Al recibir hoy en Casa Rosada a Adolfo Pérez Esquivel para homenajearlo por el premio Nobel de la Paz recibido hace cuarenta años, Alberto Fernández lo presentó como un modelo a seguir por argentinos y argentinas, y emocionado,  el Presidente dijo que la historia del homenajeado “es la mejor expresión de lo mejor del ser humano” porque pone de manifiesto “el compromiso con los que peor están, con los que padecen y sufren”. Según el mandatario “sin perder la humildad”, Pérez Esquivel eligió “salir de la comodidad del que no le toca sufrir para abrazarse con los que la pasan mal, con los perseguidos, con los olvidados”.

Del acto participaron también ministros del gabinete nacional, dirigentes de organismos defensores de derechos humanos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof; el obispo Oscar Ojea (Presidente de la Conferencia Episcopal) y el rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri.

“Sos un militante extraordinario de la vida, de la paz y de la no violencia, los argentinos estamos orgullosos de vos”, le dijo el Presidente a Pérez Esquivel, para subrayar que “nunca bajaste los brazos, predicando la no violencia, la paz; sos la mejor expresión del cristianismo”.

 

Como parte del acto, se proyectaron saludos del expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, del teólogo de la liberación, también brasileño, Leonardo Boff, y del papa Francisco. Jorge Bergoglio calificó a Pérez Esquivel de “amigo” y “vecino”, y destacó el “coraje y la sencillez” del activista y defensor de los Derechos Humanos reconocido por denunciar los crímenes de la última dictadura cívico-militar. Apelando al lenguaje coloquial y para destacar la personalidad del homenajeado, el Papa dijo “no te la creíste”. En su mensaje, Bergoglio le expresó también agradecimiento por “tu testimonio, en los momentos lindos, pero también en los momentos dolorosos de la Patria, por tu palabra, por tu coraje y por tu sencillez".

Al hacer uso de la palabra y agradecer el homenaje, Adolfo Pérez Esquivel reiteró palabras similares a las que pronunció cuando recibió la distinción en 1980. “El premio Nobel no me pertenece, pertenece a los pueblos latinoamericanos”, recordó. Señaló también que “la paz no se regala, se construye” y que se trata de un “trabajo compartido de todos los que luchan por un nuevo amanecer”. En aquel momento, el arquitecto dijo recibir la distinción en nombre “de los pueblos latinoamericanos y de los pobres”, algo que ahora ratificó. Reafirmó además su convencimiento de que “otro mundo es posible”, reconoció los problemas que atraviesan las democracias latinoamericanas y reclamó la unidad continental, pidiendo “conciencia crítica y rebeldía de las conciencias”, asumiendo la diversidad como modo de terminar con “el monocultivo de las mentes”.

Reconoció también las “graves dificultades que enfrenta el país”, que el gobierno de Alberto Fernández tiene por delante “un desafío enorme” y se comprometió a acompañar lo que se haga. “Cuenten con nosotros” porque “tenemos que llegar a una sociedad de iguales; es una lucha cotidiana”, dijo.

Antes de cerrar su intervención, Pérez Esquivel confirmó su decisión de entregar la actual sede del SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia), el organismo que fundó y que preside, “la antigua casa de la resistencia”, a la custodia de la Universidad de Buenos Aires para que en adelante sea “la casa de todos los premios Nobel latinoamericanos”, un centro de “de formación de conciencia, de críticas, de valores”. Allí estarán también el galardón del Nobel para que el mismo sea exhibido junto con obras de arte, condecoraciones, archivos y materiales bibliográficos.

Hace 40 años, un 13 de octubre, Pérez Esquivel fue sorprendido por la noticia de su elección como Nobel de la Paz, dando lugar a un acontecimiento de enorme impacto político, un revés para la dictadura que gobernaba el país y un reconocimiento tanto para el arquitecto, que había pasado catorce meses detenido y torturado, como para todas las personas y las organizaciones que entonces resistían y hacían lo posible para visibilizar las atrocidades y violaciones a los derechos humanos cometidos por el régimen cívico-militar.

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