nos está atravesando en ese momento. Una guerra atraviesa a todos por igual. A algunos les produce más traumatismo que a otros, pero es difícil que alguien esté indemne con una situación de guerra. Cualquiera puede ser violentado, de alguna manera, y todos vamos a sufrir una violencia de algún orden. Pero la singularidad ocupa su lugar.

--No es que usted no está de acuerdo en que se privilegie la singularidad del sujeto sino que no se tenga en cuenta el contexto socio histórico, político, cultural y familiar de un individuo.

--Exactamente. Creo que el sujeto siempre es singular pero que hay que contextualizarlo. No es lo mismo ser analista en Buenos Aires que en La Paz, París o en Corea. Seguramente habrá cosas que yo no entienda porque también el lenguaje se estructura, de alguna manera, con el contexto en el cual somos rodeados y del cual somos hablados.

--¿Hay psicoanalistas que se sienten portadores de una verdad única?

--Sí, creo que sí y es un error. En el libro hago un planteo muy militante acerca de la inter y la transdisciplina. El fanatismo, el seguir a ultranza un autor como si fuese la verdad revelada se parece más a algo talmúdico, religioso que a una indagación acerca del sujeto humano. En eso, soy terminante.

--¿Se refiere a quienes ven a la teoría psicoanalítica como un dogma?

--Bueno, dogma y fanatismo se tocan.

--En ese sentido, ¿se siente un psicoanalista desobediente?

-Y, a las pautas que han sido hegemónicas durante muchos años en la Argentina, sí. Me parece que el psicoanalista debe tener en su labor diaria y en su creación científica algo de creatividad. Si uno se atiene a una letra única, la creatividad queda sepultada, queda muerta. En ese sentido, soy desobediente a seguir, como usted bien citaba recién, un dogma único. Pero esto es con el psicoanálisis como con cualquier disciplina. Ninguna disciplina debería quedar atada a un solo modelo. Por más que sea psicoanalista y que tenga una formación psiquiátrica, no puedo negar que en determinados cuadros clínicos, como puede ser la enfermedad bipolar, que ahí la química está extraviada. Si yo creo que todo es por una situación psicogenética le estoy haciendo daño a ese sujeto humano. Tener una cierta amplitud ayuda. El psicoanálisis ha aportado mucho a la salud mental, a la educación, a las situaciones sociales y a la cultura en general, pero el psicoanálisis que más aportó es un psicoanálisis abierto. En Argentina, hubo un hombre abierto como Pichon-Rivière, que fue uno de los pioneros. O el famoso Winnicott en Inglaterra, que quiso romper con los cánones y preceptos que había que cumplir. Sin embargo, para mí fue uno de los más innovadores.

--Si el psicoanálisis es tomado como un dogma, ¿qué pasa con los casos clínicos?

--Una psicoanalista francesa, Piera Aulagnier (que murió) decía que uno tiene un montón de teorías, pero que al paciente no hay que aplicarle una teoría. Había un concepto famoso de Freud, "atención flotante", y ella hablaba de la "teorización flotante". Yo estoy con un paciente y tengo infinidad de teorías. Si me voy a atar a una, voy a seguir machacándole de esa manera. Y no voy a estar, tal vez, escuchando el motivo de su sufrimiento. Justamente, es una buena pregunta la suya porque en la clínica hay que ser lo más abierto que se pueda. Cuanto uno más lea mejor. Y en ese popurrí de teorías que se va armando en nuestro propio psiquismo, si uno está bien analizado, se ha supervisado y se ha formado bien, es más útil para el paciente que aquel que sigue nada más que una línea.