¡Y pensar cuántas veces nos quejamos de las pedagogías coercitivas! ¡Y de las disciplinas escolares! ¡Y de los binarismos sexistas en la enseñanza! Nos faltaba esta vuelta, que es el pasaje total al reino del espectáculo. 

El cuerpo ya no como objeto de una pedagogía correctiva, sino de la sumisión espectacular. Volver al patio de la escuela, no para jugar, no para aprender. Para ser objeto de una apropiación, un desguace, una destrucción. 

Los micrófonos alrededor de ese joven repiten la escena los lazos que desmembran a Tupac Amaru: un ejercicio colonial que se arroja sobre los cuerpos de las barriadas para sacarles todo el jugo, convertirlos en insumo de la escena producida para goce de las masas. 

¿A esto llaman revinculación pedagógica? ¿A esto? ¿A ese cuerpo en la intemperie del patio y en la sumisión al micrófono y la cámara? A la violencia de la pobreza se le agrega la violencia de la apropiación y el uso.